Por Pedro Juan González Carvajal*
Es claro que los ritmos de
las personas, los grupos, las sociedades y los países son distintos, pero,
además, es claro que el ritmo de nosotros los países subdesarrollados no
solamente es lento, sino que, además, es lentísimo.
Dificultad para manejar
situaciones de manera simultánea, recayendo en la lógica secuencial newtoniana
de la causa-efecto y entrando en conflicto con las nuevas realidades que nos
presentan y nos exigen la informática y las comunicaciones avanzadas, donde la
aparición de un hecho, su registro, su divulgación y las decisiones que
generan, pareciera que sucedieran en un mismo instante, gracias al
multiproceso.
Dificultad para asimilar,
procesar y decidir de manera rápida. Temor de equivocarse y necesidad de
respaldar las decisiones en consensos, que recordemos son medios, pero no fines
en sí mismos y que sirven casi siempre para diluir responsabilidades y aparecer
como miembros de un grupo donde todos aciertan o donde todos se equivocan,
mostrando falta de liderazgo, falta de personalidad y, además, carencia de
autoconfianza.
Reuniones insulsas, no
preparación previa de las reuniones, selección no adecuada de los asistentes,
respuestas que no coinciden con las preguntas formuladas, incumplimiento de
cronogramas y presupuestos, carencia de Actas para hacer un adecuado
seguimiento de los compromisos adquiridos, son parte del día a día organizacional.
Ser directivo es tener la
capacidad de poder plantear estrategias sin dejarse absorber por lo operativo y
lo táctico que son los factores recurrentes que configuran el día a día. Hoy se
habla de la falta de liderazgo, o de manera tragicómica, denominamos como líder
a cualquiera que tiene algo de iniciativa, sacrificando el verdadero sentido
del concepto.
Ejecutivos llenos de
aparatos tecnológicos a quienes se les olvida la fecha, incumplen reuniones,
pasan por alto aniversarios y cumpleaños, y mucho peor, desatienden compromisos
y obligaciones propios de su actividad y de su responsabilidad.
Profesionales que no saben
plantear objetivos y mucho menos hacerle seguimiento a los procesos y a las
actividades para garantizar su cumplimiento.
Hombres y mujeres que no
saben priorizar, que no tienen claridad mental y obviamente carecen de método
de trabajo.
A través de la historia,
la capacidad, la personalidad, el carácter, el temple y el talante de los
humanos, marcan su forma de enfrentarse al mundo.
Pero es su voluntad, su
decisión, su compromiso, las calidades que les permiten actuar y alcanzar sus
metas.
Tozudez, testarudez,
persistencia, insistencia, resiliencia, son atributos a rescatar en medio de un
mundo y una realidad signados por la volatilidad, la incertidumbre, la
complejidad y la ambigüedad.
Los procesos educativos
deben potenciar ciertas habilidades y competencias que le permitan al humano
sobrevivir y saber vivir en sociedad. Sin embargo, hay que tener en cuenta que
de acuerdo con la frase lapidaria que está escrita en el frontispicio de la
varias veces centenaria Universidad de Salamanca, “Lo que natura no da, Salamanca no lo presta”, reconociendo que en
la viña del Señor hay de todo y que el que es incapaz es incapaz, y que el que
es bruto es bruto, y punto.
Por ahora, una invitación
respetuosa, pero con mensaje de urgencia para que quien es líder ejerza su
liderazgo, para que quien es directivo actúe en consecuencia y para que, en
medio de la necesaria claridad de objetivos, la solidaridad y el respeto, todos
empujemos para el mismo lado.
¡Insistir, persistir y
nunca desistir!