Por John
Marulanda*
Mientras el rotavirus chino nos carcome mentes,
pulmones y bolsillos, y Maduro trata de cuadrar caja, recorre la región a lomo
de WhatsApps testimoniales, conjeturas, teorías y especulaciones, el rumor de
la posible desaparición de Daniel Ortega, otro de los emblemáticos cabecillas
de la izquierda maluca en el continente, quien desde el 14 de marzo no aparece.
Ya se sabe cómo tratan los totalitarismos la muerte de sus tiranosaurios.
Como Chávez y como Maduro, Ortega prohijó la violencia
comunista que azotó Centroamérica y Colombia. En enero de 1999, condecoró con
la «Orden Augusto C. Sandino» del Frente Sandinista de Liberación Nacional
(FSLN) a su “querido hermano” alias “Tirofijo”, en San Vicente del Caguán. En
julio del 2008 posó con su esposa, Chávez y dos sobrevivientes de la operación
Fénix contra el campamento de alias Raúl Reyes en el Ecuador: la colombiana
Marta Pérez Gutiérrez y la mexicana Lucía Morett. Lucían sonrientes y
satisfechos. En la foto faltó otra colombiana sobreviviente al efectivo ataque:
Doris Bohórquez Torres.
En 2010, Ortega otorgó asilo político al hermano del
cabecilla fariano Rodrigo Granda, Rubén Darío, señalado por las autoridades
colombianas de realizar transacciones millonarias en Centroamérica con dineros
del cartel de las FARC. El investigador Douglas Farah, en septiembre del 2017
señaló en el Senado de US a PDVSA y su filial Alba de Nicaragua S.A.
(Albanisa), de lavado de narco dinero de las FARC, delito por el cual el Banco
Corporativo de Nicaragua, Albanisa y funcionarios nicaragüenses fueron
sancionados por Estados Unidos en 2019. Juan Sebastián Marroquín Santos, hijo
de Pablo Escobar, dijo a CNN que “siendo un niño viví en Nicaragua (…) y era
claro que había un compromiso por parte de las autoridades de turno, de darle una
especie de protección” a su padre.
En le ámbito geopolítico, el país nica también ha
cumplido un papel. Es el asiento de una base terrestre del sistema ruso de
posicionamiento satelital Glonass, al tiempo que recibe armamento, frecuentes
visitas militares y adelanta operaciones navales conjuntas con los rusos. El
monumental proyecto del canal interoceánico chino, naufragado hasta ahora por
el peso de sus costos, está aún graficado en los mapas de las salas de guerra
del alto mando en Pekín. La histórica ambición por el mar de Colombia,
reafirmada por Ortega desde 2007, es un imperativo energético (hay petróleo en
la reserva Seaflower) y un interés geoestratégico aupado por La Habana y
Caracas que, junto con Managua, conforman un triángulo peligroso que generará
en cualquier momento un rifirrafe marítimo con Bogotá, alentado por el Kremlin,
un viejo amigo de esta región y por Beijing, proveedora de millones de dólares
para el Caribe.
Nicaragua, el tercer país más pobre de América Latina,
se encuentra sumido en las pestilencias de un gobierno con 23 años en el poder,
corrupto, manejado entre bambalinas por la vicepresidente, una bruja
omnipresente que dilapidó más de 3 millones de dólares en unos 200 “arboles de
la vida”, cabalísticas esculturas metálicas en forma de árbol, erigidas en
distintos puntos de Managua para concentrar las buenas energías cósmicas.
“Chayapalos” (por Rosario, “Chayo” Murillo) les dicen sardónicamente los
ciudadanos comunes que los vienen derribando cada vez que protestan y enfrentan
una policía que utiliza francotiradores sin escrúpulos.
Ante los persistentes rumores de la desaparición de
Ortega, la lucha interna por el poder es fácil de entrever entre la compañera
del comandante, atiborrada de amuletos, colgandejos y conjuros, algunos setenteros
comandantes sandinistas compañeros de Daniel y sectores empresariales
corruptos. Lo que pase en Nicaragua afectará a todo Centroamérica de inmediato
y a Colombia a mediano y largo plazo. La ambición de expandir la plataforma
continental nicaragüense a costas del mar colombiano será algo que no cambiará,
llegue quien llegue al poder. Rusia y China deben estar jugando duro para no
perder influencia en este enclave ístmico. Cuba está maniobrando para hacerse
con el poder político, como lo hizo con Venezuela.
Por estos días, un corto video con la imagen de Ortega
corre en la televisión nicaragüense: “Por siempre y para siempre, usted no
se va…”, dice, mientras la Chayo recita en la radio el poema Caupolicán, de
Rubén Darío. Suena a despedida. ¿No están preparando otro comandante eterno en
la región? Porque con Chávez sobra y basta. Ni Gabriel García, en medio de su
fantasioso realismo mágico, pudo imaginarse una tragicomedia como la
nicaragüense, que de Somoza a Ortega ha escrito un capítulo más en el libro de
la infamia comunista.
Nota: en la noche del miércoles
15 de abril, reapareció Ortega ante las pantallas internacionales y sin aspecto
enfermizo. ¿Viejo truco de desaparecer para identificar corrientes internas,
afectas y desafectas? ¿O como se difunde por las redes, estaba en Cuba junto a
otros dirigentes de la izquierda, Petro entre ellos, planeando cómo sacar
ventaja de la pandemia?