Por Pedro Juan González Carvajal*
Aparecen los primeros colombianos que
aspiran a ser candidatos a la Presidencia de la República, de cara a los
próximos comicios.
Quienes no tenemos el talante para
aspirar a esos altos cargos, pues miramos los toros desde la barrera y digamos
que nos entretenemos con el espectáculo que ha servido para consolidar y para
desvirtuar al mismo tiempo a nuestra democracia: tener democracia no es tener
elecciones cada cuatro años, pero bueno, algo es algo.
Según los datos oficiales, antes de la
pandemia, la realidad que tendrán que enfrentar los candidatos, es la
siguiente: somos 50 millones de colombianos. 20 millones de colombianos por
debajo de la línea de pobreza, 8 millones de colombianos en la miseria y 6
millones de colombianos desplazados.
Además, los efectos en todos los
órdenes de la pandemia, obliga a pensar más en una economía de guerra que en
eufemismos retóricos como la “recuperación económica”.
Ante la inexistencia de verdaderos partidos
políticos, nos llenamos de movimientos que no tienen estructura y obviamente
sin cuadros administrativos que respalden la futura configuración de una buena organización.
Siendo así, el itinerario es más o menos claro: luego de hacer ciertos cálculos
políticos, primero hay que conseguir un aval, independientemente de quien lo
propicie. Luego se hacen cuentas para la financiación de la campaña y de la
conformación de los “equipos de trabajo”, donde lo temático, la construcción
del programa de gobierno es importante para la inscripción, pero finalmente
resulta ser un comodín que raramente es empleado por los candidatos, pues se
construye de una manera pragmática donde “todo quepa y todo esté contemplado”.
Es por eso importante definir unos 3 objetivos fundamentales, como serían, por
ejemplo: adquirir la soberanía alimentaria, alcanzar la soberanía energética y
lograr el aprovechamiento racional de los recursos naturales de todo tipo,
entre otras múltiples posibilidades. Se determina un eslogan para la campaña,
que muchas veces coincide con el título del programa de gobierno. Se van
buscando aliados y en el camino se va midiendo la real posibilidad o no de
triunfo, muy ligada a los resultados de las campañas y las elecciones para el
Congreso de la República, donde candidatos a la Cámara de Representantes y al
Senado son jefes de programa regionales hasta que sus cuentas particulares
también sirvan a sus propios intereses.
Dejemos esto a un lado, pues tiene sus
reglas de juego, su lógica y su dinámica propia.
Hablemos de lo que le interesa al
ciudadano común: qué es lo que va a decir, qué va a hacer el candidato, si es
que gana, ya que entre otras cosas estamos mamados de que los candidatos,
todos, coincidan en lugares comunes, emitan opiniones políticamente correctas,
se saquen los trapitos al sol y finalmente no se comprometan con nada concreto.
Que la educación es muy importante,
que la salud, que la justicia, que el trabajo, entre otros asuntos, etc. Claro
que son importantes, tanto que son obligaciones constitucionales y no
propuestas originales de candidato.
Algunas sugerencias elementales
serían:
Adicional a estructurar y llevar a
cabo las “reformas inaplazables” pero siempre aplazadas con respecto a la
justicia, la salud, la educación, el sistema tributario y el sistema pensional,
su postura ante la política norteamericana antidrogas, por mencionar solo las
más sonadas, tenemos lo siguiente:
La primera sobre todas las demás, es cómo
va a hacer para que se cumpla la Constitución Política.
La segunda, cómo va a unir a todos los
colombianos, alrededor de un gran tema, objetivo o proyecto colectivo.
La tercera, cómo va a garantizar al
acceso a todos los derechos que tienen constitucionalmente los ciudadanos y cómo
va a hacer para motivarlos y exigirles que cumplan con sus deberes.
La cuarta, determinar unas líneas base
objetivas y reales para determinar los énfasis que va a tener en su gobierno.
La quinta, cómo va a hacer para
garantizar la integridad territorial.
La sexta, determinar cuáles políticas
públicas deben ser instrumentadas a nivel nacional.
La séptima, saldar las deudas
históricas que se tienen con cada uno de los departamentos y ojalá con cada uno
de los municipios.
La octava, generar una estrategia para
impulsar la Colombia del campo.
La novena, cómo sacar adelante
aquellas grandes obras que por siglos se han enunciado y todavía no se tienen: culminación
de la Carretera Panamericana, Canal Interoceánico Atrato-Truandó,
fortalecimiento de la red de puertos en el Atlántico y en el Pacífico, desarrollo
de la infraestructura para la integración de la Colombia Urbana y la Colombia
Rural, y acceso al agua potable y a la energía de cualquier tipo para todos
los municipios, corregimientos y veredas que contiene el territorio nacional.
Décimo, establecer una política de
estado pro defensa y ejercicio de la soberanía nacional en todos los campos.
Undécimo, establecer y desarrollar una
verdadera política de mares.
Duodécimo, establecer y desarrollar
una verdadera política de fronteras.
Décimo tercero, establecer estrategia
para el cuidado de nuestros páramos.
Décimo cuarto, establecer estrategia
para el cuidado de nuestra biota.
Décimo quinto, definir una estrategia
para enfrentar el cambio climático.
Seguiremos sugiriendo…
Recordemos al expresidente Rafael
Reyes cuando decía en su tiempo: “Menos política y más administración”.