José Leonardo Rincón, S. J.*
Como en todo balance, al final de un período, hay que
mirar no solo los ingresos y sus posibles utilidades y ganancias, sino también
los egresos y gastos con sus posibles pérdidas y déficits. Sobre este 2020,
seguramente, las opiniones estarán divididas. Muchos dirán que es un año para
olvidar, pero muchos otros dirán que será para recordar. Cada “uno habla de la feria según le fue en ella”
y la vida es en realidad una carta de colores variopintos. No todo es negro, no
todo es blanco.
Para olvidar, dirán muchos, un año que frenó en seco el ritmo frenético de la humanidad obligándola a confinarse durante meses, aislándose, tomando distancia, insistiendo en la constante desinfección y lavado de manos con jabón, geles y alcohol, uso de tapabocas y mascarillas, en fin, una inédita dinámica aséptica que ayudó a la mayoría pero que por despreciarla otros significó su contagio.
Para olvidar, dirán capitalistas emergentes, un año que significó el cierre definitivo de sus emprendimientos y negocios, quebrar económicamente y quedar endeudados, mirando atónitos como las bolsas de valores, cual montaña rusa, subían y bajaban junto con sus ahorros e inversiones. A la par, un 21% de los trabajadores que perdieron su empleo quedando literalmente a la deriva, sin salud y seguridad social. Y qué decir de los más pobres entre los pobres, excluidos y vulnerados, que llegaron al tope de la miseria.
Para olvidar, la tragedia de quienes con impotencia vieron morir familiares y amigos víctimas de la pandemia no pudiendo despedirse de ellos, ni tener exequias, ni hacer el duelo. Algunos con su complejo de culpa por haberlos infectado, atormentados emocionalmente por la situación, psicológicamente afectados por un ritmo de vida que no fue vida, sin poder verse, sin poder darse un abrazo o siquiera un estrechón de manos, no tener espacios para la diversión y el encuentro.
Sin embargo, para otros, a pesar de lo padecido por todos, fue el año de las oportunidades, de los retos, la innovación y la creatividad. La situación los obligó a desinstalarse de sus zonas de confort y a abrir brechas en campos inexplorados, hacer experimentos genuinos y buscar alternativas de solución ante los nuevos retos. El mundo de la virtualidad, lo digital, lo tecnológico, tuvo un desarrollo exponencial. Las ciencias de la salud y la investigación científica aceleraron sus trabajos para detener en tiempo récord la expansión del covid-19 con vacunas que, simultáneamente salvando muchas vidas, harán multimillonarios a las farmacéuticas que las inventaron.
Muchos recordarán el año también porque pasaron cosas buenas en sus vidas: encontraron el amor de su vida, les nació un hijo con todo lo que significa de ilusión y esperanza; o finalizaron sus estudios y se hicieron profesionales; o sus negocios, paradójicamente tuvieron un auge inesperado. A través de encuentros, clases, reuniones y juntas virtuales, se implementaron nuevos métodos de trabajo, se ahorraron costos, se aprovechó mejor el tiempo y precisamente hubo más tiempo para estar en familia y dedicar más tiempo a los hijos. Se desarrollaron habilidades y destrezas obligados por las circunstancias y se puso en evidencia qué era esencial e importante y qué no tanto. En fin… un año para pasar la página y olvidar en muchos aspectos, pero también para recordar porque fuimos protagonistas de un singular momento histórico que la humanidad nunca olvidará.
El año 2021, lo sabemos, traerá consigo nuevos retos, nuevos desafíos. Les deseo lo mejor: muchas felicidades, pero, sobre todo, muchas bendiciones del Señor para ustedes y los suyos. Siempre de la mano de Dios nos irá bien y como canta el salmo 22/23, así pasemos por cañadas oscuras, no hay que temer, porque Él va con nosotros y su vara y su cayado nos sosiega. ¡Feliz año!