Por José
Alvear Sanín*
Agniezka Holland (1948), la notable directora polaca, fue hija de Henryk Holland. Por tanto su curioso apellido, de sonoridad inglesa, no corresponde a ningún pseudónimo. Después de graduarse en la Academia Cinematográfica de Praga, su primer trabajo fue a órdenes nada menos que de Andrejz Wajda, el gran director de “Katyn”, “El hombre de mármol” y “El hombre de hierro”, películas indispensables para entender la caída del comunismo en Polonia.
Agniezka logró emigrar a Francia antes del aplastamiento soviético, en 1981, del liberador movimiento Solidaridad. Hizo varias películas importantes en Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, entre las cuales recuerdo la bellísima “El jardín secreto” (1983), antes de regresar a su patria cuando colapsó el comunismo en Europa Oriental y los cineastas pudieron disfrutar de libertad creativa.
Su más
reciente obra es “Mr. Jones” (2019),
título insípido para una gran película, mientras “L´Ombre de Staline”, con el cual se ha proyectado en Francia, es
mucho más diciente.
El
film trata del ocultamiento de la Gran Hambruna (Holodomor) en Ucrania (1932-1933), que mató varios millones de
personas, fríamente ordenada por Stalin con tres propósitos: eliminar los
campesinos prósperos, a quienes la revolución había entregado la tierra,
colectivizar la agricultura y requisar toda la producción de trigo y maíz para
exportarla y obtener divisas. Como os
campesinos ya se habían comido el ganado, para no entregarlo a las granjas
colectivas, y como ya les habían expropiado las
parcelas, pronto el hambre fue absoluta y se llegó incluso al
canibalismo.
Había
que ocultarle al mundo ese horror, y por eso los corresponsales occidentales,
enclaustrados en el lujoso Hotel Metropol de Moscú, fueron convertidos en
cómplices mediante el abundante suministro de mujeres, alcohol y drogas. Esa
operación de ocultamiento fue dirigida por William Duranty, representante del New York Times en Rusia, uno de aquellos
intelectuales espléndidamente fletados, como tantos novelistas, poetas y
columnistas, corifeos del comunismo-caviar, que padecemos en Colombia.
La
película narra las heroicas averiguaciones del periodista británico Gareth
Jones (1905-1935), quien logró introducirse en la prohibida Ucrania. Allí
padeció el hambre, presenció la represión violenta y pudo ver cadáveres
insepultos tirados por doquier, lo que le permitió denunciar en la prensa
norteamericana la masacre, una de las peores páginas de la horrenda historia
del comunismo.
Jones
fue luego desmentido, despreciado, perseguido, calumniado, y asesinado tres
años más tarde por la larga mano de la NKVD.
Con
esta excelente producción anglo-polaca, Agniezka Holland rescata la trágica y
ejemplar historia de un periodista insobornable, bien representado por James
Norton, quien hizo de Andrei Bolkonski en la versión más reciente de Guerra y Paz.
Sin
embargo, el excelente relato fílmico varias veces se interrumpe,
innecesariamente a mi juicio, con una voz en off que recita líneas de Animal Farm, que para muchos
espectadores resultan incomprensibles, al no estar familiarizados con la
trayectoria de su autor, George Orwell, desde el anarquismo hasta la demoledora
denuncia del estalinismo a través de esa pungente fábula.
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Cuando
el hierro era más caro que el oro
(Bogotá: Ariel, 2016) – A través de 60 ágiles y amenos capítulos, Alessandro
Giraudo, de Viel-Tradition, de París, ha escrito una concisa pero muy ambiciosa
historia del comercio y las grandes industrias, desde Asiria, cuando el hierro
valía ocho veces más que el oro, hasta 1945, cuando se presentó en Hungría una
inflación peor que la bien conocida de Alemania en 1923, y quizá mayor aun que
la de Venezuela, porque se llegó a imprimir billetes de 100´000.000 de b-pengö.
Por
esas 342 páginas, apoyadas por 61 de citas puntuales, desfilan temas como los
mercados de esclavos de la antigüedad, el paso violento de la Edad de Bronce a
la de Hierro; la construcción del Coliseo, financiada con el botín del Templo
de Jerusalén; la Ruta de la Seda en la Edad Media; Venecia, cuando imprimía la
mitad de los libros de Europa; la Carabela de Aviso y el Galeón de Manila en
las rutas marítimas del Imperio Español; la contabilidad en fardos de arroz en
el Japón; la creación de los bancos centrales para financiar guerras… y así
sucesivamente.
La
muestra anterior indica el interés de una narración que no decae, porque aun
para lectores aficionados a la historia económica, este libro abunda en datos y
temas sorprendentes, como por ejemplo, la magnitud de los suministros gringos a
los rusos vía Vladivostok (sin los cuales la URSS no habría podido enfrentar a
la Wehrmacht), jamás obstaculizados por el Japón, aliado de Alemania, pero que
nunca entró en guerra contra Stalin.
Sin
desconocer los méritos de esa obra, echo de menos dos capítulos:
1.
Hasta dónde el propósito de arrebatar a los portugueses un muy lucrativo
tráfico, determinó la búsqueda, navegando hacia Occidente, de otra ruta para
llevar la pimienta y otras especias a Europa.
2. El
papel del oro en la conquista de América, porque Giraudo solo se ocupa de la
plata de Potosí y de México como factor del poder de España en los siglos XVI y
XVII, especialmente.
***
¡Según el Banco Mundial, el PNB de Venezuela,
en los siete años que lleva Maduro, se ha contraído 86%!
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¡Cómo es posible que la Comisión de la Mentira,
del descarriado cura De Roux, tenga un presupuesto anual de $96.000 millones!
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Ningún órgano judicial de un país soberano
puede, como hace la JEP, al recibir subsidios (o sobornos) por 3.5 millones de
euros, de una potencia extranjera, la EU, para absolver criminales, perseguir
inocentes y subvertir el país.