Por Andrés de Bedout
Jaramillo*
El día que resolvimos dar sin recibir
nada a cambio, desde ese día, empezó a cambiar Colombia.
Esta pandemia que empezó en el
continente asiático pasó a Europa, está ahora en las Américas, y seguirá en
África, ha despertado los sentimientos cristianos que con muchísima claridad
nos recordaron nuestros pastores y sacerdotes, liderados por el papa Francisco,
en las ceremonias del viacrucis y las siete palabras.
Hechos como el de estar obedeciendo la
cuarentena decretada, para cuidarnos y cuidar a los demás, aprendiendo y
cultivando la unidad familiar; sacrificar el derecho a recibir arriendos,
intereses, honorarios y salarios; conservar los empleos, sin posibilidades de
contraprestación por la parálisis; volcar los esfuerzos conjuntos de empresas,
universidades y estado, a la producción de los bienes y servicios requeridos
para atender de la mejor forma posible a todas las personas, sin importar raza,
religión, nacionalidad; el trabajo del Estado, de la Iglesia, de las
fundaciones y demás entidades, y de la comunidad en general, para atender las
necesidades de los más desfavorecidos, ha sido y seguirá siendo ejemplar; todos
ejercemos filantropía.
Que tiemblen los corruptos que pretendan
quitarle las ayudas a los más necesitados, el señalamiento y el rechazo social
vendrá acompañado de las acciones y sanciones penales, disciplinarias y
económicas, que los miles de funcionarios de las entidades de control
(fiscalía, procuraduría, personerías y contralorías) impondrán, con más afán de
aplicar e impartir justicia, que de figuración política.
Las propuestas serias y debidamente
sustentadas de los expertos, de los gremios, de los empresarios, están
sirviendo a este gobierno que escucha a sus gobernados, para maniobrar dentro
de la crisis, ajustar las medidas y tratar de atender las miles de solicitudes
de ayuda, en una economía paralizada por la pandemia.
Está cambiando tanto el mundo, que por
fin las grandes potencias se pusieron de acuerdo con el tema del petróleo,
ingrediente que estaba haciendo más difícil aún el manejo de la pandemia.
Estamos todos pendientes de los aportes
de los congresistas y magistrados, que como colombianos, seguramente donarán la
mitad de sus altísimos sueldos, renunciarán a las costosas prebendas y
trabajarán incansablemente por el bien común de los colombianos.
El hecho, para mí nunca visto, de que
los grandes grupos económicos, conscientes de que lo que tienen se lo deben al
país, estén aportando miles de millones de pesos, su ingenio, su conocimiento y
toda su capacidad y habilidades para enfrentar la pandemia y la crisis,
demuestra que nos estamos volviendo más humanos, más cristianos.
Faltan días, semanas, meses, muy
difíciles, que de la mano de Dios vamos a superar, todos unidos, en el
distanciamiento social, estamos todos a prueba.
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