domingo, 18 de abril de 2021

¡El problema de haberle vendido el alma al diablo! Parte dos

El problema de haberle vendido el alma al diablo dos

Luis Guillermo Echeverri Vélez
Por Luis Guillermo Echeverri Vélez

– Parte Dos. Del Populismo. (Serie Cultura de la Legalidad)

La política importa, y está en manos del sector privado y los medios productivos de la economía, que son los que generan empleo y bienestar, evitar que el populismo se trague la democracia.

Todos cometemos errores, eso está claro. El asunto difícil es, cómo reconocerlos y corregirlos. Y aquí, en la lucha por el poder, parece que se vale de todo y los partidos políticos ya le vendieron el alma al diablo del clientelismo.

Pareciera que en las próximas elecciones “vamos a pagar, justos por pecadores”, a cuenta de la ausencia de entendimiento de los partidos sobre lo elemental que implican los valores fundamentales de la democracia, y de las estúpidas e irresponsables indolencias de un fardo de inútiles que dicen que quieren ser presidentes, sin estar preparados para sortear la recuperación económica de un país entero después de una pandemia global, y que no se dan cuenta de su incapacidad para suplir en solitario, las necesidades de desarrollo socio-económico de la nación.

Colombia necesita la continuidad del camino trabajador y honesto, constructor de legalidad, que le ha marcado al país el actual presidente en medio de dificultades sin precedentes. No es criticando al gobierno que se conserva el espíritu democrático. Miremos bien en la frontera nororiental y en nuestras calles, las consecuencias de haber dejado descarrilar los valores esenciales de una democracia.

Se demanda una persona, sensata, honorable, con buena experiencia de vida y vocación de servicio, que sepa administrar y que sea capaz generar compromiso con el deber ser y la legalidad. No es solamente cuestión de un nombre reconocido en el sector público, ni de inflar un muñeco famoso de la política que nos presida por otro período. La cosa es, poder contratar a alguien debidamente acreditado para la responsabilidad democrática que confiere el mandato.

Aquí a un ciclista o a un futbolista para ser contratado o para llegar a la selección Colombia, a un profesional para ser gerente o presidente de una empresa privada importante, le toca pasar por un estricto proceso de acreditación y validación. Tiene que tener un parte de sanidad física y mental, credenciales que validen una calidad probada, una trayectoria efectiva y un buen comportamiento; en resumen, comprobar realidades que lo acrediten como el más competente para el oficio.

Pero cuando de ser candidato a presidente o de vivir del Estado se trata, parece que los criterios de selección de la gente se invierten y contradicen el deber ser y los valores de cualquier otro proceso de selección en búsqueda de excelencia.

Parece que para ganar el favor de los que se acreditan el poder de la formación de opinión, hay que manejar un discurso bien mentiroso y presentar todo un cuento que encubra las verdaderas intenciones que tenga un sujeto, pues, mientras más escandalosa y atrabiliaria sea su arenga, más mencionada y reconocida resulta ser la persona.

La cosa es, que no nos hagamos trampa con lo que digan las especulaciones tempranas de los medios y encuestadores, donde cualquiera puede ser candidato sin que medie un verdadero proceso de precalificación fundamentada en una trayectoria honorable y efectiva de servicio a la democracia que debían cumplir unos partidos que hoy solo están dedicados a la rebatiña por medrar de la misma canoa.

Tal y como se presenta el panorama actual, parece que vamos a un mundial en el báratro, con un equipo de mochos. ¿Habrá que volver a importar jugadores ajenos al manoseo de la hacienda pública, capaces de romper todos los esquemas politiqueros?

¿Será la elección, entre un mediocre incapaz de mantener el orden democrático que enmarcan las leyes y que garantiza la libertad, o caer al abismo totalitario a manos anárquicas de un corrupto faccioso con mascará de líder social de oposición al establecimiento y apoderado de un discurso propagandístico cargado de falsedades y resentimiento, que apele al descontento social y al odio de clases para engañar la juventud, en la misma forma que se pregona que ha sido engañado por quienes hasta ahora han tenido la responsabilidad de conducir la nación?

Pues el problema del populismo es como dice el refranero, que: “La mona, aunque la vistan de seda, mona se queda”. Y es que quienes se auto nominan y quienes se autodenominan de oposición, “ni rajan ni prestan el hacha”. Son lo mismo de lo mismo, ya que sus actos y sus conductas personales solo encubren un pasado y un presente corrupto y en veces hasta criminal, pues todos practican una politiquería clientelista, sucia y parasitaria que no podemos desconocer.

Terminemos diciendo que tristemente no existen en Colombia verdaderos movimientos y partidos políticos con valores, y que esto es: “río revuelto, ganancia de pescadores”, pues se perdió la verdadera vocación democrática y los conceptos ideológicos partidistas fueron reemplazados por las mentiras más convenientes para engañar al pueblo que todos pregonan representar.

Reflexionemos. Hablémosles a los padres, y como padres a los jóvenes con sinceridad sobre nuestros errores, hablémosle de la importancia de que, en su sed de cambio, no se dejen endulzar el oído por el populismo y perdamos los rieles de la libertad y el orden sobre los cuales rueda la justicia que acarrea el desarrollo en las democracias.