Por Pedro Juan González Carvajal*
El título del presente
artículo corresponde al nombre del programa televisivo institucional que usaba
el presidente Chávez para comunicarse diariamente con el pueblo venezolano y
donde repetía continuamente el ideario de su Revolución Bolivariana, como todo
buen maestro, y, además, alardeaba y se burlaba de sus enemigos y
contradictores internos y externos.
Era la buena época de un
precio del barril de petróleo por las nubes y pon ende, de una chequera
disponible casi que ilimitada que empleaba el presidente Chávez para ayudar, comprar
o consolidar amigos regionales y allende los mares.
Los epítetos que generaba
el programa por parte de sus contradictores eran de todo tipo. Que usaba el
poder para propaganda política permanente, que era la forma de alimentar su
ego, que así doblegaba la voluntad del pueblo venezolano y que a través de este
medio actuaba como un caudillo populista con todas las de la ley.
Guardando las
proporciones, es lo que está sucediendo en la actualidad con el programa diario
en horario “Triple A”, “Prevención y acción”, por parte del presidente
colombiano, a quien la llegada del virus, le cayó como anillo al dedo y le sirvió
para tratar de frenar y recomponer la caída libre, que, en términos de
aceptación, tenía y que aún hoy tiene su gobierno, sin entrar en detalles de su
falta de gobernabilidad.
Parto de la buena fe, la
buena intención y la necesidad de dar la cara y de explicarle a los colombianos
de primera mano que estaba sucediendo en los primeros meses de la pandemia, donde
la cuarentena, las medidas de excepción y las medidas de resguardo eran novedad
y se requería sensibilizar a los ciudadanos.
Una cosa es no saber parar
a tiempo y otra es seguir aferrado a dicho espacio televisivo casi que para
poder justificar su mandato a partir de ofrecimientos diarios de ayudas y
subsidios, unas veces necesarios por la urgencia, y otras impuestos por el lobby
de sectores poderosos de la vida nacional.
Estos espacios continuados
finalmente desgastan y hacen perder aún más credibilidad, pues el tema de la
calidad y la oportunidad de la información es como un duende inquieto, que a
veces hace bromas y a veces causa desastres.
Hablar de información
totalmente objetiva es una quimera, teniéndonos que conformar, si acaso, con
una información medianamente neutra, lo cual no es posible ante la evidencia
contundente de que los medios de comunicación tienen sus propios dueños y que estos
a su vez, tienen sus propios intereses.
Estas tribunas públicas
requieren de algún contradictor para poderse mantener, y es precisamente lo que
hoy observamos con las discrepancias públicas que se presentan entre el señor
presidente y la señora alcaldesa de Bogotá, desencuentros que a nadie
benefician.
Por ahora, esperemos que
el final del año, el tan esperado diciembre nos sirva al menos como paliativo
sicológico, en el entendido de que como vamos, la cosa va para largo.