miércoles, 2 de septiembre de 2020

Opulencia revolucionaria

José Alvear Sanín
Por José Alvear Sanín*

Perdura en el inconsciente colectivo la imagen romántica del revolucionario perseguido, escondido, paupérrimo y andrajoso, poseído de un fanático y devorador fuego interior que no le deja tiempo para pensar, leer, descansar o tener vida familiar. En cambio, frecuenta las prisiones, de las que sale más enardecido, a dedicar las 24 horas a la agitación, siempre dispuesto para las más arriesgadas tareas como la colocación de explosivos, el atentado terrorista o la bomba suicida, odiando siempre, conforme al catecismo de Netchaiev. En consecuencia, el revolucionario será pobre entre los pobres.

Como agitador urbano o guerrillero, esa vida de privaciones está animada por el ideal de la lucha de clases, que debe culminar con la sangrienta supresión de los opresores, los “gusanos”, los “enemigos del pueblo”. Equivocado, desde luego, pero la figura no carece de cierta grandeza trágica, especialmente cuando su vida sacrificada termina en el cadalso.

A partir de Lenin, el revolucionario deja de ser un agente impulsivo para convertirse en un piñón del engranaje dentro de un partido de profesionales, con división del trabajo, porque habrá intelectuales, estado mayor, publicistas, comunicadores, agitadores, sindicalistas, secuestradores, gatilleros, explosivistas…

Algunos llegaban a los parlamentos, pero el partido se quedaba con las dietas, dejándoles apenas para la pitanza, como ocurre ahora con los médicos cubanos.

Aun después del triunfo de la revolución la vida seguía siendo dura para quienes habían cargado los ladrillos: acomodo en una burocracia mal pagada; trabajo extra voluntario dentro de una economía improductiva; vivienda compartida. Pero resplandece el ejemplo de Vladimir Ilich, amo de todas las Rusias, que se conforma con un cuartucho y un catre en algún recoveco del Kremlin.

Y luego, la dura realidad, porque solo mejora la vida de los jerarcas, que tienen habitación digna y hasta vehículo, mientras les dura el favor veleidoso de los jefes, porque para unos y otros la vida es un temblor en espera de la purga.

En mi juventud conocí muchos de esos luchadores incansables. Su prédica siempre me pareció funesta, irracional, refractaria a todos los datos de la experiencia, pero no pude dejar de admirar tanto renunciamiento en aras de un ideal social improductivo y carcelario.

Por aquellos años las gentes percibían como incompatible un buen nivel de vida y el credo revolucionario. Esa era una apreciación basada en el sentido común, porque imperaba la conformidad entre vida y pensamiento.

Mucho más tarde aparecieron los representantes de lo que se ha llamado el socialismo caviar, de muchos que creen y no practican, como tantos franceses que tienen el corazón a la izquierda y el bolsillo a la derecha.

Esto también lo expresó Nicolás Gómez Dávila cuando dijo: “Nada hace más feliz al burgués que la revolución en casa del vecino”, actitud especialmente frecuente en ciertas élites acomodadas de docentes universitarios, de burócratas permanentes, de jueces y magistrados molondros que solo salen de su sopor cuando hay que prevaricar para favorecer la línea progre…, en fin, de los incontables amigos y parientes que conocemos y que disfrutan de manera casi que inconsciente de lo que Montherlant llamaba “el placer de traicionar”.

Todo esto viene a cuento —para descanso del paciente lector— cuando contemplo fotos de la espléndida mansión de Gustavo Petro, de unos 3.000 millones, en el exclusivo sector de Santa Ana II, en Chía, revelada por un investigador tan certero como Gustavo Rugeles, a la que han seguido (sin confirmar) muchos mensajes que circulan en la red sobre otras lujosas propiedades del candidato revolucionario, como dos casas en Encinar de Sindamanoy, un apartamento en Rosales, otro en Barranquilla. Y, además, informaciones confirmadas sobre las empresas, los yates y el hotel del senador Bolívar.

En fin, la mutación de los primates comunistas es notable. Para no ir más lejos, sabemos que, en Pekín, el Comité Central está formado por docenas de dignatarios que se apoderaron de igual número de sectores de la economía china, y, en consecuencia, figuran entre los mayores billonarios del mundo, que disfrutan de una economía capitalista salvaje, dentro de una sociedad controlada totalitariamente por el partido…

Nada más superficial, entonces, que seguir creyendo que la riqueza indica aversión al comunismo, porque ahora este está dirigido por plutócratas aun más ricos que la mayoría de los potentados de los países capitalistas. A fin de cuentas, el socialismo se ha convertido para muchos en una vía aceptable hacia el poder y la riqueza…

Sin desconocer el mejoramiento económico de millones de chinos, no deseamos tampoco ese modelo para Colombia. Aun si Petro nos ofreciera una simbiosis tipo China, el comunismo en Colombia será, por lo menos y durante años, como el venezolano, estalinista y castrista.

Viene la campaña electoral, con ese señor prometiendo servicios domiciliarios gratuitos, renta básica universal, reforma agraria y entrega de las viviendas a los arrendatarios, promesas imbatibles en las urnas, que, convertidas en realidad nos llevarán a disfrutar del paraíso castro-chavista, que para él ya llegó…

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Es imposible desconocer que el voto electrónico hace posible el fraude permanente, como en Venezuela, y que todas las democracias europeas lo rechazan.

Por tanto, es más que oportuna la lectura de “Un error suicida”, de Alberto López Núñez http://www.lalinternaazul.info/2020/08/27/un-error-suicida/ para darse cuenta de la gravísima amenaza que pesa sobre Colombia. No obstante, partidos afines al gobierno han presentado un proyecto de acto legislativo para imponer tanto el voto electrónico como un dizque “voto virtual”, carente de precedentes y aun más peligroso. ¿Cómo es posible que partidos y gobiernos democráticos estén dispuestos a inmolarse? ¿Ingenuidad, ignorancia o irresponsabilidad?

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¡Valerosa la viuda que, ante toda Colombia, en aquelarre organizado por Claudia Nayibe, se negó a abrazar a la temible loba Griselda, hasta que esta, en vez de derramar lágrimas de cocodrilo, confiese toda la verdad sobre el asesinato de su marido!