martes, 9 de febrero de 2021

De cara al porvenir: va y viene

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal*

En varias ocasiones he hecho pública mi posición en contra del traslado del Aeropuerto Olaya Herrera.

De cuando en vez, al burgomaestre de turno se le ocurre revivir el tema y plantearlo como una idea maravillosa, lo cual es respetable, pero la cual no comparto.

Es más, no solamente soy contrario a la posibilidad de su traslado, sino que soy amigo de su fortalecimiento con relación a habilitarlo para vuelos nocturnos, complementando con la modernización del principal aeropuerto de cada una de las subregiones de Antioquia para garantizar la adecuada movilidad dentro de un Departamento que debido a su topografía, cada que hay un invierno fuerte, debe hacer maromas para dar enormes vueltas y así cumplir con los recorridos iniciales, lo cual es abiertamente un exabrupto en temas de competitividad.

Obviamente el lote actual del aeropuerto debe mantener de “baba chorreada” a los grandes constructores y urbanistas, que, para poder acceder al menos a una parte del mismo, han propuesto la construcción de un central park medellinense, lo cual suena muy bonito, pero considero que es un eufemismo distractor para construir muchos edificios y malls de comercio, al lado de un pequeño parque.

En vez de pensar en un supuesto parque recreativo y arborizado donde hoy está el aeropuerto Olaya Herrera, uno de los principales aeropuertos con mayor cantidad de pasajeros movilizados del país, ahí tenemos el desafío ya estudiado, evaluado, dimensionado y calculado por parte de EPM en su momento, del Plan siembra que consiste en plantar 11 millones de árboles en las laderas del Valle de Aburrá para controlar la expansión de construcciones piratas, generar empleo para centenas de familias guardabosque, limpiar el aire, acceder al Protocolo de Kioto y disminuir la temperatura promedio, sin olvidar el enorme impacto visual y paisajístico una vez crezcan todos los árboles, así como las actividades turísticas y recreativas alrededor del senderismo, el ciclo montañismo y otras actividades asociadas.

No podemos olvidar, además, la intervención planteada en nuestros 7 cerros tutelares, lo que nos permitiría soñar y aproximarnos a la realidad de la ciudad de las flores y de la ciudad que combate la contaminación de múltiples maneras, todas ellas aportantes, complementarias e inteligentes.

Ya tuvimos un alcalde que colocó una malla en la mitad de la pista e históricamente es reconocido como un mandatario miope y torpe.

Pensemos en grande y sepamos aplicar nuestros pocos recursos y el poco espacio disponible que ofrece el Valle de Aburrá en proyectos que verdaderamente sean de alto impacto y actúen como detonantes del desarrollo.

Ahora bien, hablando de obras de ornato construidas y mal tenidas, el recorrido que hay por la Carrera 65 entre el Aeropuerto Olaya Herrera y la Calle 30 se ha convertido en un verdadero muladar.

Con un separador central bien delimitado, arborizado, con jardines sembrados, más o menos iluminado, se ha convertido en un botadero de basuras y de escombros de manera permanente. Mientras tanto, Empresas Varias de Medellín, tan eficiente en algunos sectores, aquí no ha dado muestras de efectividad, sino de gran displicencia e ineficiencia.

¡Lejos estamos de nuestra añorada “Tacita de plata”!