Por John Marulanda*
Una revista comercial
colombiana tituló su edición del pasado fin de semana: “Cuba. El dossier
secreto”. La publicación parece preocuparse por lo que representa un
verdadero e inminente peligro para Colombia: “Hay planes cubanos para
interferir en las elecciones de 2022, desestabilizar al país e incluso dicen
que la seguridad nacional podría estar en riesgo”, se lee.
Riesgo advertido y sin control
El artículo, que dudo tenga un genuino interés por la seguridad nacional,
llega luego de nuestras advertencias en “Fuera
cubanos de Colombia” (febrero de 2018), “Romper
con Cuba: imperativo moral y geopolítico” (octubre de 2019) y en
“Bogotá: la Estambul de América
Latina” (junio del 2020). En este último artículo dijimos: “Especial
mención merece Cuba, que posee el dosier de todos quienes desfilaron por sus
instalaciones durante el negociado narcoterrorista Santos-farc. Grabaciones
secretas, fotos, videos, documentos, reposan en los archivos del G2 que, de
acuerdo con la conveniencia, serán compartidos con el SEBIN y la DGCIM
venezolanos, con el DID nicaragüense o con quien se considere
conveniente. Los oficiales e informantes del G2 campean por el país,
hilando contactos, analizando dinámicas sociales y políticas del momento, planeando
escándalos desestabilizadores, filtrando noticias, ayudando a caotizar al
país…”
Pero es que desde
1978, un convenio entre el gobierno de Alfonso López —el mismo que ayudó a los
cabecillas del ELN a escapar de la Operación Anorí— y Cuba y una posterior Ley
de 1998, garantizan el libre movimiento de “profesionales” de la isla por el
territorio nacional, sin que exista un registro, mucho menos un control de
estos voceros, propagandistas y agentes del castrismo.
Metódicamente, la
dictadura isleña ha logrado instalar en el país organizaciones y
quintacolumnistas quienes, desde la política, la jerarquía eclesial, la prensa
y ONGs nacionales y extranjeras, insistentemente piden diálogo de paz con el ELN,
de manera particular cuando las fuerzas armadas los tienen acosados. Zartman,
Pruitt, Fisas y un sartal de teóricos aparecen entonces en los grandes medios
para justificar lo injustificable.
¿“Reconocer y agradecer el espíritu generoso” cubano?
Hay que ser enfáticos.
Colombia no le debe nada a Cuba como no sea dolor, sangre y dificultades.
Asesinatos, masacres, secuestros, extorsiones, los más grandes ecocidios, esa
es la historia de la intervención cubana en Colombia, a partir de 1962 y a
través de su criatura, el ELN. Por lo menos 4 intentos de negociación, uno de
ellos en Caracas y Cravo Norte en 1992, con los bárbaros asesinos elenos, no
han dado resultado. Un anacrónico analista concluye ligeramente que los
diálogos con el ELN han fracasado porque hay desconfianza entre los terroristas
cubanos y el Estado. Error: la desconfianza es entre la opinión pública colombiana
y los narcoterroristas, cuyos capos permanecen protegidos por la pandilla
castrista, la misma que dirige la inteligencia, la represión y la tortura en
Venezuela.
Ahora que Washington
reingresó la isla a la lista de los patrocinadores del terrorismo, que
parlamentarios de la Florida le piden a Biden una posición radical frente a «los
abusos de los derechos humanos en Cuba y Venezuela», Bogotá debiera replantear
sus relaciones con La Habana, como lo hicieron Lleras Camargo en 1962 y Turbay
Ayala en 1981. La firme posición expresada por Duque, debe ir más allá, con
hechos diplomáticos que den valor sustantivo a sus palabras. Por lo menos
revisar o suspender esos acuerdos educativos y de asistencia técnica, perversos
mecanismos de infiltración y subversión castrista. Sería un golpe de gran ayuda
en la lucha por deshacerse de la camarilla madurista, la que obliga a los
venezolanos a seguir el miserable ejemplo cubano y morir en una balsa, tratando
de escapar de su patria.
El comercio con Cuba
es de menos del 1% de nuestro balance y lo del nefasto acuerdo con el cartel
fariano, no es de agradecer a la isla, ingenuos, sino de arrepentirse. Sus
hacedores y responsables serán juzgados duramente por el tribunal de la
historia, a menos que compremos la novela que está escribiendo el padre de
Roux, simpatizante eleno, y su comisión de la verdad.
Mientras, en el barrio la cachimba…
Durante algunas noches
en la Bodeguita del Medio y en la casa de Benny Moré, negocios capitalistas
para encantar gringos y europeos en el corazón del comunismo latinoamericano,
noté que los cerebros de los castro-chavistas convencidos, en catatonía marxista-leninista
inducida desde hace más de 60 años, oyen “El cuarto de Tula”, la bailan, pero
en su subconsciente marcan La Internacional. Daño cerebral permanente. Y en
Colombia nos quieren aplicar la misma miserable terapia.
El gobierno
colombiano, debería escuchar atentamente el estribillo de esa rítmica canción
de González Siaba y apagar la vela encendida que ahora denuncia la revista de
marras, so pena de quedarse dormido y que el cuarto “coja candela”. Ya se huele
humo.