miércoles, 17 de febrero de 2021

Hacia el punto de no retorno

Por José Alvear Sanín*

Nunca ha estado la economía colombiana en situación peor: menor ingreso fiscal, de unos 80 billones de pesos… servicio de la deuda, de unos 60 billones… déficit en balanza de pagos, de unos 15.000 millones de dólares… endeudamiento externo total de 147 billones de dólares… desempleo del 25% y más, y juvenil, del 40%... dependencia cambiaria de las exportaciones ilegales…

Este panorama es aterrador y uno no puede dejar de admirar la calma de las autoridades económicas, ajenas al pánico. Desde luego, si el presidente y el Minhacienda manifestaran la angustia que deben sentir, la situación sería mucho peor.

Tampoco nunca antes ha sido más urgente un plan integral de recuperación económica. A veces los ministros hablan de reactivación a base de inversiones gigantescas en ambiciosos proyectos, públicos, privados y mixtos, pero la Tesorería está desfondada y el sector privado, exhausto. Sin embargo, no se considera nunca el adelgazamiento del Estado, la austeridad en el gasto y el aplazamiento de erogaciones suntuarias.

Finalmente, el gobierno anuncia un alza masiva de impuestos bajo la manida etiqueta de “reforma tributaria”, para recaudar unos 20 billones de pesos, suma que no alcanza para equilibrar las finanzas; y también aparece una fórmula mágica, la compra de ISA por parte de Ecopetrol, que no puede lograrse —aun si fuese tan benéfica como se dice— sin grandísimo endeudamiento de la petrolera, es decir, con más pasivos exteriores, así sean indirectos, del Estado.

Pero, en realidad, el gobierno no puede dejar de endeudarse inercialmente hasta donde le presten, porque sabe: 1. Que, en un país arruinado por la pandemia, el alza de impuestos rendirá apenas una parte del mayor recaudo precalculado. 2. Que el congreso no aprobará esa reforma tributaria; apenas, si mucho, una partecita. 3. Que la eliminación de las exenciones no dará mayor recaudo, pero pondrá contra las cuerdas a una multitud de empresas, agravará el desempleo y ahuyentará nuevas inversiones.

Y lo más grave: Si apenas con el anuncio de un IVA del 19% sobre toda la canasta familiar, al iniciarse la administración en un país relativamente próspero, los índices de aprobación del gobierno se fueron al suelo para nunca recuperarse, ¿qué pasará ahora con el sol a las espaldas y en un país depauperado?

Nada habría más grave que un gobierno sin el menor apoyo popular, a pocos meses de unas elecciones que pueden traer la revolución castro-chavista, porque un pueblo con hambre y desesperanzado se aferra a cualquier promesa, por absurda que parezca a las gentes de los estratos 5, 6, 7 y 8…

Alguien me observaba que con el IVA de 19% sobre los víveres, el gobierno poco gana pero Petro gana todo.

¿Habrá llegado el momento  de prepagar deuda externa apelando a las reservas del Banco de la República, de 59.000 millones de dólares, para aliviar la Tesorería?

No dudo que en Iberoamérica todos los gobiernos atraviesen situaciones similares. ¿Será que deben reunirse todos los presidentes, desde México hasta la Patagonia, para poder decidir acciones conjuntas frente a esta crisis, decretando una moratoria colectiva para  renegociar, reprogramar y refinanciar conjuntamente la deuda continental?

Estamos en momentos de suprema urgencia, porque el tiempo se agota y no aparece el líder que reclama la situación.

Con excepción de Petro, nadie tiene la solución de la crisis. En cambio, él ya ha anunciado que esta se conjura con emisión de 15 billones.

¿Una, dos, tres o más?, pero las personas corrientes, el 90% del electorado, no se dan cuenta de que esa es la solución venezolana… unas quincenas con los platos llenos y el hambre y la opresión durante los siguientes 60 años.

En todo caso, Petro no oculta con prudencia sus planes demenciales. Aprendió de Hitler que un electorado famélico, esperanzado con promesas seductoras, no analiza las locuras anunciadas… y en sus oídos resuena aquel inmortal canto gaucho: ¡Pícaro o ladrón, queremos a Perón!

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¡Après moi le déluge!

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¡Reconstrucción o catástrofe!