jueves, 23 de abril de 2020

En estos días santos


Por Julio Enrique González Villa*

Julio Enrique González Villa
La existencia del tal Jesús

En estos días santos que acaban de pasar, metido entre la certidumbre de la peste, me dio por verificar historiadores o escritores cercanos a la época de Jesús y quise hacerlo ausentándome de lo que dicen los Evangelios.

Entre ellos, me encontré con Filón de Alejandría, quien nace en el año 15 antes de Cristo y muere en el 45 después de Cristo, judío, filósofo.

Me sorprendió este pasaje que él llamó “La pantomima de Carabás”:

“Había un tal Carabás, que no era loco furioso y salvaje ‒pues este tipo de locura es peligroso tanto para los que la sufren como para los que se acercan‒ sino un loco inofensivo y suave. Este se paseaba el día y la noche desnudo por las calles, sin evitar el calor o el frío, y era la diversión de los niños y muchachos ociosos”.

Hasta aquí nada del otro mundo, pero el relato continúa y sí me dejo un tanto perplejo:

“Empujaron al pobre desgraciado hacia el Gimnasio y lo colocaron en alto, para que todo el mundo lo viera. Estirando una hoja de papiro se la colocaron sobre la cabeza a modo de corona, le vistieron el resto del cuerpo con una alfombrilla a modo de clámide y le dieron como cetro un trozo de rama de papiro, una planta local que alguien se había encontrado por la calle. Cuando, como en el teatro de mimo, lo habían dotado de las insignias de la realeza y disfrazado de rey, unos jóvenes que portaban bastones sobre los hombros, como si fueran lanceros, se colocaron unos frente a otros como una guardia real. Al tiempo, otros se adelantaban, unos como haciendo una reverencia, otros como sometiéndose al juicio del rey, otros, como elevando una petición sobre asuntos públicos. Entonces, desde la muchedumbre que lo rodeaba surgió una voz extraña que gritaba llamándolo marán ‒pues así llaman al rey en Siria‒ ya que sabían que Agripa también era originario de Siria, y que había recibido una gran parte de Siria, en la que reinaba. Al escuchar estas cosas, o más bien, al verlas, Flaco debería de haber arrestado y encerrado al loco, para alejarlo del alcance de los que lo utilizaban con violencia como pretexto para insultar a gentes de alto rango, y haber castigado a los organizadores porque osaron injuriar con actos y palabras abiertamente y por la espalda a un rey y amigo del emperador, honrado por el Senado romano con distinción pretoriana, y no solo no los castigó, sino que no consideró necesario detenerlos y dio permiso y licencia a los malintencionados y malvados haciendo que no veía y que no oía lo que oía”. (Filón de Alejandría, Contra Flaco; Obras Completas; Volumen V; Editorial Trotta; Edición dirigida por José Pablo Martín; Madrid; 2009; Pag. 201)

Este texto se encuentra en los escritos de Filón de Alejandría, concretamente en el llamado: Contra Flaco. Flaco es el Prefecto de Egipto. Recuérdese que Roma había instituido la Prefectura como una forma de administrar su inmenso territorio. De esa prefectura de Egipto dependía Judea, gobernada por Poncio Pilato. Era el imperio de Tiberio.

Luego busqué a Cornelio Tácito (Nace en el 55 y muere en el 120 de nuestra era), historiador romano, cónsul, senador y gobernador, quien, escribiendo sobre Nerón, sobre el incendio que a él se le imputa, y que el mismo emperador imputó a los cristianos, encontré esta cita:

“En consecuencia, para acabar con los rumores, Nerón presentó como culpables y sometió a los más rebuscados tormentos a los que el vulgo llamaba cristianos, aborrecidos por sus ignominias. Aquel de quien tomaban nombre, Cristo, había sido ejecutado en el reinado de Tiberio por el procurador Poncio Pilato”. (Cornelio Tácito; Anales; Libros XI-XVI; Biblioteca Clásica Gredos; Tomo 30; Madrid; 1980; Pag. 244)

De la misma manera, Suetonio, quien nace en el 70 y muere en el 126 de nuestra era, historiador y biógrafo romano, autor de las Vidas de los doce Césares, cuando escribe sobre Claudio, relata algunas medidas tomadas por este emperador:

“Expulsó de Roma a los judíos, que provocaban alborotos continuamente a instigación de Cresto.” (Suetonio; Vidas de los doce Césares; Tiberio, Calígula, El divino Claudio; Los clásicos de Grecia y Roma; Planeta De Agostini; Tomo 35; Libro V; Barcelona; 1998; Pag. 186.); Cresto es Cristo.

Y Flavio Josefo, historiador judío, fariseo, quien nace en el 70 y muere en el 100, afirmó en el Tomo III de la Historia Antigua de los judíos:

“3. Por aquel tiempo existió un hombre sabio, llamado Jesús, si, es lícito llamarlo hombre, porque realizó grandes milagros y fue maestro de aquellos hombres que aceptan con placer la verdad. Atrajo a muchos judíos y muchos gentiles. Era el Cristo. Delatado por los principales de los judíos, Pilatos lo condenó a la crucifixión. Aquellos que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo, porque se les apareció al tercer día resucitado; los profetas habían anunciado este y mil otros hechos maravillosos acerca de él. Desde entonces hasta la actualidad existe la agrupación de los cristianos”. (Flavio Josefo; Antiguedades de los Judíos; Tomo III; Capítulo III, Numeral 3, Libro XVIIII) https://es.slideshare.net/danielopezrizo/antiguedades-delos-judios-flaviojosefo

Revisados entonces cuatro historiadores, serios, de reconocida idoneidad, y de la misma época en donde nació el cristianismo, no cristianos, dos judíos, dos romanos, y marginándonos de los Santos Evangelios, no puede quedar duda alguna: Jesús, el Cristo, el fundador del cristianismo, ¡existió!