lunes, 27 de enero de 2020

Encapuchados


Por Antonio Montoya H.

Antonio Montoya H.
El país vive unos días difíciles por causa de los paros que convocan un grupo de ciudadanos que se creen sus dueños, que paralizan el comercio, la movilidad, la educación y en general todos los sectores de la economía, lo cual justifican en aras de la democracia, que les permite expresarse públicamente, de manifestarse y de esa forma aspiran a convertirse en un gran grupo con el cual se debe sentar el Presidente y sus asesores a negociar como lo dicen ellos mismos 104 puntos que inclusive son más que los que se negociaron con las FARC.

Es verdad que construir un país no es tarea fácil, que se debe gobernar con la oposición, los subversivos, las bandas criminales, los guerrilleros, en fin, todo el conjunto de seres humanos que hacen parte de nuestro territorio. Si sumáramos no llegan a cien mil, y ellos, esa minoría, pide y pide, pero qué aportan, pues daños, violencia, disturbios, poner en jaque a la ciudadanía y perjudicar a los trabajadores que tienen que desplazarse a pie o en bicicleta, por largas horas para llegar a sus hogares, atender la familia y luego volver al trabajo.

Yo no sé si los líderes o más bien los promotores del paro, fuera de la emotividad que tienen por poner en jaque al país trabajador, comprenden la magnitud de las peticiones y reconocen lo que se ha avanzado en aportes para la educación, ciencia, tecnología, incrementos salariales, protección laboral a los trabajadores, desarrollo de la infraestructura, en fin, múltiples gestiones que van conduciendo al país por la senda del desarrollo y de la inclusión. Dudo que ellos, los promotores, sepan a qué están jugando, los iniciales participantes se van saliendo y van quedando los vándalos liderados desde la oscuridad por un personaje que busca generar el caos y así lograr el poder a toda costa.

Los que sí están felices son los encapuchados, dañando bienes públicos y privados, tirando piedra a la policía indefensa que tiene que aguantar, no defenderse y sufrir la humillación de la fuerza que representan, que es la encargada de velar por la seguridad, protección al ciudadano y guarda de la democracia.

No entiendo, por qué el Estado, sigue actuando en forma pusilánime ante los acontecimientos, ante los vándalos y ataques a personas y bienes, desde hace rato y previendo la continuidad de los paros debió emitir un decreto en el que se ordene a la fuerza pública que quien esté encapuchado debe ser detenido, juzgado y condenado. Así no se apoya a los cobardes que se esconden bajo una capucha para atentar, violentar y afectar la ciudadanía. Esos personajes no tienen buenas intenciones, lo sabe cualquiera. El que se esconde bajo una máscara, trapo u otro elemento es porque no quiere que lo identifiquen al tirar piedras y palos, contra los bienes públicos y privados.

Si las manifestaciones deben ser pacíficas y en orden, entonces se debe proceder de conformidad, vigilando, actuando y no dando la impresión de fragilidad, miedo y sumisión frente al terror. La democracia subsiste cuando hay orden y disciplina social.