Pedro Juan González Carvajal*
Era el final del año 2019 y en varios
países suramericanos había manifestaciones y marchas contra el estado de cosas.
Uno de los países que más padeció este sacudón fue Chile, y Colombia obviamente
no fue la excepción.
Los promotores del paro y el Gobierno,
como casi siempre ha ocurrido, se sentaron en una “mesa de diálogo” y se
firmaron varios acuerdos. Pregunto por simple curiosidad si alguno de ustedes
se acuerda de lo pactado. Como la respuesta generalizada es que no, pues
tampoco serán conscientes que nada de lo acordado se ha evacuado de manera
completa y que la mayoría de los puntos ni se han tocado.
Como casi siempre ha sucedido, aquí
jugamos a que el tiempo disipe las tormentas y adormezca las memorias, máxime
cuando de por medio se atravesó una pandemia que trastocó todo tipo de
prioridades. Pero una cosa es el nuevo afán, y otra muy distinta es que a la
gente se le hubiera olvidado que había marchado, protestado y firmado un
acuerdo y que, a la hora de las evaluaciones, muy poco se había avanzado, como ha
sucedido paralelamente con el Acuerdo de Paz.
Gobiernos que pasan de agache, que
incumplen acuerdos y no respetan la palabra empeñada, son parte del paisaje
tradicional colombiano, situación que evidencia la fragilidad de nuestro
pretencioso Estado.
En el sector privado también existen
ejecutivos expertos en no hacer nada, en no comprometerse con nada, en no tomar
posición, en estar enfocados y asociados a todos los lugares comunes y a no
resolver los problemas que le dan origen a haber sido vinculados.
Aparece un simple detonante como lo ha
sido una extemporánea, fallida, rimbombantemente bautizada y mal llamada reforma
tributaria, y las aguas vuelven a buscar el cauce dejado atrás temporalmente,
agravado por la pobreza y la iniquidad crecientes, digamos que por causa de la
pandemia.
Nada justifica los desmanes. Nada
justifica los incumplimientos. Ahora bien, habría que reflexionar bajo la teoría
de la construcción de escenarios, que hubiera pasado con la reforma tributaria si
la gente no sale a protestar. Personalmente, considero que ya la habrían
aprobado. Perdió el Congreso colombiano una oportunidad única de manifestar un
interés real por los problemas del ciudadano del común, habiéndose manifestado con
firmeza y al unísono en contra de la reforma y abriendo un abanico de
posibilidades alternas, pero no lo hizo. Solo se manifestaron abiertamente en
contra el Partido Liberal y Cambio Radical en cabeza de sus máximos dirigentes,
el expresidente Gaviria y el doctor Vargas Lleras.
Corresponde a estos dos partidos
políticos ser consecuentes y no apoyar ninguna propuesta alternativa de reforma
tributaria en el corto plazo, pues ambos se expresaron en contra del momento en
el cual se estaba presentando, el cual, es a todas luces inoportuno, y cuyo estado
de cosas en el corto y el mediano plazo, no van a cambiar.
Otro gran interrogante, y otra gran
frustración, en términos de desarrollo nacional, es la triste realidad que
viven los tres importantes departamentos del Sur Occidente del país, ante la
imposibilidad de movilizar comida y combustibles.
Es cíclico que cada que hay un fuerte
invierno o hay protestas, las carreteras de esta región quedan bloqueadas, lo
que afecta naturalmente el transporte de alimentos, pero, y he aquí el gran
interrogante, ¿no se le ha ocurrido al Ministerio de Minas y Energía, o a
Ecopetrol, o al organismo gubernamental que le competa, construir un oleoducto
que permita garantizar el suministro de combustibles y de igual manera
descongestionar las vías repletas de carrotanques ante acontecimientos
históricos ya previsibles?
Mis alumnos son testigos de una
sentencia que les he compartido en clase a través de los años y que dice que,
en Colombia, se aplica aquello de “Para que hacer las cosas fáciles, si las
podemos hacer difíciles”.
Ahora bien y ante la ineptitud
demostrada por algunos miembros de nuestra clase dirigente, recordemos a Ángel
Marcel cuando dice, parodiando el refrán de que “Aunque la mona se vista de
seda ¡Mona se queda!”: “Aunque la gente de pieles se vista, gente se
queda”.