Por Antonio Montoya H.*
Es siempre una posibilidad, e inclusive en
algunos casos puede hablarse del empate como algo posible, pero al final se
tendrá un primer lugar en cualquier actividad, es decir un ganador. Por ejemplo,
en el deporte los otros competidores podrán tener nuevas oportunidades en
competencias posteriores. Así es igual en casi todo en la vida diaria, en las
licitaciones pueden ser muchos proponentes y uno solo se gana el contrato, en
elecciones se presentan precandidatos, luego se depura y llegan dos o tres con
opciones a la elección y de ellos uno solo gana, en el tenis, fútbol, golf, fórmula
1 o ciclismo, al final es uno solo el campeón, y normalmente los demás
felicitan al ganador, reconocen con hidalguía la victoria del otro y salen
contentos con su propio resultado.
Lo que parece ilógico e irresponsable es que
todo aquel que pierde en la política, inmediatamente sale a decir que hubo
fraude, que le robaron las elecciones, que se encontraron cajas con votos, en
fin, siempre tienen la disculpa precisa a flor de piel, difunden por todos los
medios posibles que la victoria del otro es por fraude y generan con ello
desestabilización, conflictos, demandas, gritos y violencia.
Son muchos los casos y traigo a colación el de
México, país en el que el actual presidente Manuel López Obrador, perdió tres
elecciones previas y nunca aceptó el triunfo del otro. Tuvo hasta gobierno
paralelo y cuando por fin ganó, no dijo nada, fueron perfectas las elecciones,
no hubo asomo de fraude. Así vamos recorriendo el mundo y ocurrió lo mismo con
Bolivia, Ecuador, Nicaragua, en Colombia sucedió en las elecciones del año
1970, en fin, nadie puede aceptar perder con altura, con serenidad, todo es
robo si no se gana, lo del otro es robado y lo mío perfecto.
No saber perder es un mal que tenemos
enquistado, no reconocer el mérito del contrincante, demeritarlo, sacar al aire
dudas sobre la validez del triunfo, hace daño, no genera tranquilidad para
quien gobierna, ni para los perdedores, no salen de ese desespero sino cuando
tienen nuevas elecciones, es una tragedia y hace daño a los ciudadanos.
Aquí aun no se ha aprobado el voto electrónico
para las próximas elecciones y ya salen a decir los senadores Petro y Rodrigo
Lara, que se presentara un fraude monstruoso; esas afirmaciones no tienen pies
ni cabeza, ligeras, insidiosas afectando desde antes el ambiente electoral por
si ellos no ganan, tengan desde ya lista la disculpa, daño inmenso le hacen al
país estos dos ciudadanos.
Cuántos muertos no se causan por no aceptar los
triunfos de otros, disturbios callejeros, afectaciones a bienes, peleas y luego,
con el pasar de los días, esos mismos contrincantes se unen y los únicos
paganinis de ese desastre son los ciudadanos de a pie.
Ganar o perder, es parte de la esencia de la
vida. Miremos otro ejemplo nefasto de lo que implica perder y es lo que ocurre
aun hoy en Estados Unidos, cuando el actual presidente impugna el resultado
electoral en varios Estados sin pruebas argumentando fraude, e impidiendo aun
el reconocimiento oficial de Biden como nuevo presidente. Esta actuación de
este hombre ya había sido anunciada por él mismo, cuando manifestó que
desconocería el resultado de las elecciones en el caso de no obtener el
triunfo. Y si eso sucede allí, en el seno de la democracia más representativa,
qué podemos esperar de otros países de una tradición más pobre en el ejercicio
de la democracia.
Es tan difícil el aceptar la derrota, que hasta
se premia el juego limpio, que no es otra cosa que aceptar la superioridad del
otro sin ofender, pegar o restarle valor al oponente.
Ganemos o perdamos, la vida sigue y las
oportunidades se repiten, ayudemos felicitando al ganador, alabémoslo, y
démosle valor, más tarde lo harán con ellos.
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