martes, 16 de marzo de 2021

De cara al porvenir: hace un año

Pedro Juan González Carvajal
Pedro Juan González Carvajal*

Hace un año ya que tímida y casi que ingenuamente, comenzábamos a enfrentar el primer hito histórico del presente siglo: la aparición de una pandemia.

Primeros síntomas considerados como lejanos y focalizados comenzaban a ser tenidos en cuenta en los titulares de los noticieros, hasta que la Organización Mundial de la Salud, me imagino que, superando presiones desde todos los ángulos, finalmente se atrevió a hacer el anuncio que no esperábamos: El mundo enfrenta una pandemia.

Ni siquiera el Foro Económico Mundial del 2020 en sus documentos anuales, mencionaba el asunto, ya por desconocimiento, ya por omisión consciente, a pesar de la sintomatología y las noticias que se iban propagando.

Los gobiernos del mundo comenzaban a reaccionar estupefactos ante el convencimiento de que ningún país, ni ninguna institución planetaria estaba preparada para enfrentar, ahora sí, por fin, un asunto de carácter planetario.

Aprendimos a ver como de manera formal, los gobiernos de todo el mundo comenzaban a tomar medidas, todas de buena fe, en medio de un desconocimiento total del asunto y de una completa incertidumbre. Es decir, la improvisación se convirtió en el pan nuestro de cada día y todos éramos testigos de la restricción en orden creciente de elementos básicos de la democracia: restricción a la movilidad, impedimento para trabajar, así como cuarentenas de corto plazo, invitación a los ciudadanos para que se comportaran responsablemente, entre otras varias medidas.

Apareció una nueva jerga donde palabras como coronavirus, COVID, confinamiento, UCIS (unidades de cuidados intensivos), cuarentena y autocuidado, se volvieron significativas y recurrentes.

Todos los días aparecían (y siguen apareciendo) rankings alrededor del número de contagiados, número de muertos, ocupación de UCIS y personas que superaban el contagio, los cuales mirábamos entre estupefactos e incrédulos.

Como toda situación humana, las reacciones fueron diversas con respecto, por ejemplo, al personal médico que, por su trabajo, debía exponerse al contagio: unos los miraban como un peligro por la posibilidad de irradiar contagios y otros los miraban como a unos héroes.

Se hizo evidente que la vulnerabilidad y la iniquidad eran comunes denominadores a lo largo y ancho del planeta: La figura de la democracia estaba siendo juzgada por su incapacidad de haber generado condiciones dignas para todos los ciudadanos, sin que los otros modelos mostraran nada diferente.

Se desnudó la pobreza, la desigualdad y la iniquidad planetaria. Se evidenció la incapacidad de una clase política mediocre y la incultura ciudadana sin distingo de estratos en un país como Colombia.

Politiqueros oportunistas se echaban sus discursos inconexos, sembrando zozobra e incertidumbre por todos los continentes, y, cada quien, a prueba y error, reaccionaba con medidas propias y solo el tiempo diría si resultaban efectivas o no.

Afortunadamente el aprovisionamiento de alimentos no estuvo afectado para aquellos que tenían recursos para adquirirlos y los gobiernos trataban, a punta de subsidios insostenibles en el tiempo, de paliar la emergencia con los ciudadanos más vulnerables y las empresas, que también mostraron su real capacidad y dimensión, evidenciando que tenemos más negocios que empresas, pero que esos negocios son quienes generan la más importante masa de vinculación laboral, ya sea formal o informal.

El confinamiento llevó a la transformación de las actividades laborales y educativas, lo cual dio cuenta de la capacidad de adaptación en medio de las restricciones en todos los ámbitos.

Retomando a Darwin, solo las especies que se saben adaptar son las que sobreviven. Esta especie humana tiene unos exponentes que efectivamente son capaces de reacomodarse y adaptarse y otros que no.

Para los últimos, no hay vacuna que valga.