Por Pedro Juan González Carvajal*
Lamentable a todas luces
la muerte de cualquier ser humano por el tema de la pandemia. Sin embargo, la
desaparición del ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo y la de Julio
Roberto Gómez, presidente de la Confederación General del Trabajo de Colombia, coincidencialmente
el mismo día, debe llamarnos la atención de que este virus no respeta ni credo
ni condición. La cosa es en serio y no podemos relajarnos ni ante el uso
obligatorio del tapabocas, ni ante la lavada continua de las manos, ni ante el
distanciamiento social.
Ya lo aseveraba el gran
pensador jesuita Pierre Teilhard de Chardin, que el árbol de la vida debía ser
podado periódicamente. Sin embargo, es prudente que conscientemente no demos
papaya.
Y hablando de temas
filosóficos, está en el centro de la discusión en los círculos académicos
interesados en el tema, si la filosofía se aprende o si la filosofía se hace.
Discusión asociada hoy por hoy a la reflexión acerca de la vivencia ética por
encima de la especulación teórica sobre la ética, donde el buen vivir y el buen
comportamiento debe ser algo natural en la experiencia de vida, si queremos
presentarnos como seres civilizados.
En medio del pandemonio
noticioso, se hace evidente que una cosa es saber, y otra cosa es estar
informado. La vertiginosidad de los acontecimientos, la turbulencia que desata
las pasiones y la ligereza con la cual son tratados los temas, sin contar los
intereses propios de los dueños de los medios de comunicación, hacen que
nuestra realidad esté asombrosamente asociada a lo subrealista.
¿Quién sabe que sabe?
¿Quién cree saber? ¿Qué es lo que supuestamente se sabe? Digamos que existen
las verdades oficiales de las cuales nos pegamos la mayoría de los humanos,
para sentir algún tipo de seguridad ante la omnipresencia creciente de la
incertidumbre.
La responsabilidad actual
de los mandatarios de turno a lo largo y ancho del planeta los obliga a ser muy
ágiles para visualizar, entender, comprender, analizar y evaluar el impacto de
sus posibles decisiones. No es el momento de ser rigurosos en el análisis, pues
se podría caer muy fácilmente en lo que algunos analistas califican y denominan
como “La parálisis por análisis”. La velocidad de los acontecimientos y la
necesidad de respuestas rápidas es hoy uno de los signos y las exigencias que
traen nuestros tiempos actuales.
Esta pandemia nos ha
puesto en evidencia, por fin, un fenómeno de carácter global, diferente a los
ejemplos previos asociados únicamente a situaciones económicas.
Lo que sí es claro es que
esta pandemia nos ha hecho reconocer que somos un planeta fraccionado, al cual
le falta mucho camino por recorrer para que pueda ser observado y administrado
como un organismo vivo, como un ente global. Hoy por hoy se requieren
decisiones del orden planetario y lo que vemos es decisiones de bajísimo orden
de magnitud y de poquísimo y verdadero impacto entre las unidades político administrativas
nacionales y subnacionales, ante la carencia de una institucionalidad
apropiada. Debería ser la Organización Mundial de la Salud la que determinara
los protocolos planetarios, las medidas de implementación de encierros o de
cuarentenas, la administración central de la producción y distribución de las
vacunas, dando las pautas a seguir a todos los gobiernos del mundo sin
distingos de ningún tipo, las cuales deberían ser acatadas por todos.
¿Qué se gana con que un
país cierre sus fronteras si los otros las mantienen abiertas? ¿Cuál es el
sentido real de la democracia entre países y dentro de los países cuando
existen privilegios para el acceso a las vacunas? Personalmente pienso que esta
situación será una estocada mortal para el sentido, la comprensión y la
aceptación de la continuidad de los modelos mal llamados democráticos en el
mundo.
Como sugería Daniel Bell,
a las sociedades en los distintos niveles, hay que observarlas como seres
vivos, como un organismo compuesto de muchas partes, o dicho más estrictamente,
de muchos subsistemas.
Si el planeta no aprende a
integrarse, si los países no se unen en sus respectivos interiores, pues
tranquilos, este será el principio del fin de nuestra especie y nosotros
seremos testigos pasivos, o mejor dicho, cómplices de tan estruendoso fracaso.
No sé cuál es el descreste
por la insistencia del presidente Biden en su discurso de posesión invitando a
los ciudadanos norteamericanos a que se unan, pues si no se unen, no saldrán
adelante. Verdad de Perogrullo que algunos aceptan, pero no practican,
comenzando por los pretendidos líderes caudillistas que hoy pululan en el
mundo, como una peste paralela.
No sé ni entiendo que
quieren decir las autoridades cuando ante los continuos asesinatos de líderes
sociales y de reinsertados del proceso de paz, argumentan que no se trata de
crímenes sistemáticos. Con el debido respeto o no conocen el concepto de sistemicidad
o nos creen pendejos a todos.