Por John Marulanda*
Transparencia Internacional declaró desde Berlín que los dos países más
corruptos del mundo son en su orden Colombia y México, ambos coligados por el
narcotráfico. La estadística, no del todo mentirosa, le da pienso a quienes,
con la excusa de la corrupción, quieren imponer sus quiméricas ambiciones a
punto de pedradas y garrotazos, mortificándonos y atemorizándonos a todos.
Esos estudiantes vándalos forman parte de la estadística, pues debieran
estar estudiando y aprendiendo. Pero son producto de profesores fecodianos,
corruptos a su vez, ya que en quince años no han podido sacar la educación
nacional de su desbarajuste, como lo atestiguan las pruebas Pisa.
Además de corrupción soportaremos terroristas suicidas, pronostica un exfiscal
general, si bien por estos lares mejor preso por corrupto que en átomos volando
(lo de Ricaurte en San Mateo, en 1814, fue un accidente: dicen que fumaba
mucho). La posibilidad de que en Colombia surjan los hombres o mujeres bombas
es exótico, a menos que desde Venezuela lo ordenen a Hezbolá, organización de
moda por estos días.
Nuestros temperamento, cultura y educación, minimizan tal probabilidad,
aunque el suicido en general aumenta y que derive hacia ese tipo de sociopatía
homicida, no es descartable con la bobería que las redes sociales inoculan a
nuestros jóvenes. Por ahora el suicidio evidente es el colectivo, al elegir
alcaldes populistas que nos llevarán a una gran inseguridad pública afectando
cualquier plan de desarrollo y turbando el horizonte de tranquilidad al que todos
aspiramos.
La corrupción nos carcome, enrumbamos al desorden social y para rematar
somos pusilánimes. Persisten los comentaristas, clérigos, “analistas” y uno que
otro empresario que promueven y pretenden diálogo con los palurdos castristas
narco elenos que insisten en asesinar, extorsionar, dinamitar, mientras sus
cabecillas toman mojitos en La Habana.
Sus quintacolumnistas nos quieren hacer creer que van a cesar en su locura
marxista-leninista para ingresar a la farándula timochenquista. Esperaríamos
una sería respuesta de Estado a Cuba y una acción contundente de nuestra FFPP
contra ese narcocartel, que, apoyado por Miraflores, controla Arauca, parte del
Catatumbo y se está apoderando del Pacífico, mientras sus urbanos pichones de
terroristas, encubiertos por la “legitima protesta social”, vilipendian y
debilitan a nuestros policías, convirtiéndolos en rey de burlas y propiciando
algún accidente como el de Dylan para mitificar otro mártir que muestre “la
brutalidad policial”.
Mayores productores de cocaína, corruptos, candidatos a suicidas, con la
inseguridad disparada y, además, parecemos pendejos.
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