martes, 19 de mayo de 2020

De cara al porvenir: los días por venir


Por Pedro Juan González Carvajal*

Pedro Juan González Carvajal
Ahí, sin querer queriendo, van pasando los días, las semanas y los meses desde que iniciamos esta cuarentena con el fin de aportar, desde cada individuo y desde cada familia, de manera paciente y responsable, nuestro grano de arena para tratar de evitar la propagación de nuestro invitado inesperado: el COVID-19.

El ejercicio de convivir 24 horas completas con el círculo familiar es un gran reto. Todos tenemos muchos universos y todos ellos se complementan para que no nos abrume ni la monotonía ni el cansancio.

Paulatinamente se hacen pruebas para ir retomando algunas actividades con el fin de no dejar que la economía se paralice del todo, pues es indiscutible que ni los ahorros ni los subsidios pueden durar toda la vida. Es el gran riesgo que estamos comenzando a asumir, sabiendo que tenemos que estar alertas y atentos a lo que vaya sucediendo en otros países que, por pocos días de adelanto con respecto a nosotros, ya están viviendo esta experiencia.

Ojalá las cosas marchen bien y que de manera civilizada sepamos guardar, respetar y hacer respetar los protocolos necesarios para este reinicio del proceso de socialización.

Hay que entender que todos reaccionamos distinto ante las diferentes circunstancias que nos corresponde vivir y a las pruebas que no pone la vida.

Algunos han enfrentado esta situación como si nada hubiera pasado. Otros con angustia por el encierro. Otros siguen con sus responsabilidades laborales y académicas respaldados en la tecnología. Otros se angustian por el confinamiento, pues una cosa es no querer salir y otra muy distinta es no poder salir. Otros se afectan física o emocionalmente, entre otras tantas posibilidades. Lo importante es que esta nueva situación ha puesto a prueba nuestra responsabilidad, nuestro buen juicio, nuestro orden, nuestra tolerancia y además ha servido para corroborar quiénes verdaderamente hacen parte de nuestras vidas.

Ojalá los ejemplos que se han divulgado con respecto a algunos pequeños síntomas e imágenes de recuperación de ciertos espacios por parte de la naturaleza y de otros seres vivientes, nos ayude a entender el nefasto protagonismo que hemos desarrollado, afectando la vida de otros y de nosotros mismos.

Resulta inconcebible e inconsecuente que la especie dominante, el rey de la creación, quien se considera hijo de Dios, no entienda que cada uno de nosotros respiramos en promedio 13 veces por minuto. Y que, ante esta contundente realidad, que es condición para estar vivos, ensuciemos permanentemente y de manera creciente el aire que de todas maneras hemos de respirar sucio, contaminado y envenenado. A ratos la lógica se queda corta para explicar y entender que es lo que nosotros los humanos consideramos como significado de lo que es ser inteligente.

Considero que sin distingos de preferencias políticas debemos apoyar y respaldar a nuestros gobernantes. Les tocó duro y ojalá les vaya bien, pues ellos son los que tendrán que tomar las decisiones que nos han de impactar a todos.

Es posible que pretendamos y aspiremos a que todo vuelva a ser como antes y es uno de los escenarios. Sin embargo, debemos prepararnos a emprender un proceso de resocialización lento, que implicará paciencia, restricciones en las expresiones de afecto, filas, turnos, citas, cambios de rutinas, espacios, entre otras tantas cosas de nuestra cotidianidad.

De pronto hablábamos de manera anecdótica y lejana de la figura de “slowly”, del “slow life” que fue lanzado como movimiento hace algunos años en Roma ante la apertura de un establecimiento de comida rápida en una plaza tradicional. El Movimiento slow es una alternativa para enfrentar el ritmo de vida del mundo occidental, que aboga por tomarse tiempo para saborear y disfrutar cada instante de la vida y ha tenido éxito en muchos lugares del mundo. Parece que ha llegado el momento de hacernos a la idea y practicarlo.