Por Antonio Montoya
H.*
Los muertos duelen.
Cada día que pasa de la cuarentena creo que a cada uno de nosotros nos trae
enseñanzas, nuevos aprendizajes, nos da tiempo para reflexionar, evaluar y mirar
inquisitivamente el futuro, el cómo será el día a día, la convivencia, en fin, el
actuar, pensar y mirarnos en este giro que nos dio la vida.
Pero, volviendo al
inicio, hay algo que me inquieta en estos días y son las familias que han
tenido a su alrededor fallecidos por causa del covid y el dolor que tienen. No
hubo acompañamiento en la despedida, cómo se les dio sepultura, qué es de sus
vidas recluidos soportando y llevando con dignidad y entereza el dolor de la pérdida,
qué angustia y qué dolor. Si para nosotros es dura la cuarentena, cómo será
para las familias dolientes, separadas unos de otros, hermanos, hijos, esposos(as)
o padres (madres) solos, soportando el vacío del ser querido. Para ellos estos
días son más difíciles de afrontar que para cualquiera de nosotros, adicional al
cuidado personal, el dolor de la muerte, sin duda alguna hace que estos días
sean interminables e infernales. Para todos ellos un abrazo solidario, tienen
mis oraciones en este momento crucial de nuestras vidas y que, aunque no los
conocí, ni a los que se fueron ni a ustedes los deudos, los tengo en mi mente
rogando a Dios para que tengan paz y sosiego en estos días.
Por otro lado,
también me refiero a los vivos, pero no a los corruptos que están haciendo lo
que quieren con las ayudas gubernamentales, no a esos hampones que deberíamos
colgar en la plaza pública como en épocas anteriores, para ver si aprenden los
que queden vivos, que con el dinero de lo público no se juega y menos con los
ciudadanos que necesitan y reclaman ayuda, lo que es vital para su
subsistencia.
Sí hago referencia a
los vivos, a los trabajadores informales, a los que sostienen la familia, a
aquellos que tienen sus negocios y de ellos se sostienen, a los que de ninguna
forma les llegará la ayuda del gobierno, a todos los que están sufriendo,
esperando con ansias la posibilidad de salir a reiniciar sus actividades, a
quienes recurren a los bancos para pagar sus nóminas y les piden papeles y
soportes para demostrar lo que no es posible porque el negocio está cerrado. A
ellos debe el Estado, a través de los departamentos o municipios, buscar
alivios que hagan la cuarentena más llevadera.
También tenemos a nuestro
alrededor las llamadas familias vergonzantes que pueden estar sufriendo y les
da penar pedir ayuda. Por ello, a nuestros vecinos debemos preguntarles como
están y en qué podemos ayudar; sencilla forma de allanar el camino para
colaborar sin ofender, ni atentar contra su dignidad. Así todos podemos ser
solidarios y contribuir a que estos días difíciles sean llevaderos y en las
casas exista tranquilidad.