Por Andrés de Bedout Jaramillo*
Estamos a un poco más
de 300 días para las elecciones parlamentarias y a algo más de 400 días de las
presidenciales, tenemos caja para 6 semanas según el Ministro de Hacienda,
estamos en un pico de pandemia muy bravo que requiere de muchísimos recursos
económicos. ¿No será que es el momento de que los congresistas, todos, reduzcan
sus salarios y prebendas a la mitad, para ayudar en algo a este déficit de caja
próximo a llegar? ¿No será oportuno que los líderes de las misiones
diplomáticas revisen sus plantas de cargos y las reduzcan a lo estrictamente
necesario, independientemente de consideraciones personales, para ayudar en
algo al déficit de caja?, ¿no será que todas las entidades estatales en el
ámbito nacional, municipal y departamental deben revisar sus gastos y
establecer un verdadero plan de austeridad?, ¿no será que las autoridades de
vigilancia y control deben también ajustarse el cinturón?
El panorama económico
que nos pintan: un déficit de caja en los próximos seis meses, una reforma
tributaria; posibilidad de que caiga aún más la calificación crediticia de
nuestro país, tanto que si tratáramos de financiarnos con bonos, estos serían
considerados como bonos basura, y en consecuencia nuestras posibilidades de
crédito implicarían costos muy altos; a su vez nos cuentan los medios de
comunicación que Colombia calificó como el país más corrupto del mundo, que la
justicia está tan congestionada que son muy pocos los casos que alcanza a
resolver, que el sistema de salud está colapsado, que las vacunas están
escaseando; que solo tres millones de los nueve millones de familias están
recibiendo subsidios económicos, que a duras penas les permite medio subsistir;
que no sabemos el número de desempleados derivados de la pandemia, ni el número
de empresas que ya han desaparecido del mercado o están a punto de hacerlo.
Lo extraño de todo esto
es que todas las entidades públicas siguen gastando a chorros, creando nuevas
dependencias, invirtiendo en imagen, comprando camionetas blindadas, haciéndose
incrementos superiores al porcentaje del mínimo legal vigente (caso
congresistas), llenando nóminas diplomáticas costosísimas, etcétera. Inclusive está la Comisión de Sabios creada desde 2017 para
recomendar el fortalecimiento de la austeridad del gasto del Estado; parece ser
que esa comisión no ha presentado el informe oficialmente por lo poco que se
conoce, o si lo ha hecho, o son paños de agua tibia o el gobierno no les está
parando bolas, porque es mucha la mermelada la que hay que repartir, quedando
solo el camino de la reforma tributaria, sin ni siquiera un compromiso de
austeridad de todas las entidades de las tres ramas del poder público.
La reforma tributaria,
con todo lo que nos han dicho, seguramente es necesaria, por lo visto muy apoyada
en la clase media y ojalá haciendo justicia, cobrando más impuestos a los
grandes asalariados y benefactores de prebendas en el Estado, como
congresistas, magistrados, diplomáticos, etcétera.
La reforma tributaria
para golpear lo menos posible a los colombianos, debe estar necesariamente
acompañada de un compromiso, concreto y medible, de todas las entidades del Estado.
¿Porqué será que no han
podido entender: que el interés general debe estar por encima del interés
particular, que estamos en emergencia, que la plata de los colombianos ya no
alcanza para todo lo que se le ocurra a la supervivencia política, que no están
llenando las expectativas de los colombianos, que le han abierto de par en par
las puertas a los representantes del populismo,
para que en un poco más de 400 días, el pueblo los escoja como gobernantes, y
así se replique lo de Medellín en Colombia?.
El régimen salarial
y prestacional de los congresistas riñe
con el derecho a la igualdad, establece beneficios y prerrogativas
desproporcionadas e inequitativos en relación con la realidad de la mayoría de los
servidores públicos y empleados del país. Esta realidad es de conocimiento público,
se la he oído a congresistas de los diferentes partidos y movimientos, pero no
han sido capaces de ponerse de acuerdo para solucionar tan odiosa injusticia, a
sabiendas de que son ellos los que hacen las leyes.
Hasta del impuesto
solidario del 20% se salvaron los congresistas, mejor dicho, ni para la
pandemia tuvieron que aportar.
Yo insisto,
señores congresistas, es el momento de dar ejemplo, es el momento de ponerse de
acuerdo en lo que se está de acuerdo, para que el país pueda hacerle frente a
tan difícil situación y avanzar.
Que nuestro Señor
Jesucristo los ilumine y los dote de valor, para acometer reformas que, aunque los
afectare a ellos personalmente, hagan justicia con el resto de colombianos.