Por John Marulanda*
Muy difícil de entrever o
prever las consecuencias de todo tipo que traerá esta pandemia, a la que hay
que llamar por su nombre vernáculo: “gripa china”. Lo de COVID-19 es un
cabalístico nombre promovido por la OMS, una organización financiada mayoritariamente
por US, pero manipulada precisamente por China.
La seguridad pública plantea
incertidumbres complicadas por un factor decisivo que agobia al país: el
negocio de las drogas, que continúa imparable en el mundo entero. En San
Francisco, US, aumentó un 150% el consumo de marihuana desde el inicio de la
crisis; hace pocos días se decomisó droga en un cargamento de mascarillas
quirúrgicas que iba para Hong Kong. En Santa Marta se decomisó hace dos semanas
un cargamento de cocaína escondido en aguacates. En Colombia, “ollas”,
“jíbaros”, “colmenas” y clientes VIP, persisten en las principales ciudades,
aunque a ritmo más desacelerado, y se registra un incremento paulatino de la
violencia por parte de los narco carteles de las FARC, ELN, EPL y otros en
áreas rurales, como en Cauca, y urbanas, como en el caso de las cárceles.
Con sus pingües ganancias,
esas estructuras del crimen organizado transnacional reclutan jóvenes,
adquieren armamento y controlan territorios, mientras desde ahora, hay
parlamentarios comunistas gestionando un recorte significativo al presupuesto
de la fuerza pública. Además, la corrupción sigue suministrándole munición a
los enemigos del gobierno, que buscan deslegitimarlo a pesar de sus esfuerzos
para lidiar exitosamente con la crisis.
Un Estado endeudado, con
recursos fiscales exhaustos, tendrá que hacer recortes presupuestales
significativos, deteriorando la gobernabilidad basada en el maná puestero. Los
recursos de Mindefensa serían reducidos, lo que llevaría al congelamiento o
disminución del pie de fuerza y a serios problemas logísticos y de
mantenimiento del equipamiento de la FFPP, grave vulnerabilidad que abriría la
puerta a episodios de violencia mucho más atroces que los registrados en
nuestra historia y que será el ambiente ideal para que el socialismo del siglo
21 o comunismo, salte a la palestra con ofertas ilusorias de paz y bienestar.
Ya lo tienen planeado desde Cuba, el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla. Y
por supuesto que una desestabilización sangrienta en Venezuela también cuenta
en este escenario.
Darles herramientas legales a
nuestros soldados y policiales, empezando por recuperarles su fuero
constitucional, desburocratizar los Estados Mayores de las Fuerzas Militares y
de Policía y emplear la Reserva Activa, cúmulo de conocimiento, experiencia y
vocación patriótica, serían medidas urgentes y necesarias. Ajustar la Doctrina
Damasco a nuestras realidades criollas de seguridad pública y defensa nacional,
es obligatorio para lograr eficacia y eficiencia en el control de la inseguridad
que se asoma.
Naturalmente, habrá quienes
critiquen o se opongan a estas medidas extraordinarias. Algunos, serán los
mismos que, si logran acceder al solio presidencial, utilizarán sin escrúpulos
a militares y policías para acallar la oposición y atornillarse en el poder,
destruyendo de paso la institucionalidad, como lo han hecho en Cuba, Nicaragua
y particularmente en Venezuela.