José
Leonardo Rincón, S. J.*
La primera sorpresa fue escuchar al director de la OMS diciendo que se
trataba de una pandemia, una situación crítica de salud pública, pues es más
grave que una epidemia, y que el problema ya no solo era de China sino del
mundo entero. En ese sentido ahora entiendo las críticas que le han hecho a
este organismo de la ONU por haberse tardado tanto en dar la noticia y con ello
haber sido cómplice de la expansión exponencial de la enfermedad.
Lo que en principio para nosotros era chiste, de manera solapada estaba
ya haciendo estragos. El Covid19 no llegó a Colombia en el avión que vino de
Wuhan, cuando todos creíamos que el problema era de ellos y que había que
salvar a los compatriotas tan perdidos en el lejano Oriente. Con razón aquel
joven prefirió quedarse en el foco del problema, donde ya se avizoraba su
control, antes de venir a enfermarse aquí, donde no hay control de nada. Tampoco
el virus llegó con la jovencita que arribó de Europa y que fue declarada como
el primer caso conocido en Colombia. El virus estaba ya aquí desde hace mucho
rato, solo que no había sido detectado.
Sorpresa la que viví en carne propia con dos personas muy cercanas y
corrobora lo que acabo de afirmar. La primera, un médico amigo. Cuando me
enteré de que estaba en cuidados intensivos por una neumonía, en realidad lo
que le le venían tratando desde tiempo atrás, más los días postcontagio,
incubación y desarrollo, era en realidad un coronavirus que logró vencer y ya
está bien. La pregunta es: ¿quién diablos y cuándo lo contagió? El segundo
caso, una prima segunda, en cuidados intensivos desde hace más de dos semanas,
más los días del postcontagio, incubación y desarrollo, que no llegó del
extranjero, ni trabajaba en el aeropuerto; una ama de casa, y de pronto resulta
infectada: ¿quién diablos y cuándo la contagió? Amanda, así se llamaba, no tuvo
la suerte de mi amigo y murió el miércoles de esta semana.
Sorpresa resulta también saber que el virus tiene una configuración
especial, que puede mutar, que es traicionero porque aparentemente es débil,
pero cuando se instala es letal. Que no mata a personas mayores sino también
jóvenes, que no solo a los del perfil de particulares patologías sino también a
los sanos. Que no ataca a los animales, pero ahora ya están diciendo que sí. Que
en algunos genera inmunidad, incluso los recuperados, pero parece que puede
volverles a dar. Que su permanencia entre nosotros no va a ser cuestión de
semanas sino de meses enteros. Que lo grave apenas comienza. ¡Sorpresa!
Y en medio de este panorama, un presidente que recupera su imagen
hablando todos los días por televisión y sacando decretos por docenas, tantos, que
uno no sabe ya cuál es cuál y cómo entenderlos, a quiénes beneficia y de qué
manera. ¡Mejor dicho! Y más sorpresa, que las “ías” (Procuraduría, Contraloría,
Fiscalía) estén full de trabajo porque la epidemia de corruptos (una virosis
peor que el Covid) están haciendo fiestas con la plata del Estado que llueve cual
cascada para atender la emergencia y que se la quieren robar a toda costa. Pero
también la sorpresa de que, en este río revuelto, muchos quieran sacar tajada,
aprovecharse de la ocasión y sacar adelante sus mezquinos proyectos. En medio
del caos, unos cuantos vivos, muy vivos, quieren cuadrar caja y lucrarse.
Bueno, esto no es sorpresa, a decir verdad. La verdadera sorpresa es la que
todavía nos espera y de la cual aún no tenemos ni idea.