José Leonardo Rincón, S. J.*
Hoy
celebro mi onomástico y de ello me siento muy orgulloso. No era así de niño
cuando me decían Josecito, un nombre que me parecía demasiado común y que ignoraba
mi segundo nombre. Hoy es al revés: cuando veo que solo me llaman Leonardo,
creo que me suprimen no solo la mitad del nombre que me identifica, sino que
además me quitan un nombre del que me siento muy a gusto.
Hace
150 años, el Papa IX declaró a San José patrono de la Iglesia universal y
Francisco, para recordar tal decisión con su carta apostólica Patris Corde, quiso
que este año fuera en su honor. El escrito es muy bello y no quiero dejarlo
pasar sin subrayar las 7 características que resalta nuestro Romano Pontífice del
perfil de este hombre tan particular:
Padre
amado. Amado en primer lugar por Dios, pues ser el esposo de María y padre de
Jesús es evidente muestra de ello. Amado por el pueblo creyente que, al usar su
nombre en personas e instituciones de una variedad enorme, hace homenaje a un
hombre lleno de virtudes.
Padre
en la ternura. No podría ser de otra manera en un hombre de fe que con su
comportamiento era reflejo vivo de esa misma ternura que Dios misericordioso tiene
para con nosotros. Patris Corde, corazón de padre, el título dado al documento,
retrata quizás la más bella característica de José como hombre, de ahí que no
sea mera coincidencia que la iconografía muestre siempre a José con el niño
Jesús en sus brazos en una actitud afectuosa y tierna.
Padre
en la obediencia. No debió ser fácil para este hombre entender lo sucedido con
María y superar su repudio y rechazo. No fue fácil obedecer una orden legal que
lo obligaba censarse en pleno invierno y con su mujer encinta. Tampoco tener
que huir a Egipto por amenazas de muerte, estar allí un tiempo y tener que
volver a vivir en otro sitio. Ese ejemplo de obediencia a la voluntad del
Padre, muchas veces incomprensible, debió verlo Jesús para proceder del mismo
modo.
Padre
en la acogida. Acogida dijimos, de la voluntad de Dios, pero también acogida
generosa a los otros, comenzando por su esposa, después de superado el
incidente, de su hijo cada día y de tantos otros que debieron encontrar en su
humilde hogar una casa acogedora y grata.
Padre
en la valentía creativa. Ya lo vimos proceder así en momentos y tiempos
adversos. Se necesita coraje y mucho valor para afrontarlos sin dar el brazo a torcer,
sin claudicar, más aún, siendo creativos e ingeniosos para salir adelante. Por
eso tenemos en José un modelo de emprendedor que sortea creativamente los
problemas y no se arredra ante las dificultades.
Padre
trabajador. Si por algo es también reconocido el carpintero de Nazaret es por
su capacidad de trabajo. Hoy es su fiesta religiosa, pero el primero de mayo se
le recuerda también en su faceta de obrero. El hombre que con su trabajo se
siente dignificado. El hombre que labora de sol a sol, para sustentar los suyos
y salir adelante. El hombre tenaz y esforzado que nos enseña a manejar
acertadamente los recursos no en vano se convierte también en patrono de
ecónomos y administradores.
Padre
en la sombra. José tuvo claro su rol en la historia de salvación y lo asumió en
propiedad y sin afán de protagonismo. Estar en la sombra es renunciar
conscientemente a los primeros puestos, el reconocimiento y los aplausos. Como
Juan Bautista, supo hacerse a un lado para darle a Jesús el sitial que le
correspondía y ponerse de su lado para contribuir a su causa.
Ese
es José, el hombre que la Iglesia hoy exalta y ofrece como referente.