viernes, 11 de diciembre de 2020

La vida sigue

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Quiero reiterar mi gratitud a todos ustedes por sus solidarios mensajes de amistad y cercanía espiritual con ocasión de la pascua de mis hermanos. Gracias, muchas gracias, por estar ahí y alentarnos a seguir adelante. El sobrio homenaje que hace una semana quise ofrecerles ha resultado “viral”, cosa que de haberlo sabido me habría exigido en contar un poco más de cada uno a pesar de su sorprendente número. Tan solo expuse algún detalle, pero faltaron esbozos de sus ricas personalidades. Seguramente en el próximo número de nuestra revista, otros hermanos nos los contarán.

El hecho es que la vida sigue su curso, con nosotros o sin nosotros. Este año ha sido particularmente atípico por lo traumático. No creo que haya habido en la historia otro tiempo tan exótico y singular. Personalmente no recuerdo haber tenido un año tan cargado de experiencias nuevas. Y les digo porqué.

Las multitudinarias marchas de protesta que en todos los rincones del globo se estaban dando para protestar contra el salvaje capitalismo, la pandemia las frenó en seco. No soy de teorías conspiracionistas, pero sí que me llamó la atención la coincidencia. El fenómeno sanitario resultó ser igualmente impactante en lo económico y en lo emocional psicológico. Lo sanitario parece estar resuelto a la vuelta de dos años con una vacuna que, aun a bajo costo, por su volumen, enriquecerá a uno de los tres poderes más grandes del mundo: las farmacéuticas. Lo económico ha abierto más la brecha social: ricos se están haciendo más ricos en esta coyuntura a costa de pobres cada vez más pobres, para usar la misma expresión de nuestros obispos en Puebla. En tres años o quizás antes volveremos a estar como a finales de 2019 (¿igual de bien o igual de mal?). Lo emocional psicológico tardará más tiempo o quizás dure para toda la vida y el “rayón” que se está produciendo en todos los grupos etarios que no han podido vivir normalmente su vida, es impredecible. La pérdida abrupta de seres queridos sin poder hacer el respectivo duelo deja cicatrices imborrables. Hay facetas cotidianas que no volverán o si vuelven no serán las mismas. Es verdad, el mundo no volverá a ser el mismo. La tecnología que venía creciendo vertiginosamente, ahora ha tenido un desarrollo exponencial.

La famosa resiliencia es un hecho. A pesar de todos estos dolorosos avatares hay que recuperarse, levantarse, la vida sigue. Los que ayer lloraban o sufrían los veo en estas fiestas de Navidad tratando de olvidar un año para olvidar. Los niños que nacen parecieran traer consigo la semilla de un mañana mejor. Son portadores de esa luz de esperanza. Siempre ha sido así, porque nuestra dignidad humana no nos deja claudicar, dar el brazo a torcer, ni darnos por vencidos. La vida sigue y trae consigo nuevos retos, nuevas oportunidades, pero no todos la asumen de la misma manera y es aquí cuando recuerdo a otro jesuita que quise mucho, muy genuino él y controvertido, Mario Mejía, a quien le escuché una vez decir esta frase que viene a ser el colofón de mi escrito de hoy y un llamado también a seguir adelante dejando huella: “hay quienes navegan en el río de la historia, pero no tienen agallas para cambiar el curso del río y hacer historia”. ¿Cómo están las suyas?