Por John Marulanda*
Desde agosto del 2020, un grupo de ciudadanos instauró una denuncia penal
contra el actual alcalde de Medellín. Según la queja, un hermano del
funcionario acordó con la reconocida y sanguinaria banda La Terraza, el apoyo
al entonces candidato. Gracias a intimidación y dinero, se obtuvo la ventaja
electoral en las áreas que controlan los delincuentes, lo que le permitió a
Daniel Quintero Calle llegar a la alcaldía, dicen los demandantes. La
investigación está en manos de la fiscalía 196 Seccional.
Bandas o colectivos
En Medellín, la política de seguridad pública persiste en el manido patrón
de publicitar capturas de cabecillas, episodios poco efectivos ante estructuras
con abundantes relevos y una justicia chueca. Durante un año de gestión de
Quintero, la capital paisa concluye en un mapa delincuencial poco tranquilizador.
Según un reciente estudio de las universidades Eafit y de Chicago, 350
estructuras criminales cogobiernan en muchos de los 234 barrios encuestados.
Microtráfico, extorsión, préstamos gota a gota, fronteras invisibles, justicia
y seguridad, son algunos de los “servicios” de estas bandas.
El asunto se complica debido a los vínculos de inmigrantes con la
delincuencia común y organizada, hecho denunciado por los medios, pero
silenciado por el gobierno con el válido y sensible argumento de evitar una
reacción xenófoba. Sin conocerse un censo local de venezolanos que habitan y
medran en la ciudad, sí se sabe en la calle de su creciente participación en
varias de las bandas que acosan la urbe. Inclusive dirigen algunas como la
llamada “Los Chivos”, integrada por unos 50 jóvenes de esa nacionalidad y que
delinque en las comunas Belén y Altavista. Basta visitar algunas zonas
barriales y observar la vigilancia que ejercen los “moteros” (duplas en motos)
que muestran sus armas desafiantes, para recordar inmediatamente el 23 de Enero,
la Cota 905 o Antímano, por mencionar algunos sectores en Caracas. La presencia
y actividad de células del ELN, organización narcoterrorista alimentada por
Venezuela y protegida por Cuba, le agrega mayor complejidad al fenómeno.
Precisamente, al inicio de la pandemia, el alcalde Quintero lanzó un impetuoso
esfuerzo para traer enfermeros-propagandistas cubanos, lo que añadió un
ingrediente más a la preocupación sobre el futuro de la seguridad pública
medellinense, teniendo en cuenta que Quintero espera ver de presidente en el
2022 a Petro, alfil chavista en la política colombiana. El rechazo de la
ciudadanía paisa lo obligó a retroceder, que no a abandonar, la intentona.
Logró, eso sí, nombrar como gerente de la Empresa para Seguridad Urbana, a un
personaje que mintió sobre su nacimiento en Caracas. La perspectiva de la
gestación de “colectivos” al estilo del socialismo de no sé cuál siglo y con
miras a las elecciones del próximo año, no es tan exótica como se podría
pensar.
Magia, tecnología y dinero
La postura del burgomaestre frente a las protestas de noviembre del 19,
pasó de una actitud conciliadora a una posición alcahueta e inclusive
estimulante para los grupos de vándalos que destruyeron mobiliario público,
propiedades privadas y agredieron al Esmad, unidad de choque de la policía,
sometida ahora a terapia de yoga por un nuevo “ingeniero de lo invisible”,
tarotista, sacerdote quechua y sanador holístico. No demora en llegar Negro
Primero, aunque lo maligno ya se ha asomado bajo el amplio manto de la
Secretaría de Cultura Ciudadana.
Para aumentar la malicia, la plataforma Medellín me cuida ya tiene
inscritos cerca de 3 millones y medio de ciudadanos, a quienes se les puede
implantar matrices de opinión proclives a determinados intereses políticos: el
alcalde es ingeniero electrónico, empresario de software y fue viceministro de
las comunicaciones. Un presupuesto para este año de 6,1 billones de pesos, más
de tres millones de inscritos en su plataforma benefactora y potenciales “colectivos”
que controlan amplios territorios urbanos, son los elementos necesarios para
lograr el viejo sueño de escalar y perpetuarse en el poder.
Ante la carencia de un plan imaginativo y socializado de seguridad pública
la capital antioqueña, ejemplo de resiliencia y foco de interés de estudiosos y
observadores nacionales e internacionales por su urbanismo, transporte público
y logros en seguridad, puede fácilmente caer en un nuevo ambiente de
inseguridad e incertidumbre. Es muy válida, entonces, la opción de relevar al
alcalde Quintero, un joven irrespetuoso de la cultura “paisa” y quien ha
trastocado aspectos fundamentales del camino de progreso y bienestar, no exento
de dificultades, por el que avanzaba la ciudad.
Cubanos, venezolanos y narcos, deben estar frotándose la mano ante la
inminente posibilidad de manejar los hilos del poder en Medellín, baluarte de
las tradiciones y el conservadurismo en Colombia. Adquieren gran valor en esta
circunstancia, las sabias palabras de Ortega y Gasset: “El progreso no
consiste en aniquilar hoy al ayer, sino al revés, en conservar aquella esencia
del ayer que tuvo la virtud de crear el hoy mejor”.