Por
Andrés de Bedout Jaramillo*
El
decreto de emergencia injustamente suaviza el tratamiento impositivo a los
altos salarios de estos funcionarios, parando la progresividad de la tabla,
para que los verdaderos altos salarios no se vean tan afectados por la medida;
mejor dicho, los salarios de los que definieron la medida amañaron el gravamen
a su favor.
No es
justo que la progresividad que empieza en 15%, para los salarios y pensiones de
diez millones, se frene en el 20% para los de más de veinte millones,
favoreciendo a los de 30, 40, 50 millones mensuales y más.
Como
siempre, quedan protegidos los que tienen en sus manos el poder de decisión,
los que tienen las gabelas que hacen que sus verdaderos salarios sean
superiores, porque además del sueldo, tienen camionetas blindadas, escoltas,
asistentes de todo tipo, tiquetes en primera y otras prebendas de cuenta de los
impuestos que pagamos los que ganamos muchísimo menos y de los pequeños
accionistas de las compañías, que perciben muy bajos dividendos, o mejor, no
perciben dividendos. Lo anterior, sin mencionar los afanes dilapidatorios que
aún, en estas difíciles e inciertas épocas, se mantienen gastando en camionetas
blindadas de alta gama importadas, esquemas de seguridad exagerados que
distraen miles de agentes de policía requeridos para proteger y controlar a la
población en esta apertura inteligente, con más de quince millones de
desempleados, miles de empresas grandes, medianas y pequeñas, privadas,
públicas y mixtas, quebradas o muy cerca de estarlo.
Los
donatones están perdiendo cada día más posibles aportantes, por la situación
económica, el desánimo, la desconfianza que nos generan los corruptos y
descarados dilapidadores, obsesionados en seguir aparentando y alimentando egos
de cuenta ajena, haciendo lo que no harían, ni hacen, con su propia plata.
Planeación
Nacional tiene que revisar la estratificación de la población colombiana; cada
estrato en la realidad tiene varios llamémoslos subestratos, lo que implica
tratamientos injustos en materias de servicios públicos, de impuestos, multas,
contribuciones y subsidios, en un sinnúmero de materias que se rigen por la
injusta y desueta estratificación actual.
El Ministerio
de las TIC, está muy rezagado en la urgente necesidad de conectividad que
tenemos en Colombia.
La única
forma de arreglar estos dos problemas planteados es aceptándolos, sin perder el
tiempo en comparaciones con otros países que pueden estar peor. Consuelo de
muchos, consuelo de tontos.
Yo diría
que, en una estratificación realista, en la clase media tenemos que aprender a
vivir con la mitad de los ingresos que percibíamos, dándonos por muy bien
servidos, siempre y cuando tengamos un empleo o una pensión. Los que no, tienen
que ser ayudados urgentemente por el Estado, al igual que los de los estratos
bajos, por supuesto con tratamiento diferencial con los estratos superaltos.
Hay
muchas cifras, la que más me rima es la de quince millones de colombianos que
requieren la asistencia urgente del Estado.
Que
amplíen la progresividad de la tabla de los aportes solidarios, que apliquen,
por lo menos por respeto, pobreza franciscana en la utilización de los recursos
del Estado y de los accionistas, que se muevan con verdadera agilidad en
solucionar las necesidades mínimas insatisfechas de los más necesitados, de los
desempleados, que doten rápido los centros de salud, clínicas y hospitales, que
se le entreguen a médicos y enfermeras elementos suficientes y de calidad para
atender el pico, que ya está llegando.
Mucho
tilín y pocas paletas.
Insisto,
nadie en Colombia se debe ganar más de quince millones de salario mensual; eso
nos hará más humildes, más sensibles, más iguales, más eficientes, es más, a
eso nos va a llevar esta crisis si somos responsables y solidarios.
Todos
podemos usar transporte público, bicicleta, caminar; todos tenemos que manejar
el mismo margen de riesgo, que se va a incrementar con la situación social que
rapidito llegará. No más discriminaciones, el covid-19 nos está nivelando.
Y esto no
es de pesimistas ni de optimistas, esto es de afrontar la realidad, con la
verdad y sin carreta.
Mucha unidad, las pendejadas entre sectores políticos tienen que pasar a un segundo plano.
Dejen esa insultadera y que se pongan productivos buscando satisfacer el
interés general; por el momento olvídense de los intereses particulares que
tanto los han desvelado.
No más persecución del Estado a las pocas empresa legales y formales que luchan por sobrevivir y siguen asfixiadas por el sinnúmero de exigencias, requisitos, impuestos, tasas, multas, etcétera, que a diario tienen que sufrir y vienen sufriendo de muchísimos años atrás.
Es como si el Estado no quisiera a los
empleadores, y si son pymes más duras les pone las cosas, para que tengan que
recurrir a la informalidad, para poder subsistir.
A pesar
de la pandemia, de la terrible crisis, hay pequeñas y medianas empresas
emprendiendo y tratando de reinventarse, con buenas ideas, pero se estrellan
cuando se enfrentan a las barreras de permisos, licencias, registros y miles de
costosas talanqueras que a través de los años ha venido estableciendo el Estado
para poder mantener su creciente y desbordada burocracia.
No
es sino ver el viacrucis de los que están desde hace meses luchándole a los
ventiladores. Me ofrezco voluntariamente para que los ensayen conmigo, siempre
y cuando ello no implique perder los seguros de salud y vida contratados desde
hace muchísimos años con SURA.
Repito, el único que nos puede ayudar a mantenernos fuertes, tranquilos y en paz, para afrontar lo que se nos avecina, es nuestro Señor Jesucristo, que siempre está ahí para nosotros, si nos comportamos como él nos enseñó.