martes, 6 de abril de 2021

De cara al porvenir: a paso de tortuga

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal*

Es claro que los ritmos de las personas, los grupos, las sociedades y los países son distintos, pero, además, es claro que el ritmo de nosotros los países subdesarrollados no solamente es lento, sino que, además, es lentísimo.

Dificultad para manejar situaciones de manera simultánea, recayendo en la lógica secuencial newtoniana de la causa-efecto y entrando en conflicto con las nuevas realidades que nos presentan y nos exigen la informática y las comunicaciones avanzadas, donde la aparición de un hecho, su registro, su divulgación y las decisiones que generan, pareciera que sucedieran en un mismo instante, gracias al multiproceso.

Dificultad para asimilar, procesar y decidir de manera rápida. Temor de equivocarse y necesidad de respaldar las decisiones en consensos, que recordemos son medios, pero no fines en sí mismos y que sirven casi siempre para diluir responsabilidades y aparecer como miembros de un grupo donde todos aciertan o donde todos se equivocan, mostrando falta de liderazgo, falta de personalidad y, además, carencia de autoconfianza.

Reuniones insulsas, no preparación previa de las reuniones, selección no adecuada de los asistentes, respuestas que no coinciden con las preguntas formuladas, incumplimiento de cronogramas y presupuestos, carencia de Actas para hacer un adecuado seguimiento de los compromisos adquiridos, son parte del día a día organizacional.

Ser directivo es tener la capacidad de poder plantear estrategias sin dejarse absorber por lo operativo y lo táctico que son los factores recurrentes que configuran el día a día. Hoy se habla de la falta de liderazgo, o de manera tragicómica, denominamos como líder a cualquiera que tiene algo de iniciativa, sacrificando el verdadero sentido del concepto.

Ejecutivos llenos de aparatos tecnológicos a quienes se les olvida la fecha, incumplen reuniones, pasan por alto aniversarios y cumpleaños, y mucho peor, desatienden compromisos y obligaciones propios de su actividad y de su responsabilidad.

Profesionales que no saben plantear objetivos y mucho menos hacerle seguimiento a los procesos y a las actividades para garantizar su cumplimiento.

Hombres y mujeres que no saben priorizar, que no tienen claridad mental y obviamente carecen de método de trabajo.

A través de la historia, la capacidad, la personalidad, el carácter, el temple y el talante de los humanos, marcan su forma de enfrentarse al mundo.

Pero es su voluntad, su decisión, su compromiso, las calidades que les permiten actuar y alcanzar sus metas.

Tozudez, testarudez, persistencia, insistencia, resiliencia, son atributos a rescatar en medio de un mundo y una realidad signados por la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad.

Los procesos educativos deben potenciar ciertas habilidades y competencias que le permitan al humano sobrevivir y saber vivir en sociedad. Sin embargo, hay que tener en cuenta que de acuerdo con la frase lapidaria que está escrita en el frontispicio de la varias veces centenaria Universidad de Salamanca, “Lo que natura no da, Salamanca no lo presta”, reconociendo que en la viña del Señor hay de todo y que el que es incapaz es incapaz, y que el que es bruto es bruto, y punto.

Por ahora, una invitación respetuosa, pero con mensaje de urgencia para que quien es líder ejerza su liderazgo, para que quien es directivo actúe en consecuencia y para que, en medio de la necesaria claridad de objetivos, la solidaridad y el respeto, todos empujemos para el mismo lado.

¡Insistir, persistir y nunca desistir!