Por Pedro Juan González Carvajal*
El pasado domingo 2 de mayo, en las
horas de la noche, el presidente anunció la decisión ‒extemporánea, por cierto‒,
de retirar el proyecto de la mal denominada Reforma Tributaria que había
radicado en el Congreso y que había abortado antes de dicha diligencia.
Convoca a un gran diálogo nacional y
en su primera intervención anuncia que va a hablar con todos, pero llama
inicialmente a los partidos políticos más cercanos, a los gremios económicos, a
quienes de alguna manera pueden darle la mano, dejando a un lado, de manera
preliminar, a los miembros del Comité Nacional del Paro, que son los
contradictores con quienes hay que dialogar.
Pero la equivocación o la omisión no
es solo del Gobierno, sino, además, de los medios de comunicación que
entrevistan en primera instancia solo a los integrantes de un sector del posible
diálogo. No es sino mirar los noticieros más importantes de la televisión y
escuchar quienes fueron los primeros entrevistados. Recordemos que para
dialogar se necesitan dos.
En mi concepto, ahí hay un error
garrafal de procedimiento en términos de la teoría de la negociación, o una
actitud de soberbia y exclusión rampante, como ha sido característica de
nuestra clase dirigente.
Como el tema de la Reforma Tributaria
era el florero de Llorente para retomar lo que había quedado en suspenso antes
de la pandemia, el lunes se convocó a una movilización de los transportadores y
obviamente, el país quedó bloqueado con las consecuencias nefastas que todos
conocemos. Y lamentablemente, las protestas van a continuar, a no ser que el covid-19
finalmente resulte ganador.
La imagen de miles de pollitos tirados
en las calles por falta de comida y miles de litros de leche arrojados por las
alcantarillas es más que lamentable, triste y desesperanzador.
En la noche del lunes, entrevistan a
varios dirigentes gremiales y todos al unísono le piden ayuda al gobierno, como
ha sido históricamente, con las excepciones apenas normales de cualquier
actividad humana. En vez de actuar como plañideras de oficio, por ejemplo, el
gremio de los avicultores debería presentar un plan para llevar cuidos y
concentrados a través de helicópteros privados, oficiales o militares a los
galpones donde se requiera, en vez de presentarse como víctimas. ¿Será ilógico
e improcedente? No lo creo.
Ahora bien, si el diálogo propuesto es
para salir de la coyuntura actual y no para alcanzar un gran consenso para
enfrentar las grandes reformas que el país está en mora de emprender, pues solo
tendremos, como siempre, un circo mediático que apagará las llamas unos días
hasta que vuelva a encenderse ante cualquier chispa que aparezca. Como mínimo
hay que tratar, por fin, de sacar adelante una reforma al sistema tributario de
manera estructural y no llamar al diálogo para recoger 10 o 20 billones de
pesos que se requieren, pero solo sirven para aliviar un problema de caja
temporal.
Reitero mi desacuerdo con la idea de
vender activos productivos como Ecopetrol e ISA. Eso no lo hace un gobierno
serio, sino un gobierno facilista, poco creativo y mal defensor de los altos
intereses nacionales. Ante las emergencias, uno no debe enloquecerse y vender
el fogón y la nevera.
Ahí está el tema de la corrupción:
enfrentémoslo de manera contundente entre todos y ahí están los recursos que
necesitamos.
Hagamos que RITA (La Red
Interinstitucional de Transparencia y Anticorrupción), acompañada de la SAE
(Sociedad de Activos Especiales), que se encarga de la administración de los
bienes incautados, sean consideradas como las entidades más importantes del
Estado ante la coyuntura que enfrentamos, y cuyas cabezas deberían ser las
personas de más altas calidades humanas y profesionales a las cuales todos les
pudiéramos reconocer agradecimiento y admiración por su eficiencia, compromiso
y pulcritud, si es que las tenemos. Paralelamente hay que refundar nuestros mal
llamados órganos de control, a quienes la corrupción los desbordó y se les
salió de las manos hace rato, así como emprender la tan cacareada, anunciada y
esperada reforma a la justicia.
NOTA: No hay que devanarse los sesos, ni inventar la rueda
para pensar en las estrategias que se deben emprender para alcanzar la
pretendida reactivación económica. Hay que leer y entender a Keynes y a
Adenauer, quienes fueron los encargados, los artífices de sacar al mundo de la
Gran Depresión de los años 30 y la reconstrucción alemana post Segunda Guerra
Mundial. Sí hay mejores ejemplos con resultados concretos y contundentes, por
favor me los comparten.