domingo, 25 de abril de 2021

Me vacunaron

Andrés de Bedout Jaramillo
Por Andrés de Bedout Jaramillo*

Los sentimientos de miedo generados en estos momentos de pico de la pandemia, yo diría que se dividen en tres: miedo a enfermarse, miedo a que se enferme un ser querido y miedo a no poderse vacunar rápidamente. Estos miedos solo se disipan buscando fuerza, paz y tranquilidad en la oración, trabajo y ejercicio diario, alimentación sana, orden, aseo y dormir lo suficiente, además de tapabocas, distanciamiento y lavado de manos, permanentemente, y hasta en la casa.

Soy mayor de 65 y convivo con personas del grupo de 60 a 65, supuestamente próximo a vacunar. Mi decisión inicial estaba tomada: esperar, primero a que me llamaran, respetando un orden y segundo, que todos los del grupo quedáramos vacunados, francamente me parecía lo más lógico, lo más justo, lo más correcto. Nos postulamos en Mi vacuna, actualizamos datos en la EPS, Coronapp, Medellín me cuida; mejor dicho, listos para recibir la vacuna dentro de los planes del Gobierno.

El viernes 16 de abril, en los medios de comunicación locales informaron sobre vacunas en riesgo de perderse en Bello, Antioquia, supongo por los temas de cadena de frio. Francamente no paré bolas, mi plan estaba dispuesto, esperar ordenadamente a que me llamaran, dentro del grupo 60/65 años, para vacunarnos lo más juntos posible, quienes convivimos en la misma casa.

Llegado el medio día, mientras yo seguía en la reunión virtual en que me encontraba, mi hija y mi esposa procedieron con las averiguaciones sobre la veracidad de la noticia para hacer uso de esta oportunidad (inclusive se conoció por redes la convocatoria al personal de la salud), la cual, además, daba cabida a los mayores de 70 años que faltaran en primera y segunda dosis. Suspendí la reunión habida consideración de la importancia del tema y la gran presión de mi mujer y mi hija. Personalmente no me parecía bien vacunarme yo y sin poder hacerlo los demás. Me pareció que no esperar el llamado oficial de mi vacuna, sería generar más desorden e indisciplina. Desconfié de la vacuna, qué tal que ya esté vencida, pensé si valdría la pena ir hasta Bello cuando debería por lógica vacunarme en Envigado. Inclusive pensé que me podrían rechazar. En fin, decidimos emprender camino, pusimos el Waze y en una hora estábamos en nuestro destino, el coliseo al frente del Hospital Rosalpi de Bello. Por la cantidad de gente, carros, taxis y buses, todo nos llevó a concluir que la fila iba a ser muy larga, con el agravante de una tarde lluviosa; tres cuadras de personas por lo general mayores de 65 años, muchos acompañados por jóvenes, todos dotados de paraguas, buen abrigo, mecato, agua y, lo más importante, la esperanza de recibir la primera dosis; de entrada hicimos la fila, quedamos de últimos, nadie sabía nada, la fila no avanzaba, el aguacero arreció, como para abandonar el intento; ganó la fuerza de la esperanza, nadie desistió, inclusive los acompañantes menores de 65 años se la jugaron por si sobraban vacunas, a lo mejor alcanzaría para ellos también.

El sistema se había caído, como decimos. La vacunación estaba suspendida, qué paradoja. La vacuna lista y sin poderse poner por fallas en el sistema; mejor dicho, se pudo haber perdido la vacuna, ¿por culpa del sistema? Después de un par de horas de silencio, empezó a fluir la fila lentamente, lo que avivó la fuerza de la esperanza, aunque sin la certeza de poder lograr la vacunación, pues iban siendo como las 4:30 p.m., lo que nos llevó a pensar: se perdió la tarde, no vamos a entrar. Pero seguimos firmes en la fila y las niñas de la Secretaría de Salud de Bello, salieron a repartir unos improvisados boletos, lo que nos regresó la esperanza de ser vacunados con la primera dosis. Entramos al pequeño coliseo, perfectamente ordenados, todo el personal super amable. A las 5 p.m. salimos vacunados. Valió la pena esperar, mojarse, hacer la fila, creerle al rumor, no esperar llamada ni de Mi vacuna, ni de la EPS, ni de Medellín me cuida, ni de Coronapp.

Las vacunas son un recurso escaso, los laboratorios que las producen están sobrevendidos, inclusive han incumplido entregas; por ser un producto nuevo para esta emergencia, cualquier insignificante y aparente situación que se pueda asociar a la vacuna, obliga a su suspensión. Ya ha pasado con dos marcas en otros países. Acá no nos podemos dar el lujo de rechazar nada ante tan difícil situación. Yo estoy muy agradecido por haber sido beneficiario de la primera dosis, confiando en que las metas trazadas por el gobierno se van a cumplir y vamos a tener la inmunidad de rebaño a finales de 2021, principios de 2022. Ojalá que los privados puedan superar los impases en la consecución de las vacunas, para agilizar el proceso.

De todas maneras, debemos estar preparados para todo, cuidándonos para poder cuidar a los demás; el tapabocas, el distanciamiento, el orden y el aseo deben ser nuestros aliados permanentes. Si por alguna circunstancia terminamos contagiados en estos momentos y requerimos de hospitalización y de cuidados intensivos, esto implicaría una separación de la familia, pero es muy posible encontrar todo saturado, lo que aumentaría el sufrimiento de pacientes y familiares. Los desenlaces fatales aumentan día a día, inclusive en Chile donde se ha vacunado más del 30% de la población.

Ante la incertidumbre, la impotencia y el miedo, solo nos queda pedirle a nuestro Señor Jesucristo que nos dé fortaleza, nos proteja y nos ayude en esta situación mundial tan difícil.