Pedro
Juan González Carvajal*
Por donde quiera que uno mire esta pandemia ha puesto al descubierto que no tenemos claro el manejo de los riesgos, que somos una sociedad estructuralmente desigual y que la vida y la economía hoy en día están intrínsecamente ligadas y colocadas al mismo nivel de valoración.
La falta
de un verdadero liderazgo, la falta de solidaridad y la mezquindad, también han
acompañado este fenómeno.
La
primera potencia mundial le quita el respaldo a la Organización Mundial de la Salud
-OMS- cuando más soporte y ayuda requiere; el tema es manejado en muchas partes
con fines políticos y las decisiones erradas y los malos manejos de los
recursos en términos de corrupción ponen en evidencia la bajeza y la ruindad de
algunos humanos.
Unos
países se encierran, otros quedan abiertos y otros juegan al sí pero no,
mientras las cifras de contagiados y de muertos crecen en todo el planeta,
demostrando que estamos ante un ejercicio de prueba y error.
Dicen que
el infierno está lleno de gente con buenas intenciones. Asumamos que existe el
infierno y entonces allá estarán, ahí sí guardados, quienes por acción u
omisión nos ponen en peligro a todos.
Ojalá la
experiencia del pasado 19 de junio (el día sin IVA), nos sirva para entender
que el sistema educativo, al menos en Colombia, ha fracasado en términos de
formación de ciudadanos y de gente civilizada, y que lo que tenemos en
abundancia es una caterva de Cafres, retomando los términos del maestro
Echandía, Cafres que ni cuidan su seguridad individual, ni tienen el más mínimo
ápice de solidaridad para cuidar a los otros.
Decía Teilhard
de Chardin que “El árbol de la vida requiere ser podado”. Pues si a la
gente le parece que no se justifica cuidarse, pues qué tal si miramos la
situación de otro modo y damos vía libre para que quien quiera se quede en casa
y el que quiera salir que salga, eso sí, anunciando que no se aumentará el
número de UCIS, que no se comprarán más ventiladores y que el que se enferme,
pues que se atenga a sus consecuencias. Es que uno le da comida a la gente, pero
no ganas de comer. ¡Qué cansancio! ¡Qué desgaste! ¡Qué irresponsabilidad!
Esta es
una época para reflexionar, repensar, reimaginar, reiniciar y resistir.
Es el
momento de redefinir conceptos hoy manoseados, popularizados, vulgarizados
e incomprendidos como el de liderazgo, solidaridad y responsabilidad,
entre otros varios. Hoy no hay verdaderos líderes, hoy la solidaridad es una
expresión de moda y la responsabilidad es una quimera.
Los mal
llamados líderes de hoy detestan que les hablen de filosofía y de futuro, lo
cual los deja enmarcados en lo que son: ejecutores vacíos, cortoplacistas y
miopes.
De igual
manera, los mal llamados líderes no han querido reconocer que la gente del
común perdió toda la confianza en las instituciones actuales, lo cual, dicho en
palabras de los eruditos, quiere decir que se agotaron los relatos, que ya no
son pertinentes y lo que es peor, que no aparecen relatores ni relatos nuevos.
También
hoy creemos que, si usamos muchas veces la palabra “reinventarse”, por arte de
birlibirloque las cosas cambiarán. ¡Absolutamente falso! No es el cambio por el
cambio. Esto no es un proceso de tierra arrasada, de “Tabula rasa”. Debemos
llegar al meollo del asunto y de pronto allá nos encontramos con que lo que hay
que cambiar, son las “prácticas de crianza”, lo cual nos incumbe a todos.
Se
requieren nuevos liderazgos ético-sociales que sepan crear un “tejido social”
sólido y equitativo, donde la trama haga el buen papel de hilo de amarre y la urdimbre
aporte los hilos longitudinales, que estando en permanente tensión, aporten el
vector direccional.
El ser
líder ético-social implica aunar la ética con lo estético, para que el ser
ético y el ser social coexistan en armonía.
Ecología
y economía comparten una raíz común: oikos que quiere decir casa. Y es que la
casa hay que cuidarla y la economía, como hija de la filosofía moral, debe
preocuparse porque los habitantes de la casa disfruten de un bienestar digno
para todos. Hay que ponerlas a trabajar juntas y no a competir.
No quiero
dejar pasar por alto el hecho de que uno de los argumentos esgrimidos para que
los colegios y escuelas públicas del Departamento de Antioquia no vayan a tener
clases presenciales en el segundo semestre del 2020, es que algunas de ellas no
tienen agua potable. ¡Por Dios! ¿Y nosotros los antioqueños tan orgullosos de
qué? Y para colmo de males, se establece que una de cada 3 casas rurales
tampoco tiene agua potable. ¡Ave María!
Así
mismo, una reciente evaluación de la Cepal de cómo van los países de América
con respecto al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible -ODS-
muestra a Colombia en la penúltima posición, solo superando a Bolivia. ¿Quiénes
son y en dónde están los ilusos que insisten en que vamos bien?
Y
mientras tanto, el asesinato de líderes sociales no se detiene.
Finalmente,
una arenga provocadora: “En Colombia, siempre hacia atrás, nunca hacia
adelante”.
Reflexión: El Honor Militar está por encima del tratamiento que se
le da a cualquier valor o atributo superior por parte de la sociedad política.
Quienes amamos hondamente al Ejército de Colombia, nos sentimos verdaderamente
compungidos por la escalada de “casos aislados” que se dan en diferentes
frentes, y que tuvo su más reciente expresión en la violación de la niña Emberá
por parte de 7 soldados activos, es decir, en servicio. Una manzana podrida
daña a las manzanas buenas. Por eso, en un acto de verdadera responsabilidad y
de respeto al Honor Militar, toda la línea de mando, toda, debería renunciar, o
ser llamada a calificar servicios por parte del Comandante Supremo de la Institución
que es el presidente de la República, como medida ejemplarizante, a ver si se
le pone coto, por fin, a este tipo de situaciones.
NOTA: Mi solidaridad con el señor Gobernador Aníbal Gaviria Correa y su distinguida familia.