Por Andrés de Bedout Jaramillo*
Los sentimientos de
miedo generados en estos momentos de pico de la pandemia, yo diría que se
dividen en tres: miedo a enfermarse, miedo a que se enferme un ser querido y
miedo a no poderse vacunar rápidamente. Estos miedos solo se disipan buscando
fuerza, paz y tranquilidad en la oración, trabajo y ejercicio diario,
alimentación sana, orden, aseo y dormir lo suficiente, además de tapabocas,
distanciamiento y lavado de manos, permanentemente, y hasta en la casa.
Soy mayor de 65 y
convivo con personas del grupo de 60 a 65, supuestamente próximo a vacunar. Mi
decisión inicial estaba tomada: esperar, primero a que me llamaran, respetando
un orden y segundo, que todos los del grupo quedáramos vacunados, francamente
me parecía lo más lógico, lo más justo, lo más correcto. Nos postulamos en Mi
vacuna, actualizamos datos en la EPS, Coronapp, Medellín me cuida; mejor dicho,
listos para recibir la vacuna dentro de los planes del Gobierno.
El viernes 16 de abril,
en los medios de comunicación locales informaron sobre vacunas en riesgo de perderse
en Bello, Antioquia, supongo por los temas de cadena de frio. Francamente no
paré bolas, mi plan estaba dispuesto, esperar ordenadamente a que me llamaran,
dentro del grupo 60/65 años, para vacunarnos lo más juntos posible, quienes
convivimos en la misma casa.
Llegado el medio día,
mientras yo seguía en la reunión virtual en que me encontraba, mi hija y mi
esposa procedieron con las averiguaciones sobre la veracidad de la noticia para
hacer uso de esta oportunidad (inclusive se conoció por redes la convocatoria
al personal de la salud), la cual, además, daba cabida a los mayores de 70 años
que faltaran en primera y segunda dosis. Suspendí la reunión habida
consideración de la importancia del tema y la gran presión de mi mujer y mi
hija. Personalmente no me parecía bien vacunarme yo y sin poder hacerlo los
demás. Me pareció que no esperar el llamado oficial de mi vacuna, sería generar
más desorden e indisciplina. Desconfié de la vacuna, qué tal que ya esté
vencida, pensé si valdría la pena ir hasta Bello cuando debería por lógica
vacunarme en Envigado. Inclusive pensé que me podrían rechazar. En fin,
decidimos emprender camino, pusimos el Waze y en una hora estábamos en nuestro
destino, el coliseo al frente del Hospital Rosalpi de Bello. Por la cantidad de
gente, carros, taxis y buses, todo nos llevó a concluir que la fila iba a ser
muy larga, con el agravante de una tarde lluviosa; tres cuadras de personas por
lo general mayores de 65 años, muchos acompañados por jóvenes, todos dotados de
paraguas, buen abrigo, mecato, agua y, lo más importante, la esperanza de
recibir la primera dosis; de entrada hicimos la fila, quedamos de últimos,
nadie sabía nada, la fila no avanzaba, el aguacero arreció, como para abandonar
el intento; ganó la fuerza de la esperanza, nadie desistió, inclusive los
acompañantes menores de 65 años se la jugaron por si sobraban vacunas, a lo
mejor alcanzaría para ellos también.
El sistema se había caído,
como decimos. La vacunación estaba suspendida, qué paradoja. La vacuna lista y
sin poderse poner por fallas en el sistema; mejor dicho, se pudo haber perdido
la vacuna, ¿por culpa del sistema? Después de un par de horas de silencio,
empezó a fluir la fila lentamente, lo que avivó la fuerza de la esperanza, aunque
sin la certeza de poder lograr la vacunación, pues iban siendo como las 4:30
p.m., lo que nos llevó a pensar: se perdió la tarde, no vamos a entrar. Pero
seguimos firmes en la fila y las niñas de la Secretaría de Salud de Bello,
salieron a repartir unos improvisados boletos, lo que nos regresó la esperanza
de ser vacunados con la primera dosis. Entramos al pequeño coliseo,
perfectamente ordenados, todo el personal super amable. A las 5 p.m. salimos
vacunados. Valió la pena esperar, mojarse, hacer la fila, creerle al rumor, no esperar
llamada ni de Mi vacuna, ni de la EPS, ni de Medellín me cuida, ni de Coronapp.
Las vacunas son un
recurso escaso, los laboratorios que las producen están sobrevendidos,
inclusive han incumplido entregas; por ser un producto nuevo para esta
emergencia, cualquier insignificante y aparente situación que se pueda asociar
a la vacuna, obliga a su suspensión. Ya ha pasado con dos marcas en otros
países. Acá no nos podemos dar el lujo de rechazar nada ante tan difícil
situación. Yo estoy muy agradecido por haber sido beneficiario de la primera
dosis, confiando en que las metas trazadas por el gobierno se van a cumplir y
vamos a tener la inmunidad de rebaño a finales de 2021, principios de 2022. Ojalá
que los privados puedan superar los impases en la consecución de las vacunas,
para agilizar el proceso.
De todas maneras,
debemos estar preparados para todo, cuidándonos para poder cuidar a los demás;
el tapabocas, el distanciamiento, el orden y el aseo deben ser nuestros aliados
permanentes. Si por alguna circunstancia terminamos contagiados en estos
momentos y requerimos de hospitalización y de cuidados intensivos, esto
implicaría una separación de la familia, pero es muy posible encontrar todo
saturado, lo que aumentaría el sufrimiento de pacientes y familiares. Los
desenlaces fatales aumentan día a día, inclusive en Chile donde se ha vacunado
más del 30% de la población.
Ante la incertidumbre,
la impotencia y el miedo, solo nos queda pedirle a nuestro Señor Jesucristo que
nos dé fortaleza, nos proteja y nos ayude en esta situación mundial tan
difícil.