Por Andrés de Bedout Jaramillo*
En este pico de pandemia, en un país como
el nuestro, el turismo se ha convertido en una de las fuentes de empleo más
importantes y el rebusque informal, en todo tipo de actividades, pone en
nuestras playas un espectáculo dantesco, donde se hace demasiado notorio el
sufrimiento de nuestros congéneres.
Una
forma de colaborar es la de arrendar una carpa en la playa para pasar el día
frente al mar disfrutando del sol, el agua salada y de la brisa, permitiendo
observar todo lo que pasa en la playa, porque todos sus actores se hacen sentir
ofreciendo sus productos y servicios. En la medida que pasa el tiempo, sus
caras y todo su cuerpo manifiestan el cansancio; con solo mirarles en sus
zapatos uno se da cuenta de la cantidad de kilómetros recorridos y de lo
difícil que les está quedando subsistir, de la vulnerabilidad del ser humano en
la informalidad y en esta pandemia. El distanciamiento, el tapabocas y las
buenas prácticas de aseo, ayudan a defendernos del virus evitando el posible
contagio y todos somos sospechosos, pero los más vulnerables son más
sospechosos aún, sus condiciones de vida, desafortunadamente son muy bajas en
la satisfacción de necesidades básicas.
El conjunto vallenato, el vendedor de cócteles,
el vendedor de ceviches de camarones, el vendedor de pulseras, de adornos
marinos, de coco, mango, confites y cigarrillos, de servicios de tatuaje, de
arriendo de parlantes de música, de trovas personalizadas improvisadas, de
deportes y diversiones acuáticas, los recicladores de vidrio y latas de
cerveza, los vendedores de frutas y dulces nativos, las masajistas, los que
imploran la caridad pública, etcétera, se convierten en un desfile
interminable, donde el común denominador está dado por el miedo a un contagio
por el mal uso del tapabocas, el rompimiento de la distancia mínima, por el
contacto físico con las mercaderías ofrecidas, por el alcohol desinfectante,
por las caras de tristeza de los vendedores y las caras de arrepentimiento de
los posibles compradores, por la actitud que tienen que asumir frente a un
posible contagio de los que le tienen miedo al contagio, que es distinta a la
actitud de los que no le tienen miedo al contagio, porque prefieren la
diversión extrema y los que tienen como prioridad conseguir algún centavo para
comprar algo de agua y comida para aguantar la jornada que incluye caminada
bajo el inclemente sol y el poder conseguir algún peso para llevar a casa; estos
no tienen ni posibilidades ni tiempo para tener miedo al contagio.
Estos vendedores informales de bienes y
servicios, son más del 50% de la población trabajadora colombiana, lo están
pasando muy mal y requieren tener al día sus mercados básicos para poder hacer
una o dos comidas diarias, su Sisben y demás auxilios que los gobiernos
nacionales, departamentales y municipales, les puedan dar, después de descontar
lo que los corruptos se puedan robar, aprovechando las circunstancias de
emergencia de la pandemia, además de los bienes y servicios que los turistas
les podamos comprar.
Ya no sabemos cómo más implorarle a los
congresistas, a los altos dignatarios del gobierno, que necesitamos que ahorren
el dinero de los colombianos, para poder ayudar a los más vulnerables.
Yo no sé qué pueda sentir un senador de la
República en estos momentos, lo que si estoy seguro es que el dolor, el
cansancio y el desespero de la gente, está llegando a unos límites
insospechables.
La política, que es el arte de servir al
bien común, debe establecer mecanismos que les permita ponerse de acuerdo, por
lo menos, en los temas que permitan la satisfacción de las necesidades más
importantes de los más vulnerables.
Yo les recomiendo como guía en su actuar,
revisar los Objetivos para el desarrollo sostenible que a continuación enumero,
objetivos a los que han adherido casi todos los países del mundo y que debemos
lograr con miras al 2030.
1. Fin a
la pobreza,
2. El hambre
cero,
3. La
salud y bienestar,
4. Educación
de calidad,
5. Igualdad
de género,
6. Agua
limpia y saneamiento,
7. Energía
accequible y no contaminante,
8. Trabajo
decente y crecimiento económico,
9. Industria,
innovación e infraestructura,
10. Reducción
de las desigualdades,
11. Ciudades
y comunidades sostenibles,
12. Producción
y consumo responsable,
13. Acción
por el clima,
14. Vida
submarina,
15. Vida de
ecosistemas terrestres,
16. Paz,
justicia e instituciones sólidas,
17. Alianzas
para lograr los objetivos
Porque
para hacer alianzas debemos conocer los temas y cuando los temas son sobre los
más vulnerables, mucho tenemos que hacer, como nos lo enseña nuestro señor Jesucristo
en el libro más importante y leído en el mundo, “la Biblia”.