lunes, 25 de enero de 2021

... pero hay espías más iguales

José Alvear Sanín
Por José Alvear Sanín*

Viene a mi mente aquella ironía famosa de que “all animals are equal but some animals are more equal”, para parodiarla diciendo que todos los espionajes son iguales, pero que el espionaje cubano en Colombia es “más igual” en el sentido orwelliano, porque en realidad es intocable.

En efecto, desde 1959 la isla, convertida en cabeza de playa estalinista, ha dirigido tanto la subversión armada como la ideológica en todo el continente. Desde la toma de La Habana, aquel 1° de enero, el castrismo ha entrenado y armado guerrillas, formado cuadros revolucionarios, infiltrado sistemas educativos, fletado artistas y plumígrafos, penetrado servicios sanitarios y organismos deportivos en toda Iberoamérica.

Después de unos pocos años se le fue perdiendo el miedo al contagio. Uno tras otro nuestros países establecieron relaciones con los Castro. Esta dictadura hereditaria transformó ese país en uno de los más pobres y miserables del mundo. Sobre un territorio de 110.000 Km2 y once millones de una población esclava, hambrienta y envejecida, montaron un imperio inestable, intermitente y de geometría variable, formado por una colonia —Venezuela— y varios satélites oscilantes. Digo oscilantes porque no han sido conquistados definitivamente.

Con la caída de Allende, las salidas de Correa, Mujica y Lula, y la destitución de Dilma, el dominio cubano sobre los gobiernos es inestable. No así la creciente inculturación marxista de los sistemas educativos y mediáticos desde el Río Bravo hasta la Patagonia, que se traduce en una ofensiva político-electoral que les puede recuperar gobiernos. Esta ha sido exitosa en Bolivia, ahora amenaza a Chile y alarma a Colombia.

En fin, si Chile y Colombia caen, el imperio comunista cubano podría consolidarse como una U.R.S.A. (Unión de Repúblicas Socialistas Americanas).

El principio motor tras estos 62 años de expansión castrista no es otro que el del internacionalismo proletario, que al abolir las lealtades nacionales y trocarlas en supeditación al ideal de la revolución sin fronteras, explica la ciega sumisión de tantos latinoamericanos a los comandantes habaneros, sea como guerrilleros, sea como “intelectuales”, sea como políticos progresistas.

Quien no entienda esto no entenderá jamás ni la dinámica revolucionaria ni el destino de los billones que las FARC (milicia cubana que opera en Colombia y Venezuela) transfieren a Maduro y al régimen de Raúl; ni el cogobierno establecido con el “acuerdo final”, que nos conduce a la transición hacia otra república “bolivariana”.

Por estos días nuestro gobierno decretó la expulsión de dos agentes rusos y algunos venezolanos, y ha prometido igual tratamiento para los demás espías. Difícil, porque la CIA, el Mossad, chinos, europeos y japoneses, actúan en todas partes, más o menos bien embozados. Entre nosotros a nadie se vigila, pero el espionaje cubano es “más igual”, porque millares de sus agentes, amparados con “pasaportes académicos” de libre tránsito, o como médicos y deportistas, pueden ingresar sin obstáculos y permanecer todo el tempo que quieran promoviendo la revolución, bien monitoreados por la nutrida nómina del G-2 en la Embajada de Cuba en Bogotá.

Mientras en Colombia lo políticamente correcto sea el agradecimiento hacia Cuba por su contribución a la idílica paz que nos trajo el “acuerdo final”; ni se romperán relaciones con ese país, ni sus espías serán expulsados. Pueden ellos seguir cosechando éxitos en el país que debe relevar a la exprimida Venezuela como nuevo proveedor de la isla famélica.

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Sugerencias para el Secretariado — Ante la amable solicitud de sugerencias para mimetizar el “Partido” FARC, ofrezco estos posibles nombres: 1) Partido Laborista Colombiano, 2) Partido Social-Demócrata, 3) Partido Social-Ecológico, 4) Partido de la Paz y la Justicia Social.

¡Y cuando el ELN logre su propio “acuerdo final”, podrá transformarse en Partido Demócrata Cristiano!