viernes, 26 de marzo de 2021

Por una Semana Santa más provechosa

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Estamos ad-portas de la Semana Santa culmen de lo que conocemos como cuaresma, cuarenta días, se supone, de cuarentena espiritual.

Mirada desde otra óptica, la cuaresma se me ha vuelto más interesante. Me ha servido mucho hacer una respetuosa analogía con los sistemas de gestión de calidad que hoy día empleamos en muchas organizaciones. Si Dios es el certificador oficial de nuestra existencia, apenas razonable será que tengamos nuestra plataforma estratégica muy clara y definida en su norte con una visión de futuro, es decir, esos sueños a realizar en el mediano plazo. Dígase lo propio de la misión, es decir, el core u objetivo central de nuestra vida, los valores y los grandes objetivos de nuestra existencia. Ahora bien, esto no basta. El deber ser se puede quedar en eso, en sueños, planes, propósitos, objetivos, buenas intenciones. No es suficiente.

Es necesario revisar en la plataforma diagnóstica qué tan lejos o qué tan cerca estamos de realizar esas estrategias. Contamos con diversas herramientas: medición de nuestro clima organizacional (cómo estamos con los otros); la matriz DOFA que cual examen de conciencia ayudaría a evaluar nuestra propia vida viendo esas debilidades y fortalezas, oportunidades y amenazas. Encuestas de satisfacción que sería lo que la gente piensa de uno y que serviría para ver qué nos critican y por qué nos felicitan. Esa auditoría interna realmente evalúa cómo estamos. Ahí van a aparecer oportunidades de mejora y también las no conformidades que yo asemejo las menores a pecados veniales y las mayores a los pecados mortales.

Lo más importante de este ejercicio es poder hacerlo con sincera honestidad. Uno podrá engañar a los auditores externos, pero no lo podrá hacer consigo mismo. Aquí no se valen las excusas y las justificaciones, la carreta y el discurso. Tener claro el diagnóstico ayuda mucho para ser realistas y poder, si se quiere, caminar por la senda del mejoramiento continuo hacia la excelencia, eso que los jesuitas llamamos Magis, una dinámica del superlativo que no nos permite apoltronarnos en la mediocridad y sí responder a la llamada evangélica a ser perfectos y no solamente de calidad.

Ahora bien, donde uno se juega el todo por el todo es en la gestión. Se podrá tener muy claro el deber ser, se podrá esclarecer la realidad de nuestro ser, pero lo que finalmente cuenta es el hacer, la gestión, con resultados concretos, con evidencias. En el capítulo 25 del Evangelio de Mateo, hablando del examen que nos van a hacer en el juicio final nos dan los parámetros: qué hiciste por ellos, por los demás, por los pobres. No lo que pensé, no lo que quise, no lo que dije. No. Lo que cuenta es lo que hice. San Ignacio la tenía clara: el amor hay que ponerlo en las obras, no en las palabras. Que es lo mismo que decir con el adagio popular: obras son amores que no buenas razones.

Así las cosas, ser cristiano entonces es algo más que ir a misa los domingos, rezar de vez en cuando o ser juiciosos yendo a las ceremonias de Semana Santa. La vida que Dios nos regaló, una única, sin esperanzas de reencarnación, es para encontrarle sentido, ser feliz, realizarse cumpliendo los propósitos, en últimas ser mejores personas, mejores seres humanos que no solo se preocupan por sí mismos, sino que buscan ayudar y ser solidarios con otros, venciendo “su propio amor, querer e interés”, es decir, superando el solipsismo egoísta al que nos han acostumbrado.

A las puertas de la Semana Santa, la invitación es a hacerla más provechosa. Rico hacer un paréntesis laboral, descansar, pero mejor todavía hacer provechosos estos días realizando un escaneo a nuestra propia vida. Es un ejercicio saludable y reconfortante hacer ese check-list y verificar cómo estamos. Si al final evidenciamos satisfactorios progresos, habrá valido la pena.