Por Antonio Montoya H.*
Escribir sobre educación en Colombia es
bastante exótico, porque la que tenemos no sé si se podrá llamar educación. El
pénsum y sus profesores son un desastre, específicamente los de Fecode, ya que
de todo enseñan, menos de educación. Saben de paros, marxismo, cobrar y no
trabajar, y es poco lo que aportan a la formación en valores de nuestros
estudiantes.
Si hacemos una estadística sobre los días efectivamente
trabajados por los profesores en el último año contando de noviembre del 2019
hasta este noviembre 28 de 2020, el resultado será lamentable, porque además de
la virtualidad por causa de la pandemia y la falta de computadores para los
estudiantes en las regiones, se aúna las marchas que hacen los docentes por
todas partes apoyando a Petro y sus mensajes de desobediencia civil en forma
permanente.
Considero que la labor del Ministerio de Educación
es buena, pero no tiene las herramientas jurídicas que permitan realizar una
verdadera revolución educativa en nuestro país. Son muchos los obstáculos que
impiden tomar el efectivo control de la educación, de la formación en valores,
de ética, en conocimientos prácticos que realmente sirvan a los miles de estudiantes
que año a año avanzan en su formación, con mucha ilusión, pero sin reales
resultados que les posibiliten afrontar el duro camino de la vida laboral.
En cada región la educación y formación debe tener
variables de acuerdo con las características propias de esa región, de sus
necesidades y la preparación de esas juventudes para el trabajo, así cuando
algunos de ellos logren el ingreso a la educación superior tendrán bases
suficientes para concluir su ciclo académico y podrán aportarle realmente a su
región.
Debe volver a las aulas las clases de
castellano, geografía, historia y sobre todo la de Carreño con sus elementales
y profundas normas de comportamiento, que a nosotros los adultos nos sirvió
para respetar a los mayores, el trabajo, la familia. En general versan sobre el
comportamiento diario, enseñanzas que hoy se miran como cosas extrañas y no se
acatan por quienes están iniciando su vida.
Se emiten al aire eslóganes sobre la educación,
que tal ciudad es la más educada, sobre el cubrimiento de la educación, y que
no hay niños sin cupos en los colegios, y los resultados en ves de mejorar
decaen y decaen en forma estrepitosa, volviendo esas publicidades polvo,
ridiculizando a esos genios educadores que buscan con ello más votos y no mejoramiento
de nuestros ciudadanos.
Si damos una mirada critica y preguntamos al
azar a cualquier estudiante que nos den una pequeña descripción de los ríos,
mares, montañas y cordilleras que tiene nuestro vasto territorio, o mejor aún,
pedirles que dibujen el mapa de Colombia y que indiquen con quienes lindamos,
en ese momento veremos la cruda realidad. No saben. Pero que no sepan es una
cosa, lo que realmente preocupa es que no les interesa y en ese momento
comprendemos que nuestra educación falla. Si continuamos con el ejemplo y
revisamos la historia peor aún será el resultado por que no saben del esfuerzo
de miles de familias que recorrieron el territorio creando pueblos, abriendo
trochas y carreteras, con historias políticas y sociales que tiene como norte las
diferencias entre los dos partidos tradicionales. Existe una gran historia
olvidada, maltratada y vilipendiada por estas generaciones; por ello, tenemos
la consecuencia actual, una muchedumbre que no reconoce el trabajo de sus
padres, sus familias y el esfuerzo que grandes personajes de la historia de
Colombia gestaron para darle vida a la democracia.
No conocen, no les interesa a los estudiantes
todas estas pequeñas cosas que al final hacen un mundo, porque no entienden que
su vida se desarrollara en un ámbito global y que lo vital es el conocimiento
que los diferencia de los jóvenes de otros países por el grado de formación que
tengan. No es un cuento, la competencia no es hoy por un puesto, es por
sobrevivir, conquista que se logra con base en los saberes y nuestra juventud
no es la más preparada de América o del mundo, estamos en los últimos lugares y
eso hay que, revertirlo.
No obstante lo anterior, no podemos desistir, hay
que persistir y buscar que el país y cualquier gobierno que nos dirija, le
ponga orden y disciplina a la educación. Perderemos tiempo y distancia en
competencias con otros países del mundo y al interior esos jóvenes no ayudarán
a desarrollar sus regiones por no tener las habilidades e interés suficiente de
cambiar sus vidas, no vivirán del populismo, tendrán que trabajar o morir de
hambre o deambulando por los países victimas de gobiernos populistas que
pretenden acabar con el orden tradicional de Colombia.
Nosotros, en el canal de Youtube de El Pensamiento al Aire, conscientes de
esas falencias, contamos con dos grandes profesionales conocedores de la
historia, uno enfocado en la de Colombia y el otro en la historia militar,
programas que merecen ser vistos por todos los ciudadanos sin tener en cuenta
la edad. Ahí comprenderán todo lo que hemos tenido que trasegar para llegar a
esta Colombia democrática, que busca justicia social, trabajo, salud y empleo. Ellos
son el doctor Julio Enrique González
Villa y el coronel John Marulanda
(RA). Ellos allí están realizando lo que no hacen en Colombia los
educadores, formar a partir de la historia, con sus cosas buenas y malas.
En fin, se puede, lograremos educar con un
objetivo claro, conocimiento, respeto por la ley, valores y principios y
enseñanza práctica. No más a educadores que están en contra de la democracia ya
que con ellos estamos perdidos.