viernes, 2 de octubre de 2020

Bondad, alegría, calidad

José Leonardo Rincón Contreras

Por José Leonardo Rincón, S. J.* 

Es cierto. Por las redes sociales circula mucha basura, pero también es cierto que se encuentra uno con contenidos extraordinarios. En alguna de ellas me encontré un conferencista a quien alguien del público le pregunta: ¿qué consejos le darías a un padre para que eduque bien a sus hijos? Y el hombre, más que consejos, ofrece algunas luces: que sean buenos seres humanos, que sean alegres, que hagan las cosas bien. Podría uno juzgarlo como demasiado básico puesto que faltarían en el equipamento otras virtudes, pero en un contexto donde ya una ética de mínimos sería ganancia, si se lograran estas tres, no sería poco.

Con no poca razón decía el filósofo que el hombre nace bueno, pero la sociedad lo corrompe. Entonces, incentivar a las nuevas generaciones para que sean buenos seres humanos, buenas personas, es todo un reto. ¿Cómo preservarse bueno cuando el entorno está tan contaminado? Porque uno ve ingenieros y arquitectos que por ahorrarse costos dejan caer edificios y puentes. Gobernantes que mienten y engañan. Multimillonarios ricos evasores de impuestos. Gente con poder y títulos, que no solo son malos profesionales sino, también, malos seres humanos.

Y en ese valle de lágrimas, plagado de dolores y sufrimientos, pobrezas y carencias, amarguras y resentimientos, odios y violencias, pareciera un contrasentido sonreír, estar alegres, cuando todo da para estar con caras largas, desencajadas y lúgubres. La alegría se convierte en bálsamo. No forzada ni fingida, no. La auténtica alegría, esa que brota desde el fondo del corazón y nos abre al optimismo y la esperanza cuando más lo necesitamos. Es lo que Dominique Lapierre logra plasmar en La ciudad de la alegría, su libro más reconocido. Cómo estar alegres y ser felices en medio de la pobreza de Calcuta. O la sonora carcajada que logró sacarme un mendigo en un semáforo cuando me dice con fino humor que, si no tengo monedas, me recibe billetes, cheque o tarjeta de crédito. O es esa alegría resiliente de nuestra cultura que se expresa con un apunte jocoso o un chiste que nos sacude las tristezas del alma. Nada más reconfortante y saludable que una alegría gratuita, libre y desinteresada.

Finalmente, en un medio que busca invertir poco y ganar mucho, esforzarse mínimamente y obtener con facilidad las cosas, despachar rápido los asuntos sin prestarles la atención debida, producir en serie y masivamente… es ahí donde cobra importancia hacer las cosas bien, responsablemente y con calidad. Claro, las obras de arte no se producen mecánicamente, nos lo testimonia el Creador con cada nuevo ser humano que nace, genuino, único, irrepetible, distinto. “Y al verlo, vio que estaba bien hecho”, narra el Génesis. Así. Así deberíamos hacer todo, con gusto, bien hecho, con control de calidad, no mal, ni mediocremente.

Se nos fue Quino esta semana, un ser humano sensible, profundo, hombre bueno, que nos proporcionó a través de sus caricaturas una alegría inmensa. Un artista que hizo bien su trabajo porque nos puso a pensar cuando nos hacía reír. Su vida, como anillo al dedo, ejemplo perfecto de lo que hablamos hoy. Bondad, alegría, calidad. Luego, ¡sí es posible!