Por Antonio Montoya H.*
En Colombia estamos en un proceso de construcción de país, en el que, sin duda alguna, se requiere ajustar las leyes, crear nuevas, y aún, reformar las vigentes, por ello, el Congreso de la República tiene una inmensa responsabilidad social; debe analizar con cuidado los proyectos de ley que se presenten a su consideración, porque no todos ellos son buenos para el país y para el sistema democrático.
En una reunión jurídica, analizamos, entre muchos temas, el del voto electrónico, el cual fue utilizado por primera vez en Bélgica, luego en otros países como Estados Unidos, Venezuela, India, e incluso para elegir el parlamento europeo. En todos ellos, los resultados no fueron los mejores. El sistema en unos colapsó, en otros se anularon votos, en otros han quedado serias dudas del resultado de la votación y, por ende, al final de cuentas, concluimos que es un sistema que aún no genera credibilidad, que se presta para la manipulación de resultados (debido a la dificultad de verificación de los mismos), produce desconfianza y muchas dudas.
El sistema nuestro es con tarjetas (tarjetones) y tres jurados de votación, que en la mayoría de los casos no se conocen entre ellos. Existen verificadores de mesa y listados precisos de qué cédulas pueden votar en cada lugar asignado. Terminado el tiempo determinado por la ley, sigue el escrutinio, se procede a contar los tarjetones, que deben coincidir con el número de votantes, luego se suman y se determina el resultado; todo es a la vista, pueden recontar los votos, tomar fotos, dejar constancias de errores cometidos no compartidos, y se firma un acta al final del proceso. Todo puede ser objeto de demanda al no ser divulgados los resultados y se puede ordenar un nuevo escrutinio y aún demandar la elección. Cientos de casos se han dado en que se revierte la decisión por encontrarse indicios de fraude o error. Como podrán analizar, es un sistema no imbuido de tecnología, pero práctico, sujeto a la alteración de resultados, pero fácilmente verificables sus yerros convirtiéndose en un medio trasparente y eficaz, el cual, a pesar de que en algunas regiones del país han logrado corromper, tiene una diferencia con el voto electrónico y es que en este último el resultado lo manejan terceros, por allá metidos en “algún lugar” sin control aparente de nadie, donde a lo que dictaminen se les debe creer.
No siempre la tecnología trae beneficios, en este caso podría ser un factor de fraude electoral y podrá pasar lo que ha ocurrido en Venezuela, donde el voto electrónico ha servido para perpetuar a Maduro y a su revolución porque sobre todo en las últimas elecciones la trampa salió a flote, manipularon el sistema y ganó el gobierno.
Señores congresistas, lo mejor, como en este caso del voto electrónico, no es lo bueno y adecuado para nuestra democracia; no podemos dejar en las manos de quienes detenten el poder la posibilidad de alterar los resultados de las elecciones para perpetuarse en él o facilitar a terceros el control.
El sistema actual con sus errores permite controvertir resultados; el voto electrónico, facilita el direccionamiento de las elecciones y su resultado. Por ello, ojo fino señores congresistas, no se dejen meter el dedo en la llaga, por correr como borregos a cumplir lo pactado en los acuerdos, caso es este, en el que hay que aplazar la decisión, estudiar las posibles consecuencias y mantener el actual sistema, por lo menos, hasta que las experiencias en otros países (como Venezuela) no sean tan nefastas.