Por José Alvear Sanín*
Acaba de pasar la quincena trágica. A Bolivia
regresó, en cuerpo ajeno, el gran cocalero. A diferencia de Chávez, que
incrementó el despilfarro secular hasta el total agotamiento de un país que fue
riquísimo, Evo apenas recogió la única y efímera bonanza boliviana (petrolera,
gasífera y de litio), para malbaratar unos 50.000 millones de dólares en
proyectos alocados y en corrupción clientelista y tribal. Ahora, un país mal
acostumbrado retorna a la pobreza tradicional, bajo los postulados poco
prometedores del socialismo del siglo xxi.
Luego en Chile. Como los pueblos no tienen
memoria, la sombra victoriosa de Allende se pasea ahora por Santiago y nadie
recuerda el hambre, la violencia y la destrucción del aparato productivo
causadas por alguien que prefiguraba a Maduro como economista y a Petro como
pensador. Un año de motines “pacíficos”, un metro destrozado, iglesias en
llamas y la economía en ruinas, pero la prensa mamerta mundial y los optimistas
despalomados de siempre celebran la constituyente gárrula, que descuadernará al
país, esterilizará su economía y abrirá las puertas del Estado a la demagogia
progre y socialista.
La tragedia de ambos pueblos, por dolorosa que
sea, principalmente a ellos afecta, mientras la de los Estados Unidos es de
orden universal. Sin embargo, se oyen voces en Colombia en el sentido de que
para nosotros da lo mismo Trump o que sea Biden. ¡No, no es lo mismo!, porque
con el segundo vendrá un nuevo acomodo, innecesario y vergonzante, con el
castro-chavismo, como el de Obama, de consecuencias nefastas para nuestro país,
amenazado de un destino similar al del vecino.
Pero ahí no para el asunto. El regreso de la
camarilla gestora del nuevo orden mundial afectará a todo el mundo, porque tras
del anciano decrépito y logrero y de la abortista pavorosa, se mueven fuerzas
descomunales para la destrucción de la familia y la civilización. El
“matrimonio igualitario”, el abortismo desenfrenado (hasta el momento mismo del
alumbramiento), el feminismo radical y agresivo, la inculturación de la
infancia en la ideología de género, el activismo Lgtbi, la persecución
religiosa, la reescritura vengativa de la historia y la iconoclastia, son las
banderas manchadas del actual partido demócrata.
Y en lo tocante a la preservación de la
democracia y de los Estados nacionales, los nuevos inquilinos de 1600
Pennsylvania Ave. estarán más inclinados a resignarse que a oponerse al ascenso
chino, mientras su apego por la democracia no pasa del nombre del partido.
Los episodios de fraude que dan origen a este
gobierno, así escapen a la calificación judicial politizada e inmediata, no
dejarán de inquietar a politólogos e historiadores. La imposible auditoría
sobre millones de votos postales inseguros, los numerosos votantes muertos, el
recuento sin testigos, los votos destruidos por escrutadores, entre otros
acontecimientos, indican hasta dónde se llega en los estertores de la
democracia.
Trump, arrogante y antipático, se enfrentó con
energía descomunal al nuevo orden mundialista, globalista y masónico. En
cambio, nadie sabe quiénes son los verdaderos y secretos amos políticos que
regresan al poder en Washington.
Además, no es la primera vez que un anciano
reblandecido e incapaz llega a la presidencia de los Estados Unidos. El primero
de ellos en representar el mayor poder mundial fue Woodrow Wilson, al salir
vencedor de la I Guerra Mundial. Fue reelegido en avanzado estado de demencia
senil y los últimos dos años de su gobierno (1919-21) fueron ejercidos por Mrs.
Wilson y el secretario de Estado Lansing.
Ahora bien, si Biden se muere o lo incapacitan,
Kamala llegará a reeditar de manera aumentada y obediente a la camarilla
clandestina, la horrenda presidencia de Barak Obama, para extender por todo el
mundo el Nuevo Orden, dictadura debilitante de un Occidente moribundo, incapaz
de enfrentarse al ascenso chino y al fundamentalismo islámico.
Con un Vaticano extraviado en la teología de la
liberación y con los Estados Unidos en clave progre-globalista, la soledad de
los colombianos de bien será agobiadora, pero aunque nos abandonen, no
dejaremos la lucha.
***
¡Reconstrucción o catástrofe!