Por José Alvear Sanín*
La
continua e implacable arremetida contra el doctor Darío Acevedo Carmona no
cesará hasta que ese ecuánime profesional no salga del Centro Nacional de la
Memoria Histórica, porque la batalla que daban en tres frentes los extremistas
promotores de la revolución —Comisión de la Verdad, CNMH y Cátedra de la Paz—,
se les debilita si pierden uno de esos tres fortines.
El
control de la historia es fundamental en la creación de un “hombre nuevo”,
carente de memoria y despojado de las creencias que han formado la nación, y tabula
rasa sobre la cual se puede armar un nuevo entramado ideológico, una nueva
cultura donde la verdad responda a un Diktat del partido: “Todo dentro de la
revolución; nada por fuera de ella”.
No
es mi propósito discutir sobre esa concepción que, desde luego, elimina la
civilización como fruto de una larguísima sucesión de pensamientos, creencias,
artes, ciencias, actitudes y sensibilidades, porque estamos en medio de una
batalla cultural donde debemos sostener la posición del actual director del
CNMH y exigir el desmantelamiento de la fementida Comisión de la Verdad, antes
de que recuperen el Centro, y entre este, De Roux y sus compinches nos dicten
una nueva historia oficial y mamerta, para adoctrinar, vía “cátedra de la
paz” a las nuevas generaciones.
La
estrategia está clara, pero nadie se preocupa realmente por detener los golpes
tácticos. El más reciente, bien poco denunciado, es el de la decisión
presidencial de dejar listo, antes de 2022, un museo nacional de la memoria
colombiana.
He
ahí un proyecto amable, otra atracción turística para Bogotá…, pero nadie se
detiene a considerar el presupuesto, ni si es prioritario, ni el uso que se le
va a dar como herramienta, o como arma, en la batalla de la historia.
La
persona designada para levantar ese museo, el señor Fabio Bernal, es idóneo.
Tiene amplia experiencia, adquirida en el Museo del Ejército, pero sus
declaraciones iniciales son inquietantes en grado sumo:
“Estoy
convencido de la importancia para el país de la construcción plural de la
memoria histórica y la defensa del patrimonio cultural para forjar una nación
incluyente y en paz. El Museo de la Memoria en Colombia es un compromiso del
país con las víctimas”.
No
tiene uno que ser muy suspicaz para leer en este lenguaje mamertoide el
justificado temor del señor Bernal, que así trata de evitar ser otra víctima de
la furia persecutoria del senador Cepeda y su combo.
Estamos
notificados: la memoria histórica de Colombia se reduce al “conflicto”, a las
“víctimas”, a “la paz incluyente” y demás monsergas.
Los
quinientos años anteriores no cuentan, ni se contarán. La historia maravillosa
de un gran país que al iniciar el siglo XX era más pobre que Haití, con menos
de 500 universitarios y apenas 1.264 líneas telefónicas, y que cien años más
tarde ya era la economía n° 26 del mundo no interesa, ni vale la pena ocuparse
de su desarrollo industrial, urbanístico, sanitario, agrario, energético, vial,
educativo, deportivo y cultural…, porque Colombia solo ha sido violencia,
conflicto, y ahora “paz”.
Ese
será el museo donde llevar cohortes de niños con el fin de adoctrinarlos, y de
allí saldrá la iconografía de las masacres causadas por el Estado y las
imágenes aureoladas de los valerosos defensores de un pueblo martirizado por
las oligarquías y el imperialismo…, es decir, el museo como cuartel en la
batalla ideológica. Remember el Museo del Ateísmo, de Lenin, en Moscú,
primer antecedente de galerías como herramientas de transformación cultural.
Desde
luego, este museo nacional tendrá sucursales en provincia, absorbiendo en
primer lugar una “Casa de la Memoria” que hace tiempo funciona en Medellín y
sobre la cual se acaba de pronunciar, en su calidad de concejal, el candidato
derrotado a la Alcaldía, cuando propuso (El Colombiano, febrero 13/ 2020) “quitar
del Museo Casa de la Memoria todo lo que tuviera relación con el conflicto
armado, porque causa división”.
Tiene
parte de razón, aunque sobre él han caído rayos y centellas. La función de los
museos no puede ser la de servir como arsenal ideológico en la lucha
político-revolucionaria. El modelo económico-social debe proceder del flujo de
la historia, en lugar de ser el resultado de una “construcción” deliberadamente
impuesta por un grupúsculo intransigente, feroz y sectario, que no encuentra
resistencia en gobiernos timoratos y buenazos.
***
Me
llama la atención una lectora que pregunta si es Comisión de la Verdad u
Omisión de la Verdad.
***
El
asesinato de Juan Sebastián todavía horroriza a la mayoría de los colombianos,
mientras la secretaria de la mujer, de Claudia (perdón, de Bogotá), reclama la
expedición de la “más avanzada” despenalización del aborto, no solamente en los
tres casos de la solapada tronera, sino para que pueda practicarse sin
limitación en el tiempo; y que se elimine la objeción de conciencia del
personal y de los establecimientos sanitarios, obligados a practicarlo bajo
sanción penal…
Eso
era de esperarse, pero nadie piensa en lo que será del país en unos pocos años,
con la sustitución de la doctrina cristiana, en la educación primaria, por la
ideología de género, que, junto con enseñanzas aberrantes, convence a niños y
niñas de que abortar es un acto banal, desprovisto de cualquier significación
ética, ocultándoles que el ADN del feto es diferente del de la madre, porque se
trata de un ser humano distinto, único e irrepetible.