José Leonardo Rincón, S. J.*
El
coloso del humorismo, como se le denominaba al artista uruguayo Hebert Castro, nos
hacía reír a carcajadas cuando para narrar una tragedia contaba: “se le
dijo, se le advirtió, se le recomendó… pero no hizo caso…y quedó haga de cuenta
como… pero sin…”. Es lo que nos está pasando actualmente a los colombianos.
Tercos a más no poder, empecinados en equivocarnos estúpidamente, estamos en el
ojo del huracán con este tercer pico de la pandemia.
No
contentos ni hartos con un año de encierro, cuando se abrieron las compuertas a
finales del año pasado, la gente se desbocó para explotar sus represiones
contenidas durante meses y dio ocasión a un segundo rebrote que por poco nos
amarga el comienzo del año. Vueltos a la normalidad e iniciada la vacunación,
la gente creyó que el peligro había cesado y con ocasión del puente de San José
y la Semana Santa volvió a desbordarse. De nada sirvieron comerciales por los
medios, ruegos y súplicas del personal de la salud. No. Había que desfogarse
los reprimidos y dar rienda suelta a las necedades más absurdas: concentraciones
masivas en fiestas y bacanales a puerta cerrada, paseos imprudentes sin
observar las más elementales exigencias: tapabocas, distanciamiento, lavado de
manos. “Ancha es Castilla” y todos se sintieron entre inmunes y autorizados por
su engreimiento y arrogancia a abrazarse y besarse, confinarse en grupos
estrechos para tomar licor y relajarse. ¿Resultado? El colapso de la mayoría de
los centros hospitalarios del país. Miles de contagiados diarios, ucis a
reventar y cantidades de muertos otra vez. No entendemos. No aprendemos.
Sinceramente
no entiendo a mis congéneres. Supuestamente razonables e inteligentes, algunos
dizque muy versados y preparados académicamente, hastiados de información sobre
el COVID-19 y su manejo, aburridos de estar meses enteros encerrados en casa, afectados
económicamente por el cierre, supuestamente impactados de ver tan dramáticas
muertes incluso con personas queridas y conocidas. No fue suficiente. Y eso
solo nos pasa a nosotros, porque en las especies animales cercanas a los
humanos, cuando se reprende a un gato o a un perro, jamás repite el error. En
cambio, nosotros sí. Nos vamos al hoyo y nueva y gozosamente repetimos. ¡Es
proverbial la tontería, es grandilocuente la insensatez!
Como
van las cosas, dicen algunos expertos, el fenómeno de los picos será cíclico
hasta tanto no se alcance la famosa inmunidad de rebaño. Lo que pasa es que el
rebaño está alborotado, por no decir desquiciado, y quiere ofrendar más vidas
humanas a la parca. Las evidencias no parecen conmoverlos y muchos seguirán
creyendo que todo es un invento, un auténtico cuento chino traído de Wuhan.
¡Increíble! Oye tú que me lees: ¿será muy difícil usar tapabocas, lavarse las
manos y guardar distanciamiento? Bueno: se le dijo, se le advirtió, se le
recomendó… ¿no hizo caso? Entonces, ¡descansa en paz!