martes, 7 de julio de 2020

De cara al porvenir: la gran improvisación

Pedro Juan González Carvajal*

Pedro Juan González Carvajal
Por donde quiera que uno mire esta pandemia ha puesto al descubierto que no tenemos claro el manejo de los riesgos, que somos una sociedad estructuralmente desigual y que la vida y la economía hoy en día están intrínsecamente ligadas y colocadas al mismo nivel de valoración.

La falta de un verdadero liderazgo, la falta de solidaridad y la mezquindad, también han acompañado este fenómeno.

La primera potencia mundial le quita el respaldo a la Organización Mundial de la Salud -OMS- cuando más soporte y ayuda requiere; el tema es manejado en muchas partes con fines políticos y las decisiones erradas y los malos manejos de los recursos en términos de corrupción ponen en evidencia la bajeza y la ruindad de algunos humanos.

Unos países se encierran, otros quedan abiertos y otros juegan al sí pero no, mientras las cifras de contagiados y de muertos crecen en todo el planeta, demostrando que estamos ante un ejercicio de prueba y error.

Dicen que el infierno está lleno de gente con buenas intenciones. Asumamos que existe el infierno y entonces allá estarán, ahí sí guardados, quienes por acción u omisión nos ponen en peligro a todos.

Ojalá la experiencia del pasado 19 de junio (el día sin IVA), nos sirva para entender que el sistema educativo, al menos en Colombia, ha fracasado en términos de formación de ciudadanos y de gente civilizada, y que lo que tenemos en abundancia es una caterva de Cafres, retomando los términos del maestro Echandía, Cafres que ni cuidan su seguridad individual, ni tienen el más mínimo ápice de solidaridad para cuidar a los otros.

Decía Teilhard de Chardin que “El árbol de la vida requiere ser podado”. Pues si a la gente le parece que no se justifica cuidarse, pues qué tal si miramos la situación de otro modo y damos vía libre para que quien quiera se quede en casa y el que quiera salir que salga, eso sí, anunciando que no se aumentará el número de UCIS, que no se comprarán más ventiladores y que el que se enferme, pues que se atenga a sus consecuencias. Es que uno le da comida a la gente, pero no ganas de comer. ¡Qué cansancio! ¡Qué desgaste! ¡Qué irresponsabilidad!

Esta es una época para reflexionar, repensar, reimaginar, reiniciar y resistir.

Es el momento de redefinir conceptos hoy manoseados, popularizados, vulgarizados e incomprendidos como el de liderazgo, solidaridad y responsabilidad, entre otros varios. Hoy no hay verdaderos líderes, hoy la solidaridad es una expresión de moda y la responsabilidad es una quimera.

Los mal llamados líderes de hoy detestan que les hablen de filosofía y de futuro, lo cual los deja enmarcados en lo que son: ejecutores vacíos, cortoplacistas y miopes.

De igual manera, los mal llamados líderes no han querido reconocer que la gente del común perdió toda la confianza en las instituciones actuales, lo cual, dicho en palabras de los eruditos, quiere decir que se agotaron los relatos, que ya no son pertinentes y lo que es peor, que no aparecen relatores ni relatos nuevos.

También hoy creemos que, si usamos muchas veces la palabra “reinventarse”, por arte de birlibirloque las cosas cambiarán. ¡Absolutamente falso! No es el cambio por el cambio. Esto no es un proceso de tierra arrasada, de “Tabula rasa”. Debemos llegar al meollo del asunto y de pronto allá nos encontramos con que lo que hay que cambiar, son las “prácticas de crianza”, lo cual nos incumbe a todos.

Se requieren nuevos liderazgos ético-sociales que sepan crear un “tejido social” sólido y equitativo, donde la trama haga el buen papel de hilo de amarre y la urdimbre aporte los hilos longitudinales, que estando en permanente tensión, aporten el vector direccional.

El ser líder ético-social implica aunar la ética con lo estético, para que el ser ético y el ser social coexistan en armonía.

Ecología y economía comparten una raíz común: oikos que quiere decir casa. Y es que la casa hay que cuidarla y la economía, como hija de la filosofía moral, debe preocuparse porque los habitantes de la casa disfruten de un bienestar digno para todos. Hay que ponerlas a trabajar juntas y no a competir.

No quiero dejar pasar por alto el hecho de que uno de los argumentos esgrimidos para que los colegios y escuelas públicas del Departamento de Antioquia no vayan a tener clases presenciales en el segundo semestre del 2020, es que algunas de ellas no tienen agua potable. ¡Por Dios! ¿Y nosotros los antioqueños tan orgullosos de qué? Y para colmo de males, se establece que una de cada 3 casas rurales tampoco tiene agua potable. ¡Ave María!

Así mismo, una reciente evaluación de la Cepal de cómo van los países de América con respecto al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible -ODS- muestra a Colombia en la penúltima posición, solo superando a Bolivia. ¿Quiénes son y en dónde están los ilusos que insisten en que vamos bien?

Y mientras tanto, el asesinato de líderes sociales no se detiene.

Finalmente, una arenga provocadora: “En Colombia, siempre hacia atrás, nunca hacia adelante”.

Reflexión: El Honor Militar está por encima del tratamiento que se le da a cualquier valor o atributo superior por parte de la sociedad política. Quienes amamos hondamente al Ejército de Colombia, nos sentimos verdaderamente compungidos por la escalada de “casos aislados” que se dan en diferentes frentes, y que tuvo su más reciente expresión en la violación de la niña Emberá por parte de 7 soldados activos, es decir, en servicio. Una manzana podrida daña a las manzanas buenas. Por eso, en un acto de verdadera responsabilidad y de respeto al Honor Militar, toda la línea de mando, toda, debería renunciar, o ser llamada a calificar servicios por parte del Comandante Supremo de la Institución que es el presidente de la República, como medida ejemplarizante, a ver si se le pone coto, por fin, a este tipo de situaciones.

NOTA: Mi solidaridad con el señor Gobernador Aníbal Gaviria Correa y su distinguida familia.