lunes, 9 de marzo de 2020

Muertos y más muertos


Por Antonio Montoya H.*

Antonio Montoya H.
En Colombia somos prolíficos en biodiversidad, tenemos dos mares, costa por casi la mitad de los límites territoriales, en general un gran territorio lleno de riquezas minerales, vegetales y fauna, en fin, somos privilegiados en todas partes.

Lamentablemente también somo un país lleno de conflictos sociales, de violencia, producimos paracos, guerrilleros, bandas criminales y generamos a gran escala masacres. Son grupos que se comportan como verdaderos creyentes, no en Dios, sino en que consideran que fuera de su verdad, mando y orden no existe nada más, que se puede disponer de la vida de un semejante por que es contrario a su pensamiento, que la tierra que les gusta, si no se la venden se muere o los desplaza, y así sucesivamente. En cada pueblo se cuentan historias como las de aquel paraco que decía que en ese pueblo las mujeres vírgenes tenían que ser de él, antes que de otro. Son locuras infames, las que las comunidades han vivido y soportado por años y años, y la solución no se ve.

Debo poner el grito en el cielo sobre este y otros asuntos que agobian a los ciudadanos diariamente. Hoy, menos que nunca se entiende, porque venimos de un proceso de paz, largo, tedioso, que dividió al país antes que unirlo, que las cicatrices del conflicto no se cierran, por el contrario, se ahondan con cada muerto, violación o crimen incluyendo el secuestro. Es decir, ninguno de los delitos que se cometían se terminaron, simplemente al inicio del posconflicto se disminuyeron, pero la violencia volvió a recrudecer y hoy es un nuevo flagelo que nos azota, persigue y genera dolor y muerte.

Miremos el panorama actual, la guerrilla del ELN, creció en número de combatientes, algunos de las FARC, regresaron al conflicto armando disidencias, el control territorial es hoy un grave problema para las comunidades, las bandas criminales crecen en las ciudades, la JEP, camina lento, todo el mundo quiere entrar en esa jurisdicción, pero nadie ha sido condenado pronta y eficazmente por ella, mucha diligencia, declaraciones y nada de fallos, y llevamos tres años de la celebración del acuerdo.

El problema, claramente puedo decirlo, está fundamentado en la ausencia del Estado en las comunidades; cuando hablo del Estado hablo de la justicia, de la salud, trabajo, educación, recreación… así sucesivamente podría enunciar más y más ausencia del Estado que conlleva a que los ciudadanos pierdan la fe y resuelvan sus conflictos y necesidades con base en sus propios criterios ya sean buenos o malos.

Es ahí donde surgen las bandas criminales que se adueñan del territorio y que se convierten en la ley y el orden, imponen el terror no existiendo más el imperio de la ley. Todo ello se ve en el Chocó, y en el sur del país: Caquetá, Guainía, Vaupés, Vichada, Amazonas, y en otras regiones más específicas como Tumaco y barrios de las grandes ciudades.

Esta anarquía debe controlarse, sino entraremos como en los tiempos de la Conquista en América, y de los vaqueros del viejo oeste americano a que los ciudadanos creen sus propias formas de defensa y ahí sí viene el caos.