Por Antonio Montoya H.*
Son representaciones diplomáticas de un país en
el exterior, y así como Colombia las tiene, los otros países también. No son
pues exclusivas de Colombia, ni obedecen al capricho del gobernante de turno,
se requieren como parte fundamental de la política exterior y en muchas
ocasiones los encargados de ellas libran grandes batallas en la defensa del Estado,
de los nacionales que vivan en ese lugar y de los negocios comerciales que se
desarrollan en un país extranjero con Colombia.
La política exterior, tiene como objetivo la
consolidación y fortalecimiento de las instituciones políticas, que a su vez
deben responder a los cambios que se presenten. Y por ello son vitales en el
adecuado desenvolvimiento de las relaciones internacionales las embajadas y los
consulados.
Se busca también que se logre crecimiento
económico, ser más competitivos, que se tengan igualdad de oportunidades para
el país y se logre consolidar la paz, conllevando a una mejor integración
regional.
A través de la embajada, se busca destacar
temas en los que el país pueda demostrar su crecimiento, su capacidad de
negociación y fundamentalmente defender los intereses políticos del país que
represente, así pueden observar ustedes que la embajada de Colombia en Estados
Unidos tiene un papel preponderante en las relaciones entre los dos países,
logrando apoyos para nuestros proyectos y evitando decisiones que nos
perjudiquen.
Los embajadores son pues verdaderos
representantes del gobierno llevan la vocería de la política exterior y
desarrollan, en mi opinión, una labor importante en la defensa del nombre de
Colombia, porque además liman diferencias y evitan choques directos entre los
presidentes, recayendo en el Ministerio de Relaciones exteriores esa
responsabilidad de ser una especie de barrera protectora de la Presidencia de
la República.
Cuántas luchas internacionales no han tenido
que asumir los embajadores en el caso del problema de las drogas, en el
terrorismo y en temas de derechos humanos, los tres aspectos en los que
frecuentemente estamos en el ojo del huracán, y allí, nuestros embajadores
defienden con ahincó nuestros derechos y el nombre de la patria.
Los consulados son importantes, realizan
funciones diferentes a las embajadas, entre ellas la de renovar o expedir
pasaportes y otros documentos oficiales, ayudar a las personas detenidas,
suministrar información importante, asistir a los nacionales en una catástrofe
o emergencia, tramitar visas y permisos a ciudadanos extranjeros y, en todo
caso, atender cualquier necesidad que se le presente a un colombiano o su
familia allí, dándole instrucciones o buscando la forma de solucionar el
problema. Es pues una función vital para que quienes salen del país se sientan
protegidos por los funcionarios del consulado en el caso que se requiera.
Entonces es claro que la embajada tiene una
función vital ante el gobierno que lo acepta y los consulados son de apoyo y gestión.
Hoy Colombia tiene 63 embajadas y 105
consulados, lo que significa la importante labor política y comercial que estas
realizan allí. El Ministerio de Relaciones Exteriores, que es el encargado del
manejo de ellas, y de la vigilancia de su adecuada gestión, no son ruedas
sueltas que hacen las cosas al vaivén de los acontecimientos, sino que cumplen
un plan diseñado y estructurado, además, sus sedes están en lugares
importantes, situadas en países y regiones vitales para ampliar nexos políticos
y comerciales.
Es importante manifestar que la mayoría de las
embajadas y consulados son ocupados por funcionarios de carrera, que han
estudiado, están debidamente preparados y representan al país con grado de
certeza y conocimiento.
Tal vez muchos creen que son cargos
burocráticos, o que se designan a personas para que cumplan el tiempo que les
falta de jubilación, o políticos desempleados que no lograron reelegirse, y
creo yo que todo eso es posible, que esos casos se den, pero, contrario a lo
que piensan la mayoría de las personas, esos nombramientos son pocos en
comparación del número de embajadores y cónsules y no pueden afectar la
realidad de lo que allí se logra en el ámbito económico y político. Al final
son personas, en la mayoría de los casos, anónimas que se dedicaron toda su
vida al servicio público, que han entregado su conocimiento y trabajo por el
país.
Creo yo que, de todas, los ministerios,
gobernaciones, alcaldías, y demás instituciones del ejecutivo, las embajadas y
consulados nos dan más beneficios que problemas. Son contados los casos de
corrupción o abusos de poder ya que se cuentan en los dedos de las manos. Sí sé
de funcionarios que sobresalen por su trabajo y dignifican a Colombia, entre
ellos podría mencionar nuestros embajadores en Estados Unidos, Brasil y China,
que promueven el comercio, salen en defensa del país y realizan una
extraordinaria tarea.
Por todo ello, defiendo el servicio
diplomático, sus frutos y adecuada labor. Sería la última institución que
modificaría y posiblemente deberían crearse más consulados.