Por John Marulanda*
Un buen ejemplo de la
situación humana y política de Latinoamérica es el drama que se desarrolla en
dos países siameses, Venezuela y Colombia.
Aquel, se disuelve
como nación por unas fuerzas armadas que sostienen y apadrinan la pesadilla de
una secta política ladrona, con un rey muy gordo sobre un pueblo famélico.
Este, amenaza fragmentarse como país por efectos de una ilegítima justicia al
servicio de la banda de las FARC, es decir, del crimen organizado transnacional
disfrazado de marxismo-leninismo.
Alamares y togas
Generales y magistrados
son los máximos responsables de que los venezolanos deambulen muertos de hambre
por calles y carreteras de Latinoamérica y de que en Colombia crezca la
violencia. La fuerza de la sinrazón y la sinrazón sin fuerza, están conduciendo
a pasiones desbordadas, pues cuando las jerarquías morales dimiten, los
apetitos mandan y hacia allá nos dirigen los jueces que desestabilizan a
Colombia y los militares que escombran a Venezuela.
Por el siglo cuarto
antes de Cristo, en el campo de batalla, los jefes de los ejércitos salían al
frente y a grito heridos insultaban con los peores epítetos posible a sus
rivales, calentando los ánimos para el combate. En ese remoto escenario está el
señor Padrino, que no representa a un profesional oficial de Estado Mayor, sino
a un politiquero barato disfrazado de soldado, resultado de la alienación
militar cubana a un ejército otrora “forjador de libertades”.
Antecedido de una
andanada de denuestos verbales de Maduro contra Duque, Padrino ultrajó puño al
aire al mismo Duque y pocas horas después fue seguido por el narcoterrorista
fariano alias “Santrich”, quien públicamente, desde territorio venezolano,
sentenció a muerte al presidente colombiano. Pareciera una estrategia para
provocar alguna reacción que genere un incidente mayor. Solo falta el atentado
anunciado por el embajador de Cuba en Bogotá.
En Colombia,
“magistrados” alfiles del comunismo, sustentados en los decires de ONG
declaradas enemigas de los militares, intentan resquebrajar a punta de
sentencias el ánimo de las FFMM, el único dique que ha contenido la histórica
violencia del país. La tal JEP, diseñada por el secretario del partido
comunista español para lavarle la cara a los criminales de lesa humanidad de
las FARC, en un grotesco auto de prestidigitación jurídica, sacó de su cubilete
un asombroso relatorio de 6 mil y más víctimas de ejecuciones extrajudiciales,
tratando de convertir al ejército en lo que previamente un desafortunado fiscal
intentó infructuosamente: en una estructura criminal al servicio de un Estado
burgués. Lo irónico es que son esos “criminales” militares y policías quienes
les protegen sus vidas y quienes deben ejecutar sus autos, cuyo cumplimiento ya
muchas comunidades impiden abiertamente. La desobediencia civil, que los
mamertos se engañan creyéndola “resistencia”, está germinando en caos.
Tejiendo una complicada trama
Padrino, habla del “Estados de bienestar construidos en revolución”
negándose a ver el hambre que campea en el país y el presidente de la JEP habla
de miles de “falsos positivos”, tratando de empalidecer la culpabilidad de los
verdaderos asesinos causantes del desastre, ahora congresistas y protegidos por
los mismos cubanos que idiotizaron a los soldados venezolanos.
Los soldados y
“soldadas” de “Madrino”, de los cuales hay varios cientos buscando alimentación
y refugio en Colombia, siguen hambreados bajo un mando fachoso, mientras los
soldados neogranadinos continúan sosteniendo una desajustada democracia en
medio del viboral narcotraficante del castro-chavismo.
Sin ciencia, sin
tecnología, con una brecha digital insalvable, cooptada por el crimen
organizado transnacional, Latinoamérica involuciona, agravada por la pandemia,
hacia un continente pauperizado a pesar de sus inmensas riquezas explotadas por
Europa, Estados Unidos y ahora por el Partido Comunista chino. Triste destino
de quienes no hemos sabido elegir nuestros dirigentes y administradores y de
quienes vendimos el buen vivir por un cuento importado de la Europa colonial,
además mal contado. En medio de la desazón y la ira que se avizoran,
volveremos, venezolanos y colombianos, los ojos hacia atrás y veremos a los
verdaderos “máximos irresponsables” de nuestra situación. En Venezuela, generales.
En Colombia, magistrados.
Para la tarea de
arreglar este entuerto, algunos sesenteros de mi generación siguen buscando al
hombre providencial: otro Chávez, otro Pinochet; los menos “maduros” insisten
en ensamblar experimentos políticos fallidos y los jóvenes, maleducados en historia,
racionalidad crítica y lógica, obnubilados por efímeros videos de redes
sociales, encantados por frases simplificadoras, buscan en el entretenimiento
alivio a las angustias del momento. Siguiendo el mito del realismo mágico
garciamarquiano, nuestros descendientes ya están naciendo con cola de marrano.