José
Leonardo Rincón, S. J.*
Definitivamente los seres humanos somos muy complejos, ordinariamente
incapaces de aprender las lecciones que la vida nos deja, tercos como mulas, aún
en la antesala de la muerte, con el cuchillo en el pescuezo, empecinados en
hacer lo que nos parece. Es decir, llevados del “propio amor, querer e
interés”, como diría Ignacio de Loyola.
Y es que después de la cuarentena de encierro, que va para cincuentena,
resulta francamente decepcionante ver que socialmente no aprendimos la lección,
(quizás muchos sí a nivel personal o familiar), de manera que aquellas reflexiones
cargadas de romanticismo, de que después de esto las cosas no serían lo mismo,
se quedaron en vana ilusión. Lo afirmo con certeza viendo lo que he visto
durante este tiempo, pero también después de escuchar en estos días a César
Caballero, de Cifras y Conceptos, corroborarlo con los resultados de su última
encuesta, donde me llamó la atención que el 90% de los encuestados cree que de
esta pandemia a nivel personal saldrá transformado en muchos aspectos, pero
solo el 60% de ellos mismos cree que los otros saldrán transformados. Puede ser
cierto, porque hemos visto también en ese 30 o 40%:
* El afán politiquero de ganar réditos aprovechando la crisis, para robar
show mediático, querer brillar opacando a otros, alimentando odios polarizantes,
estilando veneno por redes sociales…
* La vacancia judicial de facto que ha permitido abrir compuertas para
que delincuentes de toda clase, comiencen a gozar de libertad so cuento de ayuda
preventiva en salud.
* Cascada de normativas en un país santanderista y leguleyo, donde hecha
la ley, hechas las excepciones, hecho el mico, hecha la trampa.
* Actitudes irresponsables de muchos que se pasaron por la faja el
aislamiento y les importó un bledo contagiarse o contagiar a otros, sin reparar
medida alguna de protección, ya en la calle, ya en parrandas grupales.
* Corrupción lúcida y sana para sacar tajada y robar vorazmente de lo
lindo aprovechando millonadas de auxilios para gente pobre y hambrienta.
* Agresividad desconcertante, desagradecida e injusta contra el personal
del sector salud, como si fueran los leprosos espantosos que habría que
excluir, después de haberlos llamado héroes y aplaudirlos como tales.
* Avivatos que se han aprovechado de la coyuntura para perjudicar a sus
empleados con artimañas diversas bajando salarios de unos, liquidando a otros,
no pagando lo que se debe, etc.
* Guerrilleros, paracos y bandas delincuenciales que han seguido
haciendo de las suyas por campos y poblaciones, orondos como si nada…
Clarísimo que ha habido cosas muy lindas también que oportunamente se han
divulgado y que, por ellas, gracias a Dios, no estamos peor, pero es necesario seguir
protestando por estos pescadores de río revuelto, avivatos infames, que se
aprovechan de la desgracia generalizada para lucrarse y hacer de las suyas.