Por John
Marulanda*
Sacar a los militares a la calle en esta etapa de la
pandemia, es inoportuno. Se pueden enfermar y agotar prematuramente un recurso
decisivo para la estabilidad del país, cuando las cosas se pongan realmente
complicadas, especialmente aquí en donde los grupos armados ilegales están
creciendo y el tráfico de armas es asustador: antier no más, se decomisaron 26
fusiles de guerra en una vía pública. El empleo de los soldados en ambientes
urbanos, una complicación para los planificadores militares requiere una legislación
especial pues se trata del eventual empleo de armas letales para enfrentar
asuntos de delincuencias organizada y común o de rebrotes de turbamulta,
previsible durante las etapas que vienen en la evolución del Codiv-19.
La rebelión sistemática de más de una docena de
centros penitenciarios importantes el pasado fin de semana, ejemplifica un muy
serio problema de orden público que se añadirá a la calamidad viral en
desarrollo. Ese conato de motín generalizado tiene detrás, sin duda,
organizaciones criminales con capacidad para corromper carceleros, suministrar
medios de comunicación, y sobre todo, suplir armas de fuego. Narco
organizaciones como las FARC, por ejemplo. O el ELN en conjunto con algún
cartel nacional o extranjero, todos buscando desestabilizar a un gobierno
metido de lleno en el manejo de la crisis pandémica. Nuevos amotinamientos
carcelarios pueden generar una espiral de violencia que enlace prisioneros,
sectores populares, incluyendo venezolanos desplazados e intereses narco
anarquistas.
Ante la inminente probabilidad del empleo de armas
letales, siempre habrá el funcionario ingenuo o perverso, que pedirá que el ejército
apoye, pero sin armamento para “evitar derramamiento inútil de sangre”,
como reza el manual de la estupidez política latinoamericana. Si se compra esta
tontería y mueren uniformados, no pasará nada. Los soldados no le duelen a
ningún político especialmente si es de izquierda, o de la Comisión de la Verdad
o de la JEP. Si cae algún ciudadano, el ejército será condenado indefectiblemente.
Históricamente, la violencia siempre ha estado a flor
de piel en los desastres, especialmente cuando escasean los alimentos y
aumentan los rumores, ahora amplificados por las redes sociales con fake news
que incitan al desespero y que forman parte de la pólvora que se huele en
el aire. Un permanente flujo de información seria y un empleo dosificado del
instrumento militar, serán claves en estos momentos. Y la preocupación de los comandantes
militares será la de preservar la integridad y salud de sus unidades.