sábado, 23 de enero de 2021

Una carpa en la playa

Andrés de Bedout Jaramillo
Por Andrés de Bedout Jaramillo*

En este pico de pandemia, en un país como el nuestro, el turismo se ha convertido en una de las fuentes de empleo más importantes y el rebusque informal, en todo tipo de actividades, pone en nuestras playas un espectáculo dantesco, donde se hace demasiado notorio el sufrimiento de nuestros congéneres.

Una forma de colaborar es la de arrendar una carpa en la playa para pasar el día frente al mar disfrutando del sol, el agua salada y de la brisa, permitiendo observar todo lo que pasa en la playa, porque todos sus actores se hacen sentir ofreciendo sus productos y servicios. En la medida que pasa el tiempo, sus caras y todo su cuerpo manifiestan el cansancio; con solo mirarles en sus zapatos uno se da cuenta de la cantidad de kilómetros recorridos y de lo difícil que les está quedando subsistir, de la vulnerabilidad del ser humano en la informalidad y en esta pandemia. El distanciamiento, el tapabocas y las buenas prácticas de aseo, ayudan a defendernos del virus evitando el posible contagio y todos somos sospechosos, pero los más vulnerables son más sospechosos aún, sus condiciones de vida, desafortunadamente son muy bajas en la satisfacción de necesidades básicas.

El conjunto vallenato, el vendedor de cócteles, el vendedor de ceviches de camarones, el vendedor de pulseras, de adornos marinos, de coco, mango, confites y cigarrillos, de servicios de tatuaje, de arriendo de parlantes de música, de trovas personalizadas improvisadas, de deportes y diversiones acuáticas, los recicladores de vidrio y latas de cerveza, los vendedores de frutas y dulces nativos, las masajistas, los que imploran la caridad pública, etcétera, se convierten en un desfile interminable, donde el común denominador está dado por el miedo a un contagio por el mal uso del tapabocas, el rompimiento de la distancia mínima, por el contacto físico con las mercaderías ofrecidas, por el alcohol desinfectante, por las caras de tristeza de los vendedores y las caras de arrepentimiento de los posibles compradores, por la actitud que tienen que asumir frente a un posible contagio de los que le tienen miedo al contagio, que es distinta a la actitud de los que no le tienen miedo al contagio, porque prefieren la diversión extrema y los que tienen como prioridad conseguir algún centavo para comprar algo de agua y comida para aguantar la jornada que incluye caminada bajo el inclemente sol y el poder conseguir algún peso para llevar a casa; estos no tienen ni posibilidades ni tiempo para tener miedo al contagio.

Estos vendedores informales de bienes y servicios, son más del 50% de la población trabajadora colombiana, lo están pasando muy mal y requieren tener al día sus mercados básicos para poder hacer una o dos comidas diarias, su Sisben y demás auxilios que los gobiernos nacionales, departamentales y municipales, les puedan dar, después de descontar lo que los corruptos se puedan robar, aprovechando las circunstancias de emergencia de la pandemia, además de los bienes y servicios que los turistas les podamos comprar.

Ya no sabemos cómo más implorarle a los congresistas, a los altos dignatarios del gobierno, que necesitamos que ahorren el dinero de los colombianos, para poder ayudar a los más vulnerables.

Yo no sé qué pueda sentir un senador de la República en estos momentos, lo que si estoy seguro es que el dolor, el cansancio y el desespero de la gente, está llegando a unos límites insospechables.

La política, que es el arte de servir al bien común, debe establecer mecanismos que les permita ponerse de acuerdo, por lo menos, en los temas que permitan la satisfacción de las necesidades más importantes de los más vulnerables.

Yo les recomiendo como guía en su actuar, revisar los Objetivos para el desarrollo sostenible que a continuación enumero, objetivos a los que han adherido casi todos los países del mundo y que debemos lograr con miras al 2030.

1.    Fin a la pobreza,

2.    El hambre cero,

3.    La salud y bienestar,

4.    Educación de calidad,

5.    Igualdad de género,

6.    Agua limpia y saneamiento,

7.    Energía accequible y no contaminante,

8.    Trabajo decente y crecimiento económico,

9.    Industria, innovación e infraestructura,

10. Reducción de las desigualdades,

11. Ciudades y comunidades sostenibles,

12. Producción y consumo responsable,

13. Acción por el clima,

14. Vida submarina,

15. Vida de ecosistemas terrestres,

16. Paz, justicia e instituciones sólidas,

17. Alianzas para lograr los objetivos

Porque para hacer alianzas debemos conocer los temas y cuando los temas son sobre los más vulnerables, mucho tenemos que hacer, como nos lo enseña nuestro señor Jesucristo en el libro más importante y leído en el mundo, “la Biblia”.