Por Antonio Montoya
H.*
El mundo giró, no
lenta e imperceptiblemente como lo hace habitualmente, lo hizo de una vez y nos
dio un vuelco a nuestra forma de actuar. Los seres humanos, que creíamos que
todo dependía de nosotros, tuvimos que someternos a la naturaleza que nos hizo
regresar y tocar piso, recordándonos que estábamos perdiendo el norte y que
requeríamos volver a las raíces, a la familia, a la espiritualidad y a la
solidaridad. Con la cuarentena, que en realidad sí van a hacer los 40 días
históricos, hemos, en casi todos los casos, reflexionado e iniciado un proceso
de transformación personal en el que prima lo humano, la amistad y el apoyo, se
deja a un lado el egoísmo, la ambición desmesurada y la rabia.
Aquí, en este proceso
de cambio, estamos todos involucrados, los banqueros, los usureros, los padres,
los hijos, los profesores, los amigos, los empresarios y, sobre todo, y a ellos
me voy a referir específicamente, los políticos.
Estos señores no se
dónde están hoy, no los he vuelto a ver en la prensa ni en la radio, no hay
debates en el congreso, las asambleas y concejos. Supongo que todos ellos, como
nosotros, están recluidos en sus casas, espero que reflexionando y mucho, sobre
la forma en que han venido desarrollando su gestión pública y que no estén
maquinando como van a seguir robando el erario, cuando salgan nuevamente a la
calle y a sus deberes cotidianos.
Señores políticos, la
política es para beneficio de la comunidad, para el progreso y desarrollo de
los pueblos, lo cual deben tener presente en cada una de sus actuaciones. Hay
que seguir el ejemplo de varios colombianos que han entregado su vida a la
comunidad sin quitar, sin disminuir en un solo peso los ingresos destinados a
los programas sociales, a la construcción social y al fortalecimiento de los
pueblos.
Ya sabemos que, sin
ellos, los políticos indecentes, que hacen quedar mal la política, podemos
sobrevivir; que ese lastre que esta pendiente de ruñir un porcentaje en los
contratos, no ha podido actuar en este mes y medio y por ello, posiblemente los
dineros que envié el gobierno en ayuda van a llegar íntegros a su destino
final.
Qué enseñanza la que
nos da la vida, muchas personas a nuestro alrededor sufren y hoy se están
dejando acompañar y ayudar porque entienden que lo que vino nos afecta a todos,
no a unos pocos. Todos estamos en el mismo barco, surcando las olas al vaivén
de los acontecimientos expuestos a la enfermedad, muerte y sufrimiento, es
decir lloramos y nos angustiamos juntos, y esa solidaridad debe perdurar no
solo desde nuestro corazón, sino invocando a Dios, para que estos señores que
viven de la política (del cuidado del pueblo), que se ufanan de grandes
riquezas, obtenidas en la ilicitud de su comportamiento y de su alma
corrompida, cambien totalmente, no un poco, eso no sirve, tiene que ser un cambio
radical de vida y se retiren dando un paso al costado, o modifiquen su
costumbre de quitarle a quien lo necesita. Garantizo que nadie aceptará más la
corrupción y si no nos ayudan ellos mismos, nos encargaremos de tener
mecanismos sociales para que este cambio prospere. Hoy tenemos una ciudadanía
ávida de cambio, de ánimo de lucha, con ganas combatir el mal, la corrupción y
los ultrajes tradicionales, pretendiendo que nuestros pueblos y ciudades
recobremos la dignidad y las buenas costumbres.