viernes, 3 de abril de 2020

Entre la salud y la economía


José Leonardo Rincón, S. J.*


José Leonardo Rincón Contreras
Gústenos o no la cuarentena ha salvado miles de vidas. La ascendente curva que estadísticamente muestra la exponencial propagación del COVID19, en nuestro caso ha sido menor por las medidas tomadas. Que se prolongue hasta el 13 de abril, ayudará a evidenciar los casos latentes que no se habían manifestado y nos dará una idea más exacta del panorama que tendremos que afrontar en los próximos meses.

Para decirlo de una vez, vamos a tener que acostumbrarnos a convivir con el virus hasta que entre el 60 o 70 por cierto de la población se haya hecho inmune, lo cual implicará mantener una disciplina social si no queremos colapsar más allá de lo que ya estamos. Una cuarentena sanitaria férrea hubiera sido ideal, pero para garantizar las diversas cadenas de sobrevivencia en un país como el nuestro, tan complejo y sin infraestructuras sólidas en varios campos, no es realmente posible. El Estado (entiéndase a nivel nacional o regional), por más buena voluntad que tenga, no puede soportar por mucho más tiempo el encierro de su gente hasta mayo o junio. Ideal lo sería para evitar el contagio viral, fatal para la salud mental y para la economía en todos sus niveles. Correríamos el riesgo de una explosión social sin precedentes, porque todo aguante tiene su límite.

La economía global colapsada y en recesión se convierte también en un problema pandémico de salud pública. Para quienes manejan estos hilos de la macroeconomía no ha sido fácil ver desmoronarse sus portafolios de inversiones y los optimistas escenarios que preveían para sus capitales. El mal ya no es de muchos, ni el consuelo es de tontos, porque el fenómeno ha afectado a todo el mundo por igual. Se requiere ser cuerdos y ponderados para conservarse sanos mentalmente frente a la debacle.

La economía local y la doméstica no puede paralizarse del todo. De nada servirá tener supermercados, plazas de abastecimiento y tiendas de barrio abiertas si no hay plata para que un miembro por familia salga de compras. A nivel micro (que en realidad es macro por el volumen de gente) nuestra economía es informal y de rebusque en el día a día y no tiene un soporte contractual laboral estable que le permita sobrevivir el trimestre adicional de aislamiento al que se nos pretende someter. Ahí el problema se convierte en una olla de presión impredecible, porque el aislamiento, por no decir hacinamiento, con el correr de los días se hace insoportable y aunque es cierto que somos resilientes, que le hacemos chiste a todo y que aguantamos bastante, las autoridades no pueden jugar con el hambre de un pueblo que preferirá correr el riesgo de morirse infectado que de inanición por falta de comida. Ojo con esto. Por lo menos el 50% de la gente depende de unos ingresos que en este momento no se están teniendo.

El Papa Francisco acaba de decir que la salud de la población está por encima de los intereses económicos. Eso es cierto, como también es cierto el análisis que acabamos de hacer, pues la realidad no es la misma en todas las latitudes y lo que se desea es un justo balance entre estos dos asuntos que nunca antes habían estado tan estrechamente relacionados e interdependientes. Que hay que cuidar la salud: es un deber moral. Que la economía no puede colapsar: es un reto ético. El sabio equilibrio entre las dos es el desafío para los economistas, porque están aprendiendo que el dinero no lo es todo y que de nada sirve tener plata si no se tiene salud para disfrutarla y que uno puede estar sano, pero si no tiene poder adquisitivo, la economía no se mueve. Es hora de ser justos.

En tanto, desde el confinamiento que vivimos, seguimos aprendiendo todos los días. La naturaleza se ha hecho sentir enérgicamente para recordarnos a los seres humanos que esta casa común hay que cuidarla. Los pájaros han vuelto a cantar, leones marinos se toman Galápagos, jabalíes deambulan por calles italianas, un zorro sale a pasear por el norte bogotano y los perros desconcertados se preguntan qué hacemos los humanos con bozal y castigados en nuestro propio zoo casero. Muchas lecciones de vida estamos viviendo todos los días. Ojalá, como dice el meme que circula por redes sociales, no volvamos a la “normalidad” porque la “normalidad” era el problema.