Por Julio Enrique González Villa*
La existencia del tal Jesús
En estos días santos que acaban de pasar, metido entre la
certidumbre de la peste, me dio por verificar historiadores o escritores
cercanos a la época de Jesús y quise hacerlo ausentándome de lo que dicen los
Evangelios.
Entre ellos, me encontré con Filón de Alejandría, quien
nace en el año 15 antes de Cristo y muere en el 45 después de Cristo, judío,
filósofo.
Me sorprendió este pasaje que él llamó “La pantomima
de Carabás”:
“Había un tal Carabás, que no era loco furioso y salvaje ‒pues
este tipo de locura es peligroso tanto para los que la sufren como para los que
se acercan‒ sino un loco inofensivo y suave. Este se paseaba el día y la noche
desnudo por las calles, sin evitar el calor o el frío, y era la diversión de
los niños y muchachos ociosos”.
Hasta aquí nada del otro mundo, pero el relato continúa y
sí me dejo un tanto perplejo:
“Empujaron al pobre desgraciado hacia el Gimnasio y lo
colocaron en alto, para que todo el mundo lo viera. Estirando una hoja de
papiro se la colocaron sobre la cabeza a modo de corona, le vistieron el resto
del cuerpo con una alfombrilla a modo de clámide y le dieron como cetro un
trozo de rama de papiro, una planta local que alguien se había encontrado por
la calle. Cuando, como en el teatro de mimo, lo habían dotado de las insignias
de la realeza y disfrazado de rey, unos jóvenes que portaban bastones sobre los
hombros, como si fueran lanceros, se colocaron unos frente a otros como una
guardia real. Al tiempo, otros se adelantaban, unos como haciendo una
reverencia, otros como sometiéndose al juicio del rey, otros, como elevando una
petición sobre asuntos públicos. Entonces, desde la muchedumbre que lo rodeaba
surgió una voz extraña que gritaba llamándolo marán ‒pues así llaman al rey en
Siria‒ ya que sabían que Agripa también era originario de Siria, y que había
recibido una gran parte de Siria, en la que reinaba. Al escuchar estas cosas, o
más bien, al verlas, Flaco debería de haber arrestado y encerrado al loco, para
alejarlo del alcance de los que lo utilizaban con violencia como pretexto para
insultar a gentes de alto rango, y haber castigado a los organizadores porque
osaron injuriar con actos y palabras abiertamente y por la espalda a un rey y
amigo del emperador, honrado por el Senado romano con distinción pretoriana, y
no solo no los castigó, sino que no consideró necesario detenerlos y dio
permiso y licencia a los malintencionados y malvados haciendo que no veía y que
no oía lo que oía”. (Filón de Alejandría, Contra Flaco; Obras
Completas; Volumen V; Editorial Trotta; Edición dirigida por José Pablo Martín;
Madrid; 2009; Pag. 201)
Este texto se encuentra en los escritos de Filón de
Alejandría, concretamente en el llamado: Contra Flaco. Flaco es el
Prefecto de Egipto. Recuérdese que Roma había instituido la Prefectura como una
forma de administrar su inmenso territorio. De esa prefectura de Egipto
dependía Judea, gobernada por Poncio Pilato. Era el imperio de Tiberio.
Luego busqué a Cornelio Tácito (Nace en el 55 y muere en
el 120 de nuestra era), historiador romano, cónsul, senador y gobernador, quien,
escribiendo sobre Nerón, sobre el incendio que a él se le imputa, y que el
mismo emperador imputó a los cristianos, encontré esta cita:
“En consecuencia, para acabar con los rumores, Nerón
presentó como culpables y sometió a los más rebuscados tormentos a los que el
vulgo llamaba cristianos, aborrecidos por sus ignominias. Aquel de quien
tomaban nombre, Cristo, había sido ejecutado en el reinado de Tiberio por el
procurador Poncio Pilato”. (Cornelio Tácito; Anales; Libros XI-XVI;
Biblioteca Clásica Gredos; Tomo 30; Madrid; 1980; Pag. 244)
De la misma manera, Suetonio, quien nace en el 70 y muere
en el 126 de nuestra era, historiador y biógrafo romano, autor de las Vidas
de los doce Césares, cuando escribe sobre Claudio, relata algunas medidas
tomadas por este emperador:
“Expulsó de Roma a los judíos, que provocaban alborotos
continuamente a instigación de Cresto.” (Suetonio; Vidas de los doce
Césares; Tiberio, Calígula, El divino Claudio; Los clásicos de Grecia y
Roma; Planeta De Agostini; Tomo 35; Libro V; Barcelona; 1998; Pag. 186.);
Cresto es Cristo.
Y Flavio Josefo, historiador judío, fariseo, quien nace
en el 70 y muere en el 100, afirmó en el Tomo III de la Historia Antigua de los
judíos:
“3. Por aquel tiempo existió un hombre sabio, llamado
Jesús, si, es lícito llamarlo hombre, porque realizó grandes milagros y fue
maestro de aquellos hombres que aceptan con placer la verdad. Atrajo a muchos
judíos y muchos gentiles. Era el Cristo. Delatado por los principales de los
judíos, Pilatos lo condenó a la crucifixión. Aquellos que antes lo habían amado
no dejaron de hacerlo, porque se les apareció al tercer día resucitado; los
profetas habían anunciado este y mil otros hechos maravillosos acerca de él.
Desde entonces hasta la actualidad existe la agrupación de los cristianos”. (Flavio Josefo; Antiguedades
de los Judíos; Tomo III; Capítulo III, Numeral 3, Libro XVIIII) https://es.slideshare.net/danielopezrizo/antiguedades-delos-judios-flaviojosefo
Revisados entonces cuatro
historiadores, serios, de reconocida idoneidad, y de la misma época en donde
nació el cristianismo, no cristianos, dos judíos, dos romanos, y marginándonos
de los Santos Evangelios, no puede quedar duda alguna: Jesús, el Cristo, el
fundador del cristianismo, ¡existió!