Por Pedro
Juan González Carvajal*
En 1348 ante una peste en Florencia,
un grupo de amigos, 7 damas y 3 caballeros se fueron a resguardar al campo
cerca de la ciudad y para entretenerse se propusieron contar 10 cuentos diarios
durante su estancia que finalmente fue de 10 días, y nació entonces la
magnífica obra El Decamerón o también llamada El Príncipe Galeoto, de Giovanni
Boccaccio. 100 cuentos entre picarescos y eróticos que sirvieron para hacer más
llevaderos los largos y pesados días del bucólico encierro.
En nuestra situación de cuarentena
voluntaria, ¿Qué estaríamos haciendo sin energía eléctrica, sin televisión y
sin Internet? No todos tenemos el hábito de la lectura o de la meditación o las
alternativas de la conversación o las actividades manuales. Posiblemente se
incrementaría, ahí sí, la violencia intrafamiliar y los datos de mortandad
crecientes, serían por la falta de coexistencia pacífica, más que por el virus.
En épocas más o menos recientes
hemos sabido que por allá en Londres, en 1655, los ciudadanos se tuvieron que
resguardar ante la peste bubónica, entre ellos Newton quien aprovechó el tiempo
e introdujo grandes avances en el cálculo diferencial, la teoría sobre la óptica,
las leyes del movimiento y la ley de la gravedad. Que en 1720 se dio la llamada
Peste de Marsella. Que en 1820 padecieron la pandemia de El Cólera. Que en 1920
apareció la terrible Gripa Española y que ahora en 2020 estamos en medio de la
pandemia producida por el Coronavirus –COVID 19–, coincidencialmente cada 100
años.
Esta última durísima prueba nos ha
dado el verdadero contexto de lo que es y de lo que implica el concepto de la
globalización, relacionado hasta hace pocas semanas, solamente con procesos de
carácter económico.
A la Peste de Florencia se le asocia
como uno de los insumos de la aparición paulatina de lo que hoy conocemos como
Renacimiento, con sus dos acepciones: la primera, el renacer del hombre, el
contar con una segunda oportunidad, y la segunda, con el volver a colocar al
hombre en el centro del universo, concepto perdido en Occidente ante la
omnipotencia y omnipresencia del autoritario Imperio Romano. Si cabe la
similitud, en este nuevo renacimiento, en esta nueva oportunidad que nos da la
vida, debemos comenzar por colocar en el centro de cualquier discusión y
cualquier actividad a la naturaleza y adquirir plena conciencia, de lo que le
hemos hecho y de lo que no podemos continuar haciendo, ante la gravedad de esta
advertencia.
Las señales de vida que nos muestra
la naturaleza en este instante son por lo menos conmovedoras: cielos
despejados. delfines, patos, peces y aguas limpias en los canales de Venecia.
Aguas limpias y delfines en la Bahía de Cartagena. Animales semisalvajes que
caminan libremente en algunas ciudades cercanas a los bosques. Aves como los
tucanes que se atreven a salir y a volar sin temores ante la ausencia de
humanos en Medellín, así como ciertos trayectos del Río Medellín que nos
muestran aguas cristalinas.
Es el momento de sacar a flote
nuestra casta individual y colectiva. En estos momentos coyunturales es cuando
sobresalen la mediocridad o la grandeza. Debemos dejar salir a borbotones
nuestros atributos humanos de la responsabilidad, la tolerancia, la templanza,
la solidaridad, la paciencia y el respeto.
Aprovechemos el tiempo y con
prudente optimismo y completo compromiso miremos el futuro como una nueva
oportunidad que se nos está dando, y sinceramente considero que es la última.