Por Antonio Montoya H.
El país vive unos días difíciles por causa de
los paros que convocan un grupo de ciudadanos que se creen sus dueños, que
paralizan el comercio, la movilidad, la educación y en general todos los
sectores de la economía, lo cual justifican en aras de la democracia, que les
permite expresarse públicamente, de manifestarse y de esa forma aspiran a
convertirse en un gran grupo con el cual se debe sentar el Presidente y sus
asesores a negociar como lo dicen ellos mismos 104 puntos que inclusive son más
que los que se negociaron con las FARC.
Es verdad que construir un país no es tarea
fácil, que se debe gobernar con la oposición, los subversivos, las bandas
criminales, los guerrilleros, en fin, todo el conjunto de seres humanos que hacen
parte de nuestro territorio. Si sumáramos no llegan a cien mil, y ellos, esa
minoría, pide y pide, pero qué aportan, pues daños, violencia, disturbios,
poner en jaque a la ciudadanía y perjudicar a los trabajadores que tienen que
desplazarse a pie o en bicicleta, por largas horas para llegar a sus hogares,
atender la familia y luego volver al trabajo.
Yo no sé si los líderes o más bien los
promotores del paro, fuera de la emotividad que tienen por poner en jaque al
país trabajador, comprenden la magnitud de las peticiones y reconocen lo que se
ha avanzado en aportes para la educación, ciencia, tecnología, incrementos
salariales, protección laboral a los trabajadores, desarrollo de la
infraestructura, en fin, múltiples gestiones que van conduciendo al país por la
senda del desarrollo y de la inclusión. Dudo que ellos, los promotores, sepan a
qué están jugando, los iniciales participantes se van saliendo y van quedando
los vándalos liderados desde la oscuridad por un personaje que busca generar el
caos y así lograr el poder a toda costa.
Los que sí están felices son los encapuchados,
dañando bienes públicos y privados, tirando piedra a la policía indefensa que
tiene que aguantar, no defenderse y sufrir la humillación de la fuerza que
representan, que es la encargada de velar por la seguridad, protección al
ciudadano y guarda de la democracia.
No entiendo, por qué el Estado, sigue actuando
en forma pusilánime ante los acontecimientos, ante los vándalos y ataques a
personas y bienes, desde hace rato y previendo la continuidad de los paros
debió emitir un decreto en el que se ordene a la fuerza pública que quien esté
encapuchado debe ser detenido, juzgado y condenado. Así no se apoya a los
cobardes que se esconden bajo una capucha para atentar, violentar y afectar la
ciudadanía. Esos personajes no tienen buenas intenciones, lo sabe cualquiera. El
que se esconde bajo una máscara, trapo u otro elemento es porque no quiere que
lo identifiquen al tirar piedras y palos, contra los bienes públicos y privados.
Si las manifestaciones deben ser pacíficas y en
orden, entonces se debe proceder de conformidad, vigilando, actuando y no dando
la impresión de fragilidad, miedo y sumisión frente al terror. La democracia
subsiste cuando hay orden y disciplina social.