jueves, 26 de marzo de 2020

Vigía: teatro de guerra


Por John Marulanda*

Coronel John Marulanda
Estamos ante un escenario de guerra. Amenaza creciente de heridos (enfermos) y muertos. “Parece como si estuviéramos cruzando por la mitad de un campo de batalla”, dice una enfermera italiana. Se levantan hospitales de campaña; se implementa el toque de queda y se ordena protección en refugios, casas; se suspenden todo tipo de vuelos; hay adquisición paranoica de alimentos; hay servicios públicos reducidos; se expiden medidas económicas de emergencia; funcionarios públicos y técnicos se han tomado los medios. Se redondea la perspectiva de desastre con refugiados venezolanos, narcotráfico, corrupción, criminales de guerra impunes y orondos, violencia reciclada y el enredado poder político del ejecutivo. Las diferencias con un teatro de guerra real son las sirenas y el enemigo.

Claro que China comunista es la originadora, incidental o no, de todo este desbarajuste, pero no vamos contra ella, sino contra ello, contra el virus. La polémica de nunca acabar entre pragmáticos y libertarios, concita a algunos enfermizos políticos de izquierda y derecha a la caza de oportunidades, aún a riesgo de caer todos en una catástrofe, que está tocando a la puerta. Y hoy como ayer, en todas las latitudes, ante sospechas de un desorden social mayor en el que la violencia individual o grupal se desborde, se recurrirá a los militares, argumento final para contener el caos causado por decisiones equivocadas o por el miedo. Porque, finalmente, el exitoso manejo de la crisis es un asunto de inteligente administración de recursos materiales e inmateriales disponibles y las Fuerzas Armadas son un recurso invaluable y decisivo en este tipo de escenarios. Preocupa que los uniformados caigan también afectados por el coronavirus, dado su permanente exposición pública y el confinamiento y estrecha convivencia que exigen su organización y disciplina. En esta eventualidad, como en un caso de guerra, la Reserva Activa deberá ser empleada a fondo.

Rezar es siempre una opción saludable, pero tomar decisiones racionales día a día, dentro del estrecho margen del aislamiento impuesto, es la única vía juiciosa para salir adelante en este escenario sucedáneo de uno de guerra, que puede terminar con una cuota insoportable de bajas, aunque sin mayor daño a las infraestructuras físicas, como si fuera un ataque con una bomba de neutrones. ¿Consuelo?

Todo esto mientras la Unicef disimuló en lo posible la celebración del día mundial de la poesía, el pasado 21 de marzo. Tal vez la rima sea un buen paliativo para la mortaja.