Por José Alvear Sanín*
Viene a mi mente aquella ironía famosa de que “all
animals are equal but some animals are more equal”, para parodiarla
diciendo que todos los espionajes son iguales, pero que el espionaje cubano en
Colombia es “más igual” en el sentido orwelliano, porque en realidad es
intocable.
En efecto, desde 1959 la isla, convertida en
cabeza de playa estalinista, ha dirigido tanto la subversión armada como la
ideológica en todo el continente. Desde la toma de La Habana, aquel 1° de
enero, el castrismo ha entrenado y armado guerrillas, formado cuadros
revolucionarios, infiltrado sistemas educativos, fletado artistas y
plumígrafos, penetrado servicios sanitarios y organismos deportivos en toda
Iberoamérica.
Después de unos pocos años se le fue perdiendo
el miedo al contagio. Uno tras otro nuestros países establecieron relaciones
con los Castro. Esta dictadura hereditaria transformó ese país en uno de los
más pobres y miserables del mundo. Sobre un territorio de 110.000 Km2 y
once millones de una población esclava, hambrienta y envejecida, montaron un
imperio inestable, intermitente y de geometría variable, formado por una
colonia —Venezuela— y varios satélites oscilantes. Digo oscilantes porque no
han sido conquistados definitivamente.
Con la caída de Allende, las salidas de Correa,
Mujica y Lula, y la destitución de Dilma, el dominio cubano sobre los gobiernos
es inestable. No así la creciente inculturación marxista de los sistemas
educativos y mediáticos desde el Río Bravo hasta la Patagonia, que se traduce
en una ofensiva político-electoral que les puede recuperar gobiernos. Esta ha
sido exitosa en Bolivia, ahora amenaza a Chile y alarma a Colombia.
En fin, si Chile y Colombia caen, el imperio
comunista cubano podría consolidarse como una U.R.S.A. (Unión de Repúblicas
Socialistas Americanas).
El principio motor tras estos 62 años de
expansión castrista no es otro que el del internacionalismo proletario, que al
abolir las lealtades nacionales y trocarlas en supeditación al ideal de la
revolución sin fronteras, explica la ciega sumisión de tantos latinoamericanos
a los comandantes habaneros, sea como guerrilleros, sea como “intelectuales”,
sea como políticos progresistas.
Quien no entienda esto no entenderá jamás ni la
dinámica revolucionaria ni el destino de los billones que las FARC (milicia
cubana que opera en Colombia y Venezuela) transfieren a Maduro y al régimen de
Raúl; ni el cogobierno establecido con el “acuerdo final”, que nos conduce a la
transición hacia otra república “bolivariana”.
Por estos días nuestro gobierno decretó la
expulsión de dos agentes rusos y algunos venezolanos, y ha prometido igual
tratamiento para los demás espías. Difícil, porque la CIA, el Mossad, chinos,
europeos y japoneses, actúan en todas partes, más o menos bien embozados. Entre
nosotros a nadie se vigila, pero el espionaje cubano es “más igual”, porque millares
de sus agentes, amparados con “pasaportes académicos” de libre tránsito, o como
médicos y deportistas, pueden ingresar sin obstáculos y permanecer todo el
tempo que quieran promoviendo la revolución, bien monitoreados por la nutrida
nómina del G-2 en la Embajada de Cuba en Bogotá.
Mientras en Colombia lo políticamente correcto
sea el agradecimiento hacia Cuba por su contribución a la idílica paz que nos
trajo el “acuerdo final”; ni se romperán relaciones con ese país, ni sus espías
serán expulsados. Pueden ellos seguir cosechando éxitos en el país que debe
relevar a la exprimida Venezuela como nuevo proveedor de la isla famélica.
***
Sugerencias
para el Secretariado — Ante la amable solicitud de
sugerencias para mimetizar el “Partido” FARC, ofrezco estos posibles nombres:
1) Partido Laborista Colombiano, 2) Partido Social-Demócrata, 3) Partido Social-Ecológico,
4) Partido de la Paz y la Justicia Social.
¡Y cuando el ELN logre su propio “acuerdo
final”, podrá transformarse en Partido Demócrata Cristiano!