viernes, 27 de noviembre de 2020

Covid-19: no bajar la guardia

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Después de casi un año el coronavirus se está convirtiendo en paisaje. Se nos ha vuelto tan “familiar” que convivimos con él sin mayor temor. Como hemos visto que más del 90% de los que han sido afectados se recuperan, que muchos lo han padecido sin siquiera darse cuenta, que otros han tenido síntomas muy ligeros, que supuestamente no repite, que tres farmacéuticas parecen haber encontrado vacunas con altas dosis de efectividad y que pronto el virus será historia, sumado a muchos que afirman que todo esto fue puro cuento, entonces, se ha comenzado a bajar la guardia respecto de todas las normas de bioseguridad que nos han sugerido: ¡fatal!

Las rutinas protocolarías de prevención son elementalmente simples y por eso muchos no las cumplen: ponerse un tapabocas, lavarse las manos con frecuencia, no tocarse la cara, conservar el distanciamiento social, eludir aglomeraciones en espacios cerrados, aislarse en caso de experimentar síntomas y notificar a los otros de su entorno, etcétera. ¿Así de fácil? Sí, y también así de difícil que haya disciplina social. Cuando alguna de estas pautas falla, esa fisura resulta letal: por allí el covid-19 se introduce y hace de las suyas de manera sorprendente y desconcertante. Se decía que sus víctimas predilectas eran la población de la tercera edad y quienes padecían de morbilidades como la diabetes, hipertensión arterial o estaban inmunodeprimidos. Sí y no. Muchos pacientes con este perfil lo han superado y muchos jóvenes sanos están muertos. Como quien dice, con este asunto no se juega.

Cada vez más el cerco epidemiológico parece estrecharse. Recuerdo que en los primeros meses nadie amigo sabía de casos cercanos de infección. Los que aparecieron luego fueron vistos como realmente exóticos, posteriormente hemos sabido de conocidos y enseguida de amigos e incluso familiares. Hoy el virus nos ronda y toca a nuestras puertas. En mi caso, ya perdí a una prima muy querida, de la primera oleada de víctimas: nunca supimos cómo pudo contagiarse. Luego he sabido de gente conocida y amigos, algunos dijeron no haber sentido nada, otros algunos síntomas, todos con narrativas diferentes. Otros, sencillamente murieron, algunos en UCIs o en sus casas, asfixiados, o de sorpresa. Desde hace dos semanas, una racha azota a nuestra Enfermeria: de 20 pacientes, 10 se han contagiado, 5 son sospechosos y solo 5 no presentan síntomas. De los primeros, ya han muerto 5 y tenemos otros 4 delicados. La cosa va en serio.

Así las cosas, no podemos bajar la guardia. En  esa casa nuestra, supuestamente inexpugnable, los cuidábamos con riguroso celo precisamente por ser nuestros hermanos mayores. Pero, el virus se infiltró cual enemigo con caballo de Troya y ha pasado costosa factura. Repito con dolor, cuando los protocolos se incumplen o se relajan, cuando alguien experimenta síntomas y se calla, cuando sencillamente se es irresponsable, puede ser que uno no se muera, pero contagia a los suyos alrededor y los mata. Casos se siguen viendo y no aprendemos, ¡por Dios!  Tan fácil cuidarse, tan difícil perseverar en los cuidados. En tus manos está la solución, está tu vida y la vida de los tuyos.